Opinión Nacional

Guerra entre talibanes

He defendido el cambio por la vía democrática. Además de la convicción sobre el daño irreversible que al país le causan los conflictos, la violencia y el revanchismo, hemos contado con la voluntad de venezolanos dispuestos a compartir sus obligaciones familiares con el activismo comunal y político. Ha sido invalorable el coraje y el estoicismo de quienes han estado conscientes de la andanada de ofensas que se llevarían de parte de los fanáticos irracionales, para quienes la guerra a muerte y el desconocimiento de las instituciones es la única vía. Son esos quienes creen que todo el mundo debe enfrentar con violencia los ataques que ellos reciben, bien por sus guerras personales con el gobierno o por las retaliaciones de que han sido objeto por estar en oposición. Caminos distintos de la agitación callejera, de la conspiración y del sabotaje electoral, son considerados por estos extremistas como una negociación putrefacta con el gobierno.

Por defender la democracia, no sólo en sus principios generales de la libertad de expresión, de asociación y de elección, sino también en su manifestación cotidiana de actuar conforme a los criterios de nuestra conciencia y no arrastrados por las presiones y los chantajes encubiertos de dogmáticos que descargan su maquinaria de difamación sobre quien no se pliegue a sus dictados, hemos recibido cualquier cantidad de calumnias, expresadas en el lenguaje inmundo de quienes se deleitan en el chiquero. Son los que incapaces de rebatir argumentos, optan por la descalificación del contrario o de quien sostenga distintas opiniones.

En los últimos días, esos políticos de sectores de oposición se han dividido. Estuvieron amalgamados en la Plaza Altamira, en el paro petrolero, en las guarimbas y en la abstención. Llamaban pro-chavistas y acusaron de corrompidos, vendidos al gobierno y de todo cuanto se les ocurrió, a quienes defendimos la participación en las elecciones para gobernadores, concejales y diputados a la Asamblea Nacional. Se daban codazos unos a otros para cada quien lucir más antigobierno, en especial los conversos que venían de apoyar a Chávez. Han copiado el lenguaje agresivo e insolente de los más exaltados entre quienes pretenden desplazar, bueno, el mismo que usaban cuando eran chavistas. Pero hoy se están cuarteando en varios pedazos.

De ellos, algunos creen que no hay que ir a votar bajo ninguna circunstancia, aunque no plantean cómo es que vamos a tener un Presidente que sustituya a Chávez. Su silencio da la razón a quienes denuncian una conspiración. Otros sostienen que hay que votar sólo si se regresa al conteo manual. Saben que ese retroceso es imposible pero lo plantean como exigencia para ir construyendo la coartada de la retirada y así, escondidos en la abstención, evitar un conteo de votos que ponga en evidencia su verdadera dimensión. Otros, quienes hasta ayer denigraron de todo quien se atreviera a participar en las elecciones, ahora postulan candidatos presidenciales y comienzan a recibir un poco de su misma medicina. Sus antiguos compañeros descubrieron que “ahora” son unos vulgares vendidos al gobierno.

En esos intransigentes, quienes se oponen a buscar salidas democráticas, está el mejor aliado del chavismo. Son ellos quienes desde ya se encargan de ensuciar las imágenes de quienes podrían ser nuestros candidatos. Son ellos quienes se oponen a construir alternativas. Quieren más de lo mismo pero en la acera de enfrente. Criaron cuervos y ahora sufren las consecuencias.

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