Opinión Nacional

Guerra adentro

Dentro de la revolución parecen haber dos grupos muy disímiles que intentan controlar el poder: los «ideológicos» y los «pragmáticos». Los «ideológicos» son aquellos que creen realmente en los fundamentos de la izquierda dura, la primitiva. Se caracterizan por tener una postura radical, en la cual no existe otra vía para alcanzar el bienestar social que no sea la del control estatal de todos los aspectos de la vida ciudadana: las instituciones, la economía y el individuo. Para lograrlo, todo se vale. Los «pragmáticos» son más flexibles. Sus decisiones se amoldan a la realidad cambiante del país y a los objetivos específicos que tengan en un momento determinado, teniendo en cuenta que su fin último es mantenerse y ganar más poder, para la revolución en general y para ellos en particular. Quizás para evitar la confrontación entre esos dos sectores, Chávez había separado las responsabilidades de ambos grupos, dando prioridad a los ideológicos en la «revolución política» y a los «pragmáticos» en la «revolución económica». Esta separación se mantuvo por varios años, hasta que la crisis económica reciente desnudó una gran cantidad de hechos oscuros, llevados a cabo por algunos clusters del «chavismo pragmático». Como en todos los grupos sociales (chavistas o no), dentro de los pragmáticos hay gente seria y gente que no lo es. En este segundo subgrupo de pragmáticos encontramos a los comisionistas, caracterizados por cobrar comisiones a cambio de algún «favor» político y a los súper empresarios, quienes utilizaban sus contactos para la creación o control de grandes empresas y sistemas de distribución. Estos súper empresarios pensaron que la revolución no era más que una nueva oportunidad para el cambio de elites empresariales, de las muchas que hemos tenido en la historia del país a la luz del poder. Probablemente por eso estaban dispuestos a pavonear su riqueza sin ningún recato; no contaron con que para los chavistas ideológicos ellos son peores enemigos que los opositores, toda vez que es con ellos con quien compiten por el control del país y la revolución. El revuelo que causaron los quiebres de bancos, de aseguradoras, de sistemas de distribución de alimentos y, más recientemente, el escándalo de los alimentos podridos, podría ser el disparador que lleva al Presidente a replantearse la reasignación de responsabilidades, acudiendo a los ideológicos para «controlar» la economía. No sabe Chávez que, en términos económicos, cabe el dicho: peor el remedio que la enfermedad. El resultado es que los pragmáticos reducen su poder en la «revolución económica», y se produce un cambio de gobierno dentro de ella, ahora dominado por los ideológicos, quienes, por cierto, inician una cacería de brujas a través del ataque a los aliados de sus adversarios o a quienes piensan que lo eran, arrastrando con esto a justos y a pecadores. Es cierto que los ideológicos ganaron esta batalla. La implementación del corral cambiario, que compromete el funcionamiento de la economía y que garantiza la evaporación de las inversiones privadas, así lo demuestra. Pero la guerra sigue ahí y los pragmáticos sólo están replegados. ¿Qué esperan? La respuesta yace en la alta probabilidad de fracaso del rígido modelo ideológico planteado en materia económica. Cuando esto ocurra, podría regresar su hora, si es que en total queda algún espacio luego del colapso del sistema. El problema es que los ideológicos también lo saben y están dispuestos a pulverizar a sus adversarios antes de que tengan otra oportunidad. El problema clásico de las revoluciones apenas comienza: Guerra Adentro… y la historia muestra que esto usualmente termina con la derrota de la revolución.

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