Opinión Nacional

Indignación nacional

No encontramos otra palabra decente para expresar nuestros sentimientos ante el grosero y profanador ataque perpetrado durante la madrugada del pasado sábado que cerró el mes de enero, a la sinagoga Tiferet Israel, comúnmente llamada por todos los caraqueños la sinagoga de Maripérez.

En el diccionario de sinónimos y antónimos que usamos con muchísima frecuencia, encontramos ocho sinónimos de indignación. Todos nos parecen suaves ante el sentimiento que nos embarga. Solo cuando, imaginariamente, recurrimos al diccionario coloquial, podemos encontrar expresiones equivalentes y adecuadas.

No vamos a cometer la torpeza de acusar a nadie. No tenemos ninguna prueba. Pero sí estamos absolutamente convencidos de que el censurable evento se enmarca dentro de un proceso y ese proceso está inscrito dentro de la prédica disociadora que se propala desde el palacio de misia Jacinta.

No es un evento aislado. Recordemos los ataques de «inspección» realizados en el colegio Moral y Luces y el club Hebraica tanto en noviembre de 2004 como en diciembre de 2007. Recordemos las arengas antisemitas discurridas en diferentes oportunidades desde el show dominical. Recordemos que hace apenas unas semanas, el Ejecutivo rompió relaciones con el estado de Israel. Recordemos el concubinato que se ha establecido con Irán. Recordemos los extraños viajes que se realizan semanalmente entre Irán y Venezuela. Recordemos la cuasi celebratoria actitud del Gobierno ante los ataques del 11 de septiembre del 2001 en NY y del 11 de marzo del 2004 en Madrid. Encontramos consistencia.

Venezuela es un país donde el odio y la discriminación son monedas reencauchadas. La pavorosa Guerra Federal, librada en la segunda mitad del siglo XIX se encargó de que Venezuela fuera el país latinoamericano más igualitario de la región y que los sentimientos de odio se encontraran saldados.

Aunque se relacionan familias judías en Venezuela desde finales del siglo XVII, la cercanía con Curazao, donde se estableció la primera sinagoga de América, hizo que a través de Coro y Maracaibo, vinieran familias a establecerse en nuestro país. También se recuerda cuando los judíos Mordejai Ricardo y sus hermanos, Abraham Meza y otros miembros de la comunidad curazoleña le dieron respaldo y protección al ejército del Libertador.

Eleazar López Contreras, presidente de Venezuela a la muerte del general Gómez, otorgó el permiso necesario para que los doscientos cincuenta y un judíos errantes que viajaban en los buques alemanes Caribia y Königstein accedieran a nuestro país. Es importante resaltar que cuando el buque Caribia intentaba atracar en Puerto Cabello, los camioneros que esperaban para transportar mercancía, encendieron las luces de sus vehículos para facilitar la operación de atraque.

Sabemos de la tenacidad y de la constancia de los miembros de la comunidad judía. Esto nos hace optimistas en pensar que lejos de amilanarse por los ataques de que son objeto, se harán más fuertes y presentes en la preservación de los valores nacionales. Venezuela toda deplora lo sucedido, les presenta excusas, les respalda y les aplaude su necesaria presencia en esta desigual lucha.

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