Opinión Nacional

Hablemos de los logros de la revolución

Misiones, inclusión, democracia protagónica, precios justos, cédula del buen vivir. Logros de la revolución. ¿Que entenderá el gobierno por «logros» cuando habla de logros? Los logros de un régimen político, lo pienso ahora, tienen lugar una vez que las personas acceden a un estado de bienestar que tiene atributos más o menos irreversibles. Un logro es bastante más que la institucionalización de un subsidio.

Es un rasgo que tiene una consolidación institucional, expresada en la promoción y la mejora del recurso humano, cuyas bondades pasan a formar parte del circuito de hábitos culturales y patrimoniales de la población. Si por tal cosa entendemos la palabra «logro» en este contexto, podríamos reconocer que, pese a la absoluta quiebra moral y económica del proyecto que aún enarbolan, los cubanos tienen algunos logros.

Tienen un estamento médico capacitado, con un envidiable sistema preventivo; tienen una escuela de biotecnología que sigue siendo sobresaliente; tienen una tasa de mortalidad infantil comparable a la de Dinamarca y tienen varias generaciones de deportistas que, cuando no piden asilo político, consuelan el orgullo nacional de sus ciudadanos con sus proezas en juegos panamericanos y olímpicos.

No hablemos sólo de Cuba. Argentina, México y Brasil, sin andar hablando de revoluciones, pueden mostrar logros: sus industrias fabrican neveras, equipos agrícolas, motores, barcos, aviones, bicicletas y automóviles completos. Brasil, el gigante emergente de la zona, es hoy el primer productor regional de hierro, de acero, de aluminio, de materiales metalúrgicos pesados. Su moneda no se ha vuelto a devaluar jamás: tal cosa es un logro. Argentina tiene una poderosa industria agroalimentaria e índices de cobertura sanitaria y acceso a la educación superiores a los nuestros. No es necesario cavar muy hondo: en sus ciudades puede respirarse un índice de pobreza inferior, con unos registros de delincuencia absolutamente irrisorios si los comparamos con los de acá. Chile presenta la mejor tasa de escolaridad y de acceso a internet de la región. Prácticamente no hay un solo ámbito del desarrollo regional en el cual el neoliberal Chile de este momento no nos supere.

México, una de las primeras quince economías del planeta, tiene uno de los sistemas turísticos más poderosos del mundo y, en general, una producción industrial asombrosa, que por lo menos quintuplica a la nuestra. Costa Rica tiene setenta años de ejemplar democracia ininterrumpida, sin cuartelazos ni alzamientos. Eso es un logro. Colombia comienza a desplegar un interesante aparato exportador, que hace rato dejó atrás el nuestro.

Sus ciudades son ahora seguras: en Bogotá cualquiera puede visitar un parque a las diez de la noche. Sus índices de secuestros quedaron reducidos drásticamente.

Eso son logros. Podemos decir lo mismo del eternamente rezagado Perú, que ahora exhibe cotas impensadas de progreso.

Sus ciudadanos están justificadamente orgullosos por las aclamadas variantes de su gastronomía.

Es decir: a mí nadie me puede venir a vender que la creación de un supermercado estatal es un logro. Aunque venda barato. No es un logro crear un automercado, ni hacer ferias de comida en la avenida Bolívar, ni darle subsidios a señoras desempleadas. No son logros estructurados vender remedios o fomentar consultas odontológicas.

No quiero demeritar estas iniciativas, que, por el contrario, en algunos casos son completamente plausibles. Son aspectos fundamentales de la obra de gobierno, obras sociales cuya inspiración debe continuar, independientemente de que sean estas u otras las modalidades de cobertura. Pero no son logros: son subsidios.

Todavía más: ¿es Barrio Adentro un logro? ¿Es un logro tener un sistema de salud atendido por médicos extranjeros, especialistas en darle dos bofetadas y una pastilla a cualquier paciente y tener el consultorio cerrado por la tarde? Ahí hubo un avance: al menos hay un médico donde no lo había. Pero no hay logros: ese médico hace su trabajo mal y por la mitad.

La Misión Milagro es un programa que merece, en lo personal, todo mi reconocimiento. En rigor, sin embargo, se trata de una férula importada de Cuba, con tecnología extranjera, pagada con dinero petrolero. Un logro no es. La misma apreciación vale para el cacareado Satélite Simón Bolívar: todo el mundo sabe que aquella es una obra china: un obsequio propagandístico de los chinos pagado con petróleo a futuro.

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