Opinión Nacional

Hacia la reconstrucción nacional

Convocada la próxima consulta popular, el objetivo político fundamental trazado en el curso de la acción emprendida por el denso sector que con sentido patriótico se opone al intento de dominación autocrática, no solo se concentra en la constitucional, democrática y pacífica lucha para revocar el mandato presidencial, sino que va mucho más allá: se trata de abrir el cauce propicio para que nuestro país se enrumbe, de modo cierto y razonablemente confiable, por una vía que lo haga retomar la búsqueda de la superación de toda la serie de rémoras y desajustes sociales que desde hace tiempo vienen entrabando su ruta hacia el desarrollo integral.

En tal sentido, se observa en los planes inmediatos de la oposición la presentación de una oferta confiable, contentiva de los puntos básicos (los que ameritan una atención inmediata y perentoria), necesarios para la reconstrucción nacional. Ya lo hemos expuesto, en otros análisis y comentarios: la lucha no acaba con el desalojo legal del actual jefe de gobierno, ello sólo es el primer y esencial paso a seguir; a posteriori se debe atender, con sentido prioritario, los aspectos más álgidos que caracterizan la honda crisis que afecta la nación, no sólo en el orden jurídico-político sino en el ámbito socio-económico. Se plantea, pues, como imperativo categórico la puesta en práctica de un programa de acción pronta y eficaz que aborde con firmeza y valentía los más graves problemas sociales que conmueven y perturban la marcha normal de la vida del país.

En efecto, jamás la patria había presenciado un desastre de la magnitud que determina la gestión del actual gobierno. La inmensa crisis que ha caracterizado la situación nacional en lo político y en el ámbito económico-social, con visos de mayúscula estafa, sintetizan los más diáfanos signos de ruina y calamidad en todos los ordenes y aspectos de la vida social.

El conjunto de circunstancias conflictivas y rasgos preocupantes que caracterizan el escenario nacional, es el factor esencial que motiva la urgente necesidad de provocar y lograr ese verdadero cambio tan ansiado por la mayoría de la población que se siente cansada, fastidiada e incómoda ante el ritmo de desazón, angustia y zozobra que cotidianamente impacta todos los estratos de la sociedad venezolana en la hora actual. Para nadie es un secreto la gravedad que define el enrarecido ambiente político nacional desde que el actual gobierno tiene la conducción del país, lo cual se resume en la aguda presencia de un quiebre institucional promovido desde las alturas del poder con el único objetivo de poner en práctica un sistema socio-político que ya, en otras latitudes y con mucha antelación, ha demostrado su ineficacia e inviabilidad.

Complementariamente, el país observa con tristeza cómo se han dilapidado los más cuantiosos recursos que gobierno alguno haya recibido en toda la historia nacional, lo cual ha aparejado el incremento de la corrupción en todas sus facetas (recordemos las últimas denuncias acerca del destino de nuevos ingresos petroleros, no sujetos a control alguno y destinados –como se indica- para financiar maniobras contra el revocatorio presidencial), y así por el estilo. Por otra parte, los grandes problemas nacionales, resultado de los desajustes sociales que se han agravado durante la presente administración, han encontrado ubicación en la mengua de la actividad económica, el desaliento de la inversión, el incentivo de la marginalidad social (problemas, como –por ejemplo- el de los niños de la calle, se han agudizado sin medida); la ineficaz prestación de los servicios públicos más indispensables; la inseguridad y el hampa sin control; la perdida del poder adquisitivo del venezolano, el aumento del desempleo, el galopante endeudamiento, todo ello configura el lamentable cuadro que identifica el rostro de la Venezuela bajo la égida de la famosa “revolución”. Lo más triste (y así lo percibe la mayoría de la población), está en el hecho de que este gobierno asumió el poder con la promesa de acabar con tales problemas y lo que ha hecho no es otra cosa sino superar los errores anteriores y los ha transformados en horrores de abismales proporciones… Ahora el pueblo está más bravo que nunca: lo acosa el talante de la más grande estafa de toda su historia..!
Al dramatismo que define el ámbito socio-económico se une el grotesco espectáculo que se evidencia en la esfera política propiamente dicha: los atentados contra los Derechos Humanos, el ataque contra instituciones fundamentales de la sociedad (Iglesia, sindicatos, universidades, gremios profesionales, sectores empresariales, medios de comunicación social) por expresar (con base en la ley) su disidencia y criterios divergentes al parecer oficial; así como el intento por secuestrar las ramas del Poder Público y ponerlas al servicio de un solo interés político, son –en suma- elementos que definen un clima de inseguridad contra el cual lucha la mayoría con los recursos y mecanismos que le aporta la Constitución y la ley, en pro de una salida pacífica de la crisis que hemos reseñado.

Es ese cuadro lleno de baches, errores, inconsecuencias y sombría presencia para la normal marcha del país, el que impulsa la actitud asumida por la mayoría del pueblo venezolano con la consulta que se avecina en el Referéndum Revocatorio: no se trata –como anotamos al comienzo- solamente de retirar el mandato al actual presidente; el pueblo reclama y exige un verdadero cambio en la conducción de los destinos públicos; el pueblo está fatigado de tanta diatriba; el pueblo no quiere oír más promesas y “planes” demagógicos que sólo duran semanas y que únicamente han servido para enriquecer a unos cuantos pillos de nuevo cuño; el pueblo ansía un gobierno eficaz, capaz de concebir programas de acción social viables y concretos y políticas que real y efectivamente protejan e incentiven la iniciativa privada, aumenten la productividad y abran el camino hacia la verdadera independencia económica en un clima de libertad; el pueblo quiere revocar la ineptitud, la miseria, el atraso y la incultura para dar paso a los nuevos valores de una juventud que está demostrando que no se deja embaucar por cantos de sirena y que, por el contrario, está dispuesta a echar las bases firmes de una gran patria protegiendo el pluralismo como esencia de la democracia y preparando el camino para una vida cívica perfectible. En una palabra, estamos ante una gran oportunidad para abrir las compuertas que permitan los primeros pasos para la reconstrucción nacional.

El país está afectado de la más grave rémora que ha detenido su progreso: requiere atención inmediata. En otra ocasión apuntamos que ante la adversidad, elemento de coyuntura negativa que en mala hora ensaya expandirse hacia los tuétanos de la estructura social, se yergue el espíritu de todo un pueblo que ansía superar las aciagas circunstancias que pretenden sofocarlo en estos momentos. Por tanto, la salvación es factible y viable. El pueblo tiene en sus manos el instrumento para lograr esa transformación integral de la nación. Adelante. La cita es el 15 de agosto…! Hacia la Victoria..!

*Abogado, Politólogo y Profesor universitario

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