Hacia donde vamos
Es bueno tener presente dentro del socialismo que Chávez nos quiere inculcar, que a pesar de todo, el comunismo en su esplendor fue perseverante en su aparente y bien disimulada adhesión al ideal de la igualdad y así mantener artificialmente una ilusión igualitaria. Los salarios, por ejemplo, para médicos, mecánicos, profesores o dependientes de tiendas establecidos por el estado soviético, permanecieron similares y más o menos estables por mucho tiempo. El costo del alquiler de un apartamento en el centro de Moscú o en los suburbios de Praga, regulados por el estado, eran muy bajos y equivalentes. Los precios de los restaurantes, también administrados por el mismo estado eran accesibles y los ciudadanos no tenían otra opción que admitir con resignación, que es posible que sus vidas hayan sido miserables, pero lo eran en el mismo grado y medida para todos, con la única excepción de las élites políticas oficialistas. Esto me lleva obligatoriamente a comparar el desarrollo de los recientes acontecimientos en la Venezuela del siglo XXI, con éste fracasado sistema del siglo XX, cuyo resultado mas visible ha sido una muy lamentable ecuación de igualdad con atraso cultural, opresión y miseria, en donde el consumo ostentoso, grosero y chocante en medio de tanta pobreza y abandono oficial pretendió ser admirado como el sello distintivo de una falsa democracia, pero en cambio, percibida como el único camino hacia la prosperidad y como una meta por la que valía la pena luchar. Partiendo del hecho conocido de la pretensión presidencial con la modificación de la Constitución y en ese afán desmedido por perpetuarse indefinidamente en el poder, es urgente e indispensable invocar la unión verdadera de cada ciudadano para salvar la Democracia y entender que esta es una lucha en donde también vale la pena sufrir, pues lo que está en juego no es mi destino como individuo sino el futuro y la prosperidad de todos sin exclusiones, porque cuando un hombre quiere hacer el papel de Dios, como es el caso, sobreviene la catástrofe, pues en esa situación, el ser humano se encuentra en el sendero del pensamiento totalitario, donde ya no es él mismo y por ello renuncia definitivamente a su razón y a su conciencia (Miquilena dixit).
