Opinión Nacional

Fábula de bocón y la tiracoñazos

Cuenta Esopo que hubo una vez un ensayo de república en un país tropical que emuló en su nombre oficial a su Libertador y que fue gobernado por una enmarañada década por un hombre solitario que al final consiguió su ansiada pareja marital.

El Presidente era un buen muchacho de humilde origen, un cadete buenmozón que pulía sus brillantes charreteras obtenidas en la Escuela Militar de sus adolescentes sueños; dicen sus ex – compañeros, ahora un tanto alejados del condiscípulo, que era campechano y cautivador, que se identificaba con los desposeídos y que era capaz de entregar su sombrero llanero a quien lo necesitara.

El Comandante se alzó, cautivó, embelesó, repartió cariciecitas, besitos, arrumacos y apurruños, y finalmente presidenciado se obcecó en mandar y mandar como sólo los militares saben hacerlo: dando instrucciones sin entender de razones.

Mandó y mandó, obedeciendo a otro cabecilla que desde su declive político caribeño lo mandaba, pensando el menguado caudillo que sus transitados tiempos eran el tiempo sin tiempo.

El comandante mandado que mandaba tuvo éxito una vez y otra, y otra, y pensó que el éxito era sempiterno y que su futuro sería siempre igual a su eufórico pasado. De repente y sin darse cuente siguió mandando y sus acólitos hacían como que lo obedecían, pero se les veía en la cara la obstinación y el fastidio de ser ordenanzas de un orden quimérico.

El Presidente Comandante progresivamente se fue quedando solo, sus aliados le sacaron el cuerpo a su abultada chequera, sus gobernados se aburrieron de vestirse de carmesí y de enarbolar una bandera de ocho figuras que diseño la mayorazga en una escuela de muchos matices. Las banderas de la niña batían, pero las palabras del progenitor se las llevaba el viento.

Un día de mucho frío sureño y otro de nieve europea, el comandante comandado habló, habló, habló, y siguió hablando incansablemente, sin que sus colegas del podio desearan seguirlo escuchando. Desde entonces anda como diablo en pena, gesticulando y mirándose en el espejo como Blancanieves.

A su llegada a la patria, defenestrado por su colega vecino y puesto de lado por sus amigos del Oriente, observó con detalle un video de una camarada solitaria y solidaria que repartía coñazos a diestra y siniestra en vez de razones. El comandante solitario se dijo para si: esta es la mujer de mi vida, la que razona como yo, la que manda a todo el mundo para el carajo como yo, la que arremete como yo quisiera contra sus representados y electores.

Narra Esopo que desde ese día de feliz coincidencia existencial se casaron y vivieron muy felices, solos y aislados en una paradisiaca isla del Caribe, donde un anciano los estimula para que vuelvan a un país que nada quiere saber de sus insultos y coñazos, sin embargo, ambos se ejercitan por si acaso: él insulta y detracta por horas frente a un micrófono en un estación de radio abandonada, y ella maldice y golpea en un ring solitario donde pelea por horas con su sombra.

Y Esopo, sabio siempre y lleno de moralejas concluyentes, endógenamante sentencia: ¡Colorín colorao, este cuento se ha acabado!

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba