Opinión Nacional

La ceguera del teniente coronel

A despecho de su obscena obsecuencia y su innoble destemplanza, particularmente cuando ejerce de Marciano – el Otro Yo del Doctor Merengue – tiene José Vicente Rangel perfecta conciencia de la extrema gravedad de la situación porque atraviesa el país y del abismo que comienza a abrirse a los pies del teniente coronel. Para saberlo basta con tener los ojos abiertos y dos dedos de frente. Y él los tiene. Podrá achacársele doblez e insidioso maquiavelismo al más intrigante de los políticos del patio pero nadie podrá atribuirle el menor signo de estulticia.

Como Marciano, también Diosdado debe estar en autos acerca de la breve y estrecha vida que le va quedando a quien ha roto todos los puentes, cometido todos los errores y ya comienza a flotar en la inconciencia de la nada, sin más respaldo que el frágil y desechable de su apoyatura civil. El clásico 3% histórico, del cual los talibanes en el poder son la más cruel y descarnada expresión. Que precisamente en el día de hoy, cuando se cumplen once años de la asunción de mando, los comandantes del 4F y sus más cercanos y lúcidos colaboradores de entonces, como Alvarenga, Dávila y Luis Miquilena propicien la más honorable de las salidas – su renuncia – es prueba del frágil sostén que lo mantiene semi erguido.

Salvo estultos irremediables como el ministro Navarro y su más cercano entorno – mantenido a suficiente distancia por los anillos de seguridad cubanos – nadie que ocupe algunos minutos de vigilia en analizar y pensar acerca de la situación puede siquiera imaginar que Hugo Chávez tenga cuerda como para estar en el cargo un día más allá del fin del período, no se diga otros once años en el Poder. Ni en broma. En lugar de esgrimir la torpe amenaza de pretender quedarse otros once años en el poder, que se esfuerce sanamente  por arribar al fin de su período. Se lo agradeceremos todos. Lo contrario, ni siquiera en un vacuo ejercicio de bravuconería. Así sea para aparentar fortaleza y espantar incautos. Chávez – lo dijo el editorialista del Washington Post hace unos días y desde su privilegiado observatorio estará suficientemente informado – está perdido. Matemática pura. Podemos imaginar que se refería al entorno internacional, sacudido por los hechos de Honduras y el triunfo de Sebastián Piñera, pero perfectamente consciente de que la banda de los Kirchner no resiste otro proceso electoral. Y de que Lula deberá hacer filigranas para mantener en lisa a su candidata. Chávez – véase su trasnochada y estúpida propuesta – no tiene el más mínimo futuro. Se farreó una década de colosales ingresos y de una apabullante popularidad en aras de su soberbia mediocridad y su infantil e ingenua auto valoración. Llegó al llegadero y no tiene quién le escriba, que no sean los encapuchados de la UCV.

Llegó en consecuencia el tiempo de preparar la retirada y recoger cuerda. Para él y los suyos. Incluido Marciano. Incluido Diosdado. Tiempo de cerrar la cajita de Pandora, atar los fantasmas y preparar la más honrosa, la más soportable, la menos traumática de las retiradas. Volverse a casa. ¿No hay, ante un hecho tan evidente, ante la renuncia de Carrizales y el profundo descontento que parece hervir en el interior del que fuera en mal momento su gran partido político, nadie que le recuerde la famosa conseja de Llovera Páez a Pérez Jiménez : vámonos, General, que el pescuezo no retoña? ¿Y le aconseje prudencia, cerrar la boca y comenzar a mostrar un ápice de humildad? Comenzó el odio. Sus bravuconadas no hacen más que acrecentarlo. Un poco de silencio lo protegerá de las tempestades. ¿No hay quién se lo recomiende?

No hay caso. Como decían los antiguos, Dios ciega a quienes quiere perder. Y castiga sin piedra ni palo.

 

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