Inseguridad ciudadana y su relación con el “Atrasismo”

A raíz del artículo anterior (Inseguridad ciudadana: una reflexión necesaria) un amigo residenciado en Santiago de Chile me envió copia de otro elaborado por el intelectual Marcos Aguinis ((%=Link(«http://www.aguinis.net»,»aguinis.net»)%)/), publicado el 02-07-2010 en el Diario La Nación de Argentina, en el cual realiza un amplio análisis sobre el problema de la pobreza, la miseria y la marginalidad social en varios países latinoamericanos. Sin lugar a dudas, una de las consecuencias directas de la creciente pobreza material y espiritual se expresa a través del incremento de la inseguridad ciudadana toda vez que define una matriz-problema que relaciona los aspectos social, cultural, económico, educativo y político de un país. Esa es la cruda realidad de la Venezuela de hoy en la que la inseguridad ha crecido en forma muy significativa en la primera década del siglo XXI, pero junto a él también se ha hecho sentir el constante reclamo a las autoridades de parte de los ciudadanos, para que trabajen contra la expansión de este problema. Pero no solo basta con reclamar, sino que las comunidades exigen con mayor insistencia una mayor información y conocimiento, en términos de causas, consecuencias y posibles soluciones de esta problemática, ya que la inseguridad ciudadana no diferencia estratos sociales, porque perciben que es una de las causas más importantes del atraso de un país como Venezuela. Según el escritor Horacio Vázquez-Rial, citado por Aguinis en su artículo, el «atrasismo» se ha convertido en una nueva ideología cuyo objetivo es rechazar toda idea de progreso eficaz y sostenido de las comunidades, hundiéndolas en el atraso social, económico, cultural y político. Esa ideología ha venido siendo inculcada en Venezuela con mucho ahínco en la psiquis del venezolano común por parte del Estado en los últimos once años, porque una cosa es amar a los pobres y marginados y otra muy distinta es ayudarlos a superar la miseria. En efecto, el “Atrasismo” define sus “principios” con base en la criminalización del capitalismo, considerándolo como el enemigo número uno de la sociedad, de allí la insensata propuesta de destruirlo. Desde esta perspectiva, el “Atrasismo” es contrario a los principios que definen el Desarrollo Humano Sostenible necesario para el surgimiento y consolidación de una Democracia Social y de Justicia, en armonía con su entorno ambiental, cuyo propósito principal es la transformación del capitalismo en otro sistema en el cual no exista degradación social y ambiental, pobreza, desempleo, miseria, inequidad, delincuencia, corrupción, inseguridad ciudadana, entre otros flagelos. El “Atrasismo” como ideología sólo quiere la descomposición y ruina del capitalismo; en cambio una Democracia Social, en función del Desarrollo Humano Sostenible, estimula la composición de un sistema socio-político superior al capitalismo sin destruirlo toda vez que su meta es lograr el predominio de la Riqueza Social basada en la racionalidad ambiental. Por el contrario, el “Atrasismo” es conducente al restablecimiento de regímenes retrógrados fundamentados en la irracionalidad del autoritarismo, el abuso de poder, la dominación, la corrupción y demás lacras propias de la autocracia, la tiranía y de los gobiernos déspotas y personalistas como el que rige hoy en Venezuela. Inseguridad ciudadana y “Atrasismo” son caras de una misma moneda apuntaladas por factores como la delincuencia y transgresión de la ley, desempleo, segregación social, cambios en el nivel de vida y concentración de problemas sociales, entre otros condicionantes de baja calidad de vida del entorno. De allí que la pobreza y la exclusión social son las energías disponibles que empujan la inseguridad ciudadana y el “Atrasismo”, problemas a los cuales están cada vez más expuestas las comunidades. Reitero el llamado a los electores trujillanos para que me contacten a través de los teléfonos 0416-672.0175 y el 0412-790.1640, o por medio de los correos: [email protected] y [email protected], con el fin de realizar un intercambio de ideas y comenzar desde ya a hacer un “parlamentarismo de calle” para atender las exigencias y oír las sugerencias o propuestas que tengan a bien formular sobre este problema u otro aspecto de interés social.