Opinión Nacional

¡Ingenuos!

¿Ingenuidad?, ¿inocencia?, ¿candidez?
Si Hugo Chávez llegara a consolidar su «revolución», gran parte de la culpa la tendrían los factores de oposición, que una y otra vez caen en la «trampa de la paz». ¿Hasta cuándo?

Son sorprendentes los variados comentarios favorables al discurso del presidente ante la Asamblea Nacional. Una vez más hay quienes piensan que Chávez va a rectificar, que está asustado y que la oposición lo está acorralando y va a lograr someterlo.

Chávez no va a rectificar, porque no quiere ser un presidente como los otros. Él quiere seguir adelante con sus ideas y su revolución. No es el susto lo que ha determinado sus últimas acciones. Y la oposición ni lo está acorralando, ni ha logrado someterlo.

Chávez no obtuvo los resultados que esperaba con la radicalización de su discurso en estas semanas, pues perdió aún más apoyo popular. Por eso ha vuelto a tender la «trampa de la paz», mientras resuelve cuándo y cómo va a atacar de nuevo.

¿No hemos oído decir al presidente, ad nauseam, que una de las tácticas más importantes de la guerra es el repliegue? Y replegarse no significa de ningún modo que se va a rendir. Es sólo un retiro para replantear las tácticas y las estrategias, con el propósito de actuar en mejores condiciones, más adelante.

¿Y cómo quieren que el pueblo no le crea al presidente, si gente muy preparada le cree una, y otra, y otra vez, para desilusionarse una, y otra, y otra vez ? ¿Quién puede creer que el lobo se transformó ahora en cordero? ¡Si el lobo nunca ha ocultado sus intenciones y jamás se ha disfrazado de Caperucita!. Nos ha repetido hasta el cansancio que «la Ley de Tierras es candanga con burundanga». Su lenguaje coincide con Marx y Engels: «los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitosŠ las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista». Como Zamora: «¡oligarcas temblad!».

En la historia no ha habido revoluciones como la que pretende Chávez, que hayan podido imponerse de forma pacífica y democrática, como sí se impusieron las de Cristo, Gandhi y Martin Luther King. Por lo tanto, si quiere hacer esa revolución, tendrá que hacerla con violencia.

En tres años, Chávez ha repetido las mismas amenazas, los mismos ataques, la misma violencia. En el discurso de la Asamblea, lo único que cambió fue el tono, no el fondo.

El presidente tiene en sí mismo a su peor enemigo. A Dios gracias, para que se vaya Chávez contamos con Chávez mismo, que seguirá de desacierto en desacierto hasta que decida irse, o hasta que el pueblo le exija que se vaya. Porque con esta ingenuidad de tanta gente, si no fuera por Chávez, no saldríamos de Chávez más nunca.

Si se consolidara la «revolución», el reclamo de nuestros hijos no será precisamente el de «¡ingenuos!». Cualquiera que sea el calificativo, nos lo habremos merecido.

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