Opinión Nacional

Habemus CNE

(con mi agradecimiento para Ismael Pérez Vigil, cuya amistad honra mi
historia)

Fue un proceso complicado y difícil. Un ejercicio de la negociación. Pudo
ser un desastre, pudo ser una exhibición de poderío, pudo ser una pantalla
frente a un país que tiene hambre y sed de Democracia, pudo ser un
estruendoso fracaso. No lo fue. En una mesa de diálogo se sentaron tirios y
troyanos, y para sorpresa de todos, lograron ponerse de acuerdo. Sé que en
varias oportunidades, el juego pareció trancarse. Entendamos que desmenuzar
la vida y milagros de trescientas y tantas personas, para entre ellas
escoger diez personas preparadas, capacitadas y confiables no es cuestión
de coser y cantar, y particularmente en una sociedad hastiada y escaldada
de tanta descarada manipulación y tantísimo engaño. Luego de varias horas
de extenuante trabajo, sale humo blanco, y se produce una lista de 23. Debo
decir que a esta escribidora de oficio le parece que no había en esa ristra
de hombres y mujeres uno que pudiese vetar. Claro que algunos me lucían
mejores que otros, pero sentí un inmenso alivio cuando anoche se conoció el
primer filtro, y me di cuenta que hay chance de recoger los vidrios rotos
que dejó el CNE anterior, y enfrentar el problema de las elecciones con las
neuronas y no con las hormonas. Al menos esta vez había la posibilidad de
lograr equilibrio. El resultado final comprueba varias teorías. En primer
lugar, demuestra que cuando los factores de poder abren la compuerta a la
sociedad civil, los ciudadanos de a pie, mucho más organizados de lo que
parece, ponen sus capacidades al servicio de la Nación, el colectivo y la
patria se benefician de ideas inteligentes y buenos propósitos. En segundo
lugar, pone de manifiesto que a la inteligencia no es posible aplastarla,
porque tarde o temprano, recela y da un paso al frente, y exige su legítimo
derecho a espacio vital. Si la extinta Asamblea Nacional Constituyente
hubiese sabido escuchar y no sólo oír, si hubiese prestado atención a los
cientos de profundos y pormenorizados análisis que profesionales de todas
las ramas del saber realizaron y entregaron, otra gallo estaría cantando.

Hoy tendríamos una Carta Magna de los venezolanos y para los venezolanos, y
no esta ensalada de entuertos que habrá de ser revisada y corregida por los
próximos legisladores.

Son diez, cinco principales y cinco suplentes. No les envidio el cargo, ni
la vida que les espera en los tiempos inmediatos. Deberán erigirse en los
hábiles cirujanos que salven a este enfermo crítico que es el proceso
electoral. Y desde esta trincherita y con todo respeto, esta escribidora de
oficio, que hoy pone en remojo – sólo temporal – el sarcasmo y el cáustico
estilo que la caracteriza, quiere enviarles un mensaje. Yo sé que una
persona muy cercana a ellos, imprimirá estas líneas y se asegurará no sólo
que las reciban, sino que las lean.

Ustedes, señores, no son simplemente miembros de una junta directiva de uno
más de tantos entes de este megalómano Estado. Ustedes son el Poder
Electoral, así, en mayúsculas. El pueblo, no con poca reticencia, les
otorgará no un cheque en blanco, sino el beneficio de la duda, sólo eso.

Los miembros anteriores armaron una historia de brollos, nos dieron una
bofetada, nos insultaron y engañaron, se burlaron de nosotros y dilapidaron
nuestros dineros. Se aprovecharon de su condición de supremacía y
cometieron errores imperdonables, marcados por la mezquindad y el abuso. Y
fue la sociedad civil, esa que tanto desconoce y desprecia más de uno de
los personeros del régimen, la certera y capaz no sólo de monitorear la
situación y documentar el caos, sino de elevar voces de protesta que
hubieron de ser escuchadas. Digan lo que digan, incluso siendo cierto que
fuimos utilizados, fuimos nosotros los ciudadanos de a pie los
verdaderamente diestros y competentes, fuimos nosotros quienes
diagnosticamos la enfermedad, y vinimos al rescate. Llovía, y ofrecimos
nuestros paraguas. La mayor parte de nosotros somos personajes anónimos;
nadie nos reconoce en la calle, somos los vigilantes desconocidos. Lo
consideramos nuestro deber indelegable, y no dejaremos de hacerlo. Nuestros
ojos y oídos estarán abiertos 24 horas, y también lo estarán nuestros
cerebros, nuestras conciencias y nuestros corazones. Somos venezolanos que
exigimos capacidad y decencia.

Ustedes deben tener y exhibir independencia y autonomía. Pero no lo
interpreten como prerrogativa de su posición, sino como obligación de su
cargo. Deben arreglar el desastre, y decir un altisonante «No» cuando sea
necesario. Deben revisar y corregir los registros, que bien los saben
desordenados e incoherentes; entender que la sesión electoral no puede
convertirse en una gesta antidemocrática; que los ciudadanos no deben ser
sometidos a un proceso tan mal montado que, hoy por hoy, supone en
circunscripciones como el Distrito Federal y Aragua, por sólo poner dos
ejemplos, 30 horas de votación, y hasta 32 en Carabobo. Veedores de la UCAB
hizo simple aritmética. El promedio para el país es espeluznante: 21 horas.

Y eso calculando 2 minutos por elector y 40% de abstención. Eso sin que
llueva, y contando con que los miembros de mesa, que no han sido
entrenados, lleguen a tiempo y sepan hacer su labor. Eso sin estimar que
las máquinas fallen, y haya que hacer escrutinios a mano o con ábacos, y
sin incluir cálculos para votaciones no automatizadas. Eso rogándole a las
ánimas benditas que no se vaya la luz , como suele suceder en muchos
estados, y que los teléfonos funcionen a la perfección.

Ustedes son el Poder Electoral. No se dejen manipular por los otros
poderes. No se amilanen ante el autoritarismo. Marquen su territorio.

Trabajen con diligencia, con sapiencia, con honestidad, con prisa pero sin
pausa. La fecha debe salir de ustedes, o al menos la fecha a partir de la
cual fijar los comicios. Sáquennos de este atolladero que tanto le está
costando al país. Cada minuto de su gestión, piensen en nosotros, esas
millones de personas cuyas caras no conocen. Y tengan muy presente que es a
nosotros y a la historia a quienes habrán de rendir cuentas, y no a
quienes no son más que personajes transitorios en nuestro devenir
republicano. Limpien el tan mancillado nombre del Consejo Nacional
Electoral. Honren su juramento. Muestren coraje y pundonor. Tienen ustedes
la posibilidad de hacer daño, o hacer el bien. Escojan lo último. Tengan
siempre presente que la riqueza espiritual, cuando verdaderamente existe,
no sufre bancarrotas.

Comunicador Social

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