Opinión Nacional

La Ciencia Política: Una empresa de ruptura

La realidad política mundial, regional y particularmente de Venezuela, conforman sin lugar a dudas un laboratorio nunca antes visto, dada la riquezas de fenómenos, algunos totalmente innovadores que ocurren día a día y que ciertamente demandan una explicación seria y en la medida de lo posible científica. Entre otras cosas, registramos un proceso general de transformación de la política (la forma de concebirla y practicarla), paralelo a esto ocurren y se desprenden una serie de fenómenos, desde la evidente globalización de la economía, la inminente desarticulación y destradicionalización de los actores políticos, pasando por el agotamiento de los partidos tradicionales, la institucionalización del flagelo de la corrupción, el resurgimiento de viejas ideologías (nacionalismo, nazismo, etc) hasta la irrupción con gran fuerza de liderazgos mesiánicos y neopopulistas (Menem, Bucaram, Fujimori, Chávez, etc, etc.) y fundamentalismos diversos.

Estas cuestiones repito, exigen una respuesta y explicación por parte de las llamadas ciencias sociales, y particularmente por parte de sociología y ciencia política. En este sentido, creemos que los instrumentos y herramientas de análisis, las perspectivas teórico – metodológicas, los diversos enfoques y los aportes de los autores clásicos y neoclásicos de ambas disciplinas, tienen mucho que decir y dar en la convulsión y reordenamiento actual que caracteriza a la política, el funcionamiento del Estado y la propia evolución de la sociedad.

Sin embargo, el quehacer politológico y sociológico aparte de haber sido desvirtuado por algunos practicantes (alojados en la COPRE, Cancillería, Embajadas, Partidos políticos nuevos y viejos, algunas gobernaciones y demás instituciones y organizaciones) ha sido confundido con una serie de manifestaciones y diversas hierbas que tienen en común no distinguir el sentido común del hecho y explicación científica, igualmente se observa en estos practicantes o diagnosticadores una total ausencia de crítica.

Asimismo reconocemos que el sentido común constituye y se presenta como una de las formas de conocimiento hasta ahora conocidas, pero la realidad de hoy, esta demandando explicaciones y propuestas de análisis que rompan y transciendan precisamente ese sentido común y la llamada “sociología espontánea” como afirmara oportunamente hace algunos años el epistemólogo Gastón Bacherlad.

En este sentido, la propuesta de Bacherlad se estructura y encamina hacia la imperante necesidad de producir una diferenciación y ruptura con el sentido común. Más aún precisa el autor “la opinión piensa mal, no piensa y traduce las necesidades en conocimiento. El espíritu científico nos prohíbe tener una opinión sobre cuestiones que no comprendemos”.

Una investigación y estudio que se estime y etiquete de seria y científica (sin caer en cientificismo) no puede sustentarse y peor aún quedarse en prenociones, aceptamos que muchas de las investigaciones surgen o se establecen partiendo de unas cuantas prenociones (sentido común). En una necesaria reflexión encontramos que para el investigador no existe, como para el físico, una separación neta entre el laboratorio y la vida cotidiana. Por oposición al sociólogo y al politólogo que son los sabios de su propia práctica y quehacer. Sin embargo y por oposición a este hecho y razonamiento, no podemos desconocer que en ciertos momentos la sociología y la politología, y con ellas sus misioneros y soldados, lejos de romper con las prenociones y especulaciones, acaban ayudando en la interpretación ideológica que se tiene de un determinado hecho o proceso político, buscando incluso su legitimación científica. Venezuela en estos últimos años se presenta como un ejemplo de esta distorsión.

A los politólogos nos corresponde entre otras cosas demostrar que el empirismo aparte de conformar una actitud fácil, constituye una corriente de grandes y a veces erradas ilusiones. La politología exigida, seria y rigurosa, no puede jamás agotarse en las encuestas, sondeos, índices y cuantificaciones matemáticas, sino que va más allá, es más ambiciosa y se constituye a partir de un corpus teórico, un método y objeto definido.

En el mismo orden de ideas, no podemos desconocer que en más de una oportunidad la sociología y la propia ciencia política han sido tentadas y seducidas por las ilusiones y el facilismo del empirismo, pero repito la cuestión es más rica y seria, y por supuesto va más allá. Más aún, la obsesión que en algún momento nos puede embargar por un determinado método estadístico o índice matemático (muy exacto pero que no da cuenta de nada) nos puede hacer perder la visión real de conjunto (mucho más rica) de un determinado problema y de la propia realidad.

La ciencia política contemporánea no puede ser (de acuerdo con Charles Wrigt Mills) una gran tapicería en cuyos cuatro lados los obreros trabajarían por cuenta propia los trozos de tapicería, sea cual fuere su forma, no podrían unirse mecánicamente, pieza tras pieza, y dar un conjunto. Frente a esto no nos queda más que señalar que la actividad politológica procede por etapas, la primera es la ruptura, la segunda la construcción y la tercera la verificación. Estas tres etapas deben conformar nuestro vértice en lo que respecta al abordaje y estudio de una determinada realidad y fenómeno político.

El empirismo y la afición a los índices y elaboraciones matemáticas, con sus respectivos tecnicismos, no son más que una forma sofisticada de POLITOLOGÍA ESPONTÁNEA.. Por oposición a un verdadero modelo teórico el cual según Pierre Bourdeau seria un plano, un sistema de relaciones entre las propiedades seleccionadas, abstractas y simplificadas, construido conscientemente con fines de descripción, explicación y previsión.

De forma tal que nos distanciamos de aquellos que señalan que la ciencia política debe dar paso y prioridad a las formas de producción de conocimiento que utilizan la cuantificación y las demostraciones matemáticas como guía . Es cierto que unas medidas cuantitativas apropiadas, pueden ayudarnos a abordar problemas de la investigación y, del mismo modo el razonamiento matemático puede mejorar la capacidad para elaborar ideas. Sin embargo, también es bueno recordar que el análisis histórico, institucional o del discurso pueden darnos ideas que esos métodos cuantitativos no aportan o se aproximan de manera muy vaga.

Finalmente, y recordando nuestro articulo La ciencia política en el umbral del tercer milenio (Economía Hoy 27/04/99 P.8) diremos con una profunda convicción y sensatez que estamos a favor de una ciencia política que capte la riqueza de la experiencia humana social y política en toda su dimensión, y no en una disciplina que por alcanzar el respeto profesional, convierta en fetiches ciertas técnicas o formas de conocimiento eso sería ya lo dijimos la castración de la ciencia política y con ella los politólogos.

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