Opinión Nacional

La casa de la democracia

En la reunión con la oposición Rodríguez Zapatero dijo que la sede de la embajada española sería “la casa de la democracia”. Esas palabras en su boca cobran una importancia capital para la vapuleada democracia venezolana, ya que son un reconocimiento tácito sobre lo que ocurre en nuestro país. De lo contrario no tendría ningún sentido haberlas pronunciado. Menuda tarea le puso al embajador Morodo, quien dicho sea de paso jugó un papel significativo durante la transición política española (hacia la democracia) después de la muerte del dictador Francisco Franco. En su libro La transición política, Morodo, describe –con lujo de detalles y mucha agudeza– ¬como se fue formando el sistema cerrado de la legalidad totalitaria que construyó el franquismo y la concentración de plenos poderes en manos del caudillo de España.

Posteriormente en la Asamblea Nacional, Rodríguez Zapatero, destacó la importancia de la apertura de un proceso de diálogo en el país. Pero claro está, no sobre la base que ha planteado el gobierno en algunas oportunidades (sobre todo cuando se ha sentido debilitado) menospreciando totalmente a la oposición democrática. Sino un diálogo construido sobre el respeto al adversario (reconocer su existencia), en condiciones de veracidad y buena fe y con reglas de juego bien definidas. Sí y solo sí se dan estas condiciones –dijo Rodríguez Zapatero– un gobierno, que se considere democrático, podrá superar las crisis políticas originadas en sociedades altamente polarizadas, como ocurre en nuestro caso. Pero, como todos conocemos la visión unidimensional de la política que tiene Chávez (sustentada en un proyecto político hegemónico y autocrático), no podemos hacernos ilusiones de que este llamado pueda servir para corregir la deriva autoritaria que –aceleradamente– está tomado el régimen, sobre todo cuando las persecuciones contra la oposición se tornan más cruentas y ostensibles.

Rodríguez Zapatero debería tener en cuenta que Venezuela no se merece el destino de ser solamente un país comprador de cuanta cosa se le ocurra al presidente; y debería recordar, también, que nuestro país, jugó un papel bien importante durante el proceso de la transición política española. De tal manera que la casa de la democracia –en que él, acertadamente, convirtió a la embajada de España en Caracas– deberá cobrar un sentido real y verdadero y, no quedarse solamente, en palabras de ocasión para satisfacer a un auditorio ayuno de paz. La de “casa de la democracia” no significa solamente, abrir las puertas a la oposición democrática para la discusión, sino trabajar con denuedo ¬¬–conjuntamente con la Unión Europea y otros países– por la promoción del sistema de libertades y por la recuperación de la autonomía de las instituciones. En suma, trabajar por la convivencia democrática.

También es necesario tener un árbitro electoral confiable, que le garantice a los venezolanos ¬procesos electorales limpios y transparentes, sin el ventajismo grosero del que hasta ahora ha hecho gala el gobierno. Que asegure que los listados electorales no van a ser utilizados para perseguir y discriminar a nadie, como hizo el diputado Gascón con la publicación de las listas con los nombres de los millones de firmantes de la solicitud del referéndum revocatorio presidencial.

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