Opinión Nacional

Falsedad sobre la seguridad

Con propaganda y con real se logra que la gente piense lo que uno quiera. Esa es una conseja en virtud de la cual abundan los funcionarios públicos que suplantan sus acciones con cuñas en las radios, páginas a todo color en periódicos de alta circulación y espacios publicitarios en televisoras nacionales y regionales. Son famosos los cuentos de gobernadores y alcaldes que han gastado más en vallas, franelas y gorras que en inversiones reproductivas para la población. Y ahí entran por igual los del “gobierno” y los de “oposición”.

El derroche en esta materia no es fácil de auditar. Pero más allá de eso, esas campañas no han causado el engaño que pretendían porque al final la gente constata que la realidad que le rodea es distinta de la ficción de la que algunos gobernantes alardean.

En materia de seguridad pública se hace patente este asunto. Mucho real le ha metido la alcaldía de Chacao a la fábula de la mejor policía del país. Por más que les pongan uniformes de otro color, patrullen en automóviles con otros diseños y cuenten con publicistas bien remunerados, no es un secreto para nadie que en días de cobro, quince y último, los conductores que pasan por ese territorio cruzan los dedos para que no los paren. Son días de matraca. En ese municipio también funciona lo de la solidaridad automática del alcalde con sus policías. Está todavía fresco el caso del niño de quince años que fue asesinado por un policía en el barrio Bucaral y luego la “superioridad” dio la versión oficial de un “enfrentamiento”. El padre, William Rodríguez, murió al poco tiempo, de tristeza y de impotencia. De nada valió que el barrio quemara un módulo policial, trancara calles y exigiera justicia. Ni siquiera que apelaran a autoridades nacionales, a las que suponían políticamente interesadas en el tema. Del mendigo que apareció tirado en el río Guaire no se supo nada más. Hay otros casos de Chacao y de gobernantes de “oposición” en el tintero.

En el área metropolitana de Caracas la propaganda chavista pregonaba que acabarían con la inseguridad. Que tendríamos un solo gobierno. Sin contradicciones ni conflictos que causaran los perjuicios que la guerra entre Peña y Bernal le trajo a Caracas durante cuatro años que todo el mundo sabe perdidos para la ciudad. Ofrecieron coherencia y cooperación. Sin embargo, Bernal anda por un lado y Barreto por otro. Mientras éste último quiere repartir los viejos revólveres de la Policía Metropolitana entre la población para enfrentar la delincuencia, Bernal declara desconocer el proyecto. Una manera discreta de oponerse. Sostiene que a la población hay que integrarla a la prevención, pero no armarla porque matando malandros no se arregla el problema. No lo dice, pero realmente piensa que hace falta un Alcalde Mayor.

Barreto afirma que se trata de una policía vecinal que ya tiene 3.600 jóvenes reclutados, pero el director del Instituto Universitario de la PM declara que son sólo 200 los que aspiran convertirse en oficiales de policía. El Fiscal General de la República, por su parte, se muestra en desacuerdo con la regaladera de armas entre panas y camaradas, aunque se le disfrace de “redes sociales”. Ni hay un solo criterio en el gobierno ni el control de todas las instituciones ha logrado avances en la lucha contra la delincuencia. A cualquiera lo matan en una buseta o en las puertas de su casa.

Aunque gasten millardos en propaganda, a nadie engañan. La verdad está allí: el país, desde Maracaibo hasta Petare, se hunde en la inseguridad.

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