Opinión Nacional

Hoja de ruta Castro-chavista

 A la memoria de Manuel Caballero

                           Esa trocha viene trillada de lejos. Desde antes del golpe del 04-02-92. Así se colige del listado de acciones a realizar, fusilamientos incluidos, de no haber sido derrotado en su intento de asaltar el poder, como el currículo de civiles que, luego de entusiasmarlo a tomar revancha de la derrota militar por vía del voto, lo pusieron en manos de Fidel Castro, forjador de la médula discursiva en  su perorar proselitista.

Desde temprano estimuló el odio social y la lucha de clases, priorizando la violencia como medio para reivindicar al proletariado y a la clase media depauperada. La promesa de hacer fritanga con la cabeza de los adecos, delataba el propósito de pulverizar las organizaciones democráticas -políticas o gremiales- y con ellas el anclaje institucional, base la sociedad moderna.

En ese orden traspone la raya amarilla del respeto a la Constitución de la República. La califica de moribunda, a tiempo de ofender a la Nación en su representación parlamentaria, tomadas por sorpresa y empantufladas, marcando la pauta de grosería y violencia que signan su gobierno cuando se refiere a personas, organizaciones y gobiernos extranjeros que rechazan su ideal totalitario.

De manera que la aprobación del cartapacio de reformas a las leyes de Universidades, de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, Orgánica de Telecomunicaciones, de Partidos Políticos y de Reuniones Públicas, así como la elaboración del reglamento que impone la ideologización de los venezolanos desde su incorporación al sistema educativo, violando preceptos constitucionales comprendidos en los derechos humanos, más la demolición de la economía junto con los valores éticos, son el cumplimiento del programa golpista del 04 de febrero, corregido y ampliado.

No se trata de “palos de ciego” tirados por un orate, aunque también, como suele comentarse. Es un proyecto debidamente articulado con el propósito de instaurar la dictadura constitucional Castro-comunista, aún no consolidado por dos razones: primero, por incompetencia administrativa y rapacidad en la manipulación de los dineros de la Nación; y, en segundo término y no menos importante, porque en el venezolano pervive el fervor por la democracia conquistada en 1936 y consolidada en 62 años (1936-1998) enfrentando antecesores chafarotes.

Por eso, luego de la derrota que la ciudadanía le infligiera el 26S, ha ordenando la aprobación, a troche y moche, de leyes destinadas a reforzar el piso que se le resquebraja con cada paso. Sus movimientos están siendo de tigre atado por el cuello. Lanza zarpazos imprecisos, de momento se hace peligroso, pero cada sacudida corre un punto de ajuste en la soga y terminará asfixiado.

El Comandante Bellaco en Jefe sabe que trabaja el pre-aviso. El 26S los venezolanos dijeron NO, 52% contra 48%, a su proyecto Castro-comunista. No tiene salida. Hace alto en la ruta y aguarda la fecha de entregar cuentas o, como dijera Ana María Campos: “si no capitula, monda”.                   

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