Opinión Nacional

Explicar la conducta violenta

El maltrato mediante formas de «disciplina», «corrección» o «prudente reprensión» ha sido usado durante mucho tiempo para diferenciarlo de otras formas de violencia. En los cuarteles militares los castigos han ocultado modalidades de daño mediante estas formas sutiles. La disciplina militar que incluye el recio tablazo en muchos casos deja huellas de profundo resentimiento reprimido. Los soldados sometidos a esta suerte de «juegos», interiorizan una capacidad de daño que será reflejado luego en acciones sombrías como las que hemos visto en sus núcleos familiares, sus relaciones sentimentales y, en contados casos, en masacres.

La agresión violenta debería forjar análisis que puedan superar el registro psicológico individual. Porque las razones para justificar la barbarie del teniente Coral es una apuesta con castigos nobles. Y en últimas, un juego dentro de las muchas diversiones posibles entre una tropa desocupada. Por lo anterior la agresión violenta debe incluir aspectos que avancen sobre la historieta. Reconocer las condiciones y las habilidades del individuo inmerso en un medio social violento. Más que ofrecer las variantes de violencia individual deberíamos mostrar una mayor preocupación por explicarnos cómo se relacionan estos actos de agresión con imaginarios que nos están afectando colectivamente.

Un marco explicativo que pueda integrar las modalidades de agresión violenta menos escandalosas. Las formas de agresión en el caso del teniente y sus soldados está relacionada con otras formas de castigo menos visibles como el maltrato intrafamiliar. De modo que la forma y la función de la agresión pueden verse dentro de un contexto más amplio. Las descargas de odio con una tabla se transmutan en un puñal hundido sobre el tórax o un sedante en chicle, cuyos efectos podrían llevar hasta la muerte. La sociedad debe aprender a comprender los encadenamientos que llevan de unas formas de violencia a otras.

Pasar de calificar las acciones violentas mediante estereotipos generales e investigar modelos explicativos en diversos niveles del contexto social. Un juego es un juego y un juego no es un castigo. Las víctimas del castigo no están dentro del mismo rango de posibilidades de quien obra como verdugo. Las relaciones asimétricas o desiguales están marcadas por profundos y complejos aspectos del comportamiento. Los niños y los ancianos, por ejemplo, tienen un alto grado de vulnerabilidad que los expone a mayores riesgos dentro de una cultura con altos niveles de intolerancia. La agresividad y el comportamiento violento no deberían separarse de una comprensión de los efectos de la fragmentación social cotidiana.

Dentro de este marco explicativo la conducta violenta puede interpretarse como un tipo de conducta sensible al contexto. La prevalencia e intensidad de reconocimiento, la naturaleza del odio y los afanes de venganza dependen de características individuales, interacciones familiares, relaciones sociales y patrones grupales. La disciplina dentro de los cuarteles suele reflejar diversas formas aberrantes de complejidad psicológica individual, pero también son un terreno de exposiciones de los vicios sociales y las manifestaciones violentas aprendidas en la casa y en las calles.

En sus magistrales ensayos sobre los orígenes del sistema penitenciario, Michael Foucault, advertía cómo las sociedades configuraban también inconcientes expresiones de su miseria colectiva.

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