Opinión Nacional

Jairo Páez: Petróleo dictadura democracia y este gobierno…

Cada día que pasa me convenzo de que la izquierda debe aterrizar; recuerdo que en dialogo hablado y escrito con el catedrático Roberto López, le apuntaba la necesidad de conocer en profundidad las relaciones económicas de producción local; pues, sin la aprehensión de éstas, es muy difícil que se gobierne con efectividad, eficacia y eficiencia al mismo tiempo, ya que no hay conocimiento de causa. Al leer el libro de este abogado zuliano, reafirmo lo dicho: Sin escudriñar la entidad federal, lo real concreto de Maracaibo y el Zulia en general, la izquierda vivirá en la denuncia  y el escándolo,  que hizo su aparición con el difunto Luís Hómez, se concretó en el seudo humanismo fofo de la gestión poética de la Lola Aniyar de Castro y se hundió en la mascarada del golpista de Arias Cárdenas, suma del cinismo con base en un supuesto militarismo progresista, quien hizo su agosto en el Palacio de los Cóndores.

Jairo Páez a quien no le conozco en lo personal, de él sólo tengo referencia cuando le leía en el periódico de la familia dueña de la Cuenca del Lago y sus alrededores. Por cierto, haciendo digresión el difunto deja a su hija en la presidencia del periódico de la mentira, y en casi cuarenta años escriben su primera editorial titulada Seguiremos adelante, como reafirmando Seguiremos jodiendo a este pueblo bocón. El Sr. Jairo,  abogado de profesión, periodista por vocación como él mismo dice; líder estudiantil en sus tiempos mozos, militante de Acción Democrática (A.D.) y luego del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR); por causa que no explica-no tiene por que hacerlo- baja la bandera, se refugia en el ejercicio privado del derecho, la cátedra universitaria y se alienta como productor agropecuario, sector donde logra directiva en los organismos que le agrupan en el Zulia. Un mariano en apariencia  progresista a su manera, confeso defensor del libre mercado, militante del trabajo como premisa para progresar y un hombre que respira con su pluma una visión  ética-moral de vida. Autor de los libros: Apuntes sobre la vida universitaria, La cuenca agrícola y pecuaria, La filiación natural; además de ensayista y articulista de periódicos y revistas varias.

El libro a comentar se inscribe en la comienzo del milenio, cuando el aprendiz de dictador, como bien calificaría para aquel entonces el Sr. Canache Mata al actual presidente de la nación; daba ya atisbo del rumbo incierto para la mayoría de los venezolanos, quienes obnubilados con el velo de malla de la retórica Chávez, sólo querían negar el pasado puntofijista a rajatabla, a cambio del nuevo Mesías en Miraflores. Posición ante el acontecer nacional, reflexiones, propuestas y esperanzas con base en lo cierto, suda la pluma de Páez, que sin avalar del todo su concepción ideológica política, económica y cultural; no obstante, encontramos en él puntos comunes, para quien como el suscrito ha combatió al barinès antes de que llegara al poder, en las páginas del extinto vespertino La Tarde del Zulia.

Se sabe que el petróleo hizo modernidad y estragos en el venezolano de a pie, el renombrado Excremento del Diablo, del extinto Pablo P. Alfonso, si no nos ha hundido definitivamente; en actualidad nos convierte por lineamiento presidencial en simple Emirato Árabe, con la diferencia que aquellos ahorran e invierten, y el nieto de Maisanta regala y bota los petrodólares. Ahora la criticidad ajustada de dicha deformación no nos puede llevar al extremismo de Páez de una privatización per se; levantarle un santuario a las transnacionales petroleras, las mismas que desde Gómez y hoy con el transnacionalismo multipolar chavista, siguen beneficiándose en contra del interés nacional y popular. Si bien el esquema rentístico sirve para beneficiar ayer a los Amos del Valle y hoy a la Boliburguesìa, con las dadivas consecuentes para la burocracia, un sindicalismo de mal cuño y los gestores de toda laya; una realidad de siempre será que el líder de las políticas públicas debe ser el estado, sobre todo en industrias que nos identifican con ventajas competitivas y estratégicas en el ámbito mundial. No se deja de avalar la posible inversión extranjera y nacional en los grandes proyectos, que una industria tecnologizada como la petrolera exige; pero todo enmarcado en la política de crecimiento y sobre todo de desarrollo económico, que haya diseñado un estado productor y no fiscalista, como el que se tiene Por Ahora.

 

En el desarrollo de su libro Páez a veces transmite una añoranza sentida por la necesaria vuelta al campo; la tierra, la siembra y el ganado, territorio de donde viene el autor por generaciones, reafirma una especie de fisiocràtismo, mezcla de pensar que en el agricultura está el desarrollo económico, con latigazos morales fundados en el trabajo y defensa a ultranza del dejar hacer, dejar pasar. Para nada alude el abogado el problema de la tierra en la subregiòn perijanera, ni remota referencia del negrero Chourio, quien junto a los franciscanos del Convento de la Plaza Baratl, fueron quienes diezmaron a los aborígenes de la cuenca a favor de los terratenientes de la actualidad. Lo dicho no me lleva a  desconocer la realidad en los organismos atinentes al programa agrario, donde se ha parcelado al elemento extranjero, específicamente colombiano; que no es sólo un proyecto de la guerrillera neogradanina, sino parte de la estrategia del Palacio de Nariño de irse apoderando del Zulia y el Táchira, para darle más consistencia al Departamento del Norte de Santander; planteamiento que comparto con el escritor; sin que ello me haga tampoco desconocer la explotación que muchos ganaderos hacen del nativo colombiano, en condiciones de gleba para éstos.

Como productor agropecuario no deja de decirnos Páez la diferencia entre la seguridad alimentaria y el abastecimiento. En un país rentístico con la avidez de una burguesía y políticos sin visión de futuro, dupla mortal, la nación se ha convertido a casi una década de la edición del libro, en lo que preconizaba el ensayista: Un verdadero Emirato Árabe pero botarate, donde la chequera loca de Miraflores a favor de Cuba, Nicaragua y Ecuador prosigue, y pactos petroleros como el de San José se ratifican, sin nada a cambio para Venezuela, en una especie de Imperialismo Bobo, que pregona el presidente Chávez. El endeudamiento se exponenciò, los recursos de la bonanza petrolera como ayer, hoy no fueron ejecutados en proyectos que nos convirtieran en un país primer mundista, como apuntaba Páez en el año dos mil. La consecuencia lógica: un citadino pedigüeño, alimentado por las misiones, metamorfosis del Plan de Emergencia de Wolfang, Larràzabal al comienzo de la era puntofijista; indiferente a su devenir histórico, sin identidad nacional menos regional y local.

País escindido, sin institucionalidad operante; con un poder moral que da risa, la picardía criolla hace de las suyas. La marcha hacia atrás del proceso de descentralización política-administrativa, sin posibilidad menos de una Ley de Hacienda Pública Estatal; estamos a años luz del federalismo defendido por Páez y compartido en la diferencias. La república hecha añicos en sus finanzas públicas, el misionismo ganó la partida, el hombre y mujer- que no ciudadanos- apuestan por el mal gusto y la rochela; el imperialismo colombiano después de más de cuatro décadas se arraigó en regiones como el Zulia, donde el nativo no responde a lo propio ni por lo propio; y cachacos, aborígenes y mestizos de ese país, nos imponen su estilo de vida con violencia al ritmo del vallenato. Sin liderazgo en la región, o bien la mentirilla que fue y seguirá siendo El Sultán del Zulia en el Perú,  el modelo centro-periferia en nada nos favorece ,  a no ser para llenarle la botija al centralismo caraqueño con sus Amos del Valle y Boliburgueses; mientras por otro lado los colombianos sobrepasan el tercio de la población, dominando el eje de la economía comercial. La nula identificación con lo propio, nada del sentido de pertenencia menos una visión de futuro, con una burguesía de cartón robándose ella misma con casos como la Vuelta y un hombre y mujer, transeúntes del jolgorio, veo un Zulia como camino de paso, ruta de piratas y bucaneros, desapareciendo sin ninguna civilización. Tal vez una vuelta como alquiler a los actuales welsares, quienes con su pensamiento filosòfico y desarrollo cientìfico-tecnològico, podrìan servir de contrachoque al imperialismo multipolar y el norteamericano, ambos redes para una regiòn, que tiene todo para ser un paìs

Libro febril escrito por un pequeño burgués de vocación productora, creyente y practicante católico, un hombre de rectitud moral forjado en la disciplina familiar, que nos dice para finalizar el ideario de su vida: “Moral y moralidad son, para el ciudadano, recostar su cabeza en la almohada y dormir sin sobresaltos ni pesadillas. Es creer en el Dios de cada cual, rezando y cumpliendo con todos y cada uno de sus fundamentos. Es no desear la mujer del prójimo, ni vivir del trabajo de los demás, del robo, de la extorsión, de la vacuna y los secuestros. Es ser venezolano universal, pero sin prestarse a cumplir el papel de tonto útil al servicio de intereses políticos, que todavía, por ahora, se mantienen en el lado contrario a los criterios de quienes nos gobiernan, pero sin poder hacer nada, porque ellos están esperando el milagro de la Constitución, de la nueva república y de la Revolución Democrática y en paz.”. Un hombre que puede decir más allá de su visión clasista, he cumplido y sigo cumpliendo; en la actualidad debe rondar los setenta años y de seguro laborando en el campo y en el bufete, yendo religiosamente a oír su misa de tres en la iglesia católica más cercana. Jairo Páez se inscribe en la forja de la zulianidad desde Maracaibo, asentado por labores agropecuarias en el Municipio Machiques de Perijà, el casi único municipio que en otros tiempos combatió de frente al Atila del Zulia, Venancio Pulgar.

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