Opinión Nacional

La complicación

Tras la reciente publicación de la última obra del filosofo francés Claude Lefort Le temps présent , uno de sus ensayos de mayor impacto publicado en 1999, ha cobrado de nuevo actualidad. Se trata de La complicación, obra inspirada en su propia experiencia personal pues  tras haber adherido al marxismo y leído Escogí la libertad de Kravatchenko, (1947), el impacto que le causó fue tan hondo, que orientó desde entonces su reflexión hacia el estudio del totalitarismo comunista. La complicación, su obra más acabada sobe le tema, terminó de gestarse tras la publicación de dos obras sobre el comunismo que causaron un profundo impacto en su momento: El pasado de una ilusión de François Furet,(1995) y La tragedia soviética de Martin Malia (1995). Claude Lefort consideró que era necesario completar la visión de ambos investigadores acerca del fenómeno comunista edificado en URSS, porque lo consideraba como un modelo de dominación de un “género desconocido”, que hubiera sido difícil imaginarlo con anterioridad: incluso, lo considera aún más “enigmático que el fascista”. 

El término de ilusión empleado por Furet, no podía considerarlo el autor como el resorte del sistema soviético y de su política erigida como un modelo de exportación para el resto del mundo. Como tampoco concordaba con la idea de Malia de buscar la respuesta en la historia de la revolución rusa, la cual veía regida por la utopía del socialismo en la versión marxista. Ambas consideraciones, aunque legitimas, según Lefort, no arrojan a cabalidad la explicación acerca de la naturaleza del régimen y del hecho de haberse desmoronado sin haber sucumbido a una derrota militar. Para Lefort, en el totalitarismo comunista, el partido, su núcleo dirigente o su guía supremo, disponían de los medios de decisión y de coerción de los medios de información y de propaganda. De allí que el partido se presentara como un poder social, en el cual se imprimía la ley y el saber  y por ende, de él se desprendía la obligación de incorporarse a la comunidad soviética y la necesidad de organizarse conforme a la racionalidad de la división del trabajo.

 
Totalitario sería el modo de dominación en el cual se diluyen los signos de la división entre dominantes y dominados, lo signos que distinguen el poder, la ley, el saber, los signos de diferenciación de las esferas de la actividad humana, de manera a encerrar en el marco de lo supuestamente real el principio de las instituciones de lo social operando un cierre de lo social sobre sí mismo. En este sentido, opina Lefort, debemos reconocer de que estamos ante una innovación histórica. Proceso imprevisible, del cual, apunta el autor, más vale interrogarse sobre la manera cómo se presenta, y se deben desentrañar las razones concretas, por lo que se le debe tratar  como un “hecho social total” a la manera de la antropología social de Marcel Mauss, apoyándose, más que en las ideas, en los individuos, y en el comportamiento de los grupos humanos. Este tipo de totalitarismo exige comprender la trama íntima de los hechos políticos los cuales no pueden ser esclarecidos mediante el análisis y las justificaciones de “la política” de sus dirigentes, sino mediante el estudio de una nueva institución: la del partido bolchevique que no se parece a ningún otro, cuyas reglas no comunican el sentido de las representaciones que gobiernan, o que vehiculan, ni el comportamiento de sus miembros. Se trata de saber cómo se origina la inclusión de los individuos en un cuerpo colectivo y cómo se opera la plena eficacia de la organización ; hechos acerca de los que la ideología no nos da la clave. Los hechos sociales se esclarecen cuando se examina, no sólo la destrucción de las antiguas relaciones de clase, sino también la formación de las “nuevas discriminaciones y de las nuevas jerarquías sociales”. En esa nueva institución partidaria, los hechos jurídicos no emanan sólo de la nueva Constitución promulgada por el partido-Estado, sino de la instauración de una legalidad que anula las distinciones que existía con anterioridad entre lo legal y lo ilegal. Los hechos morales no deben analizarse a la luz de la nueva ética proclamada, sino en la practica que consiste en eliminar, sin remordimientos, grupos de individuos a los cuales se les endosa el papel de enemigos del pueblo. Los hechos psíquicos estarán regidos por un sistema de pensamiento que implica la abolición del Sujeto y la fusión del individuo en el “Nosotros” comunista.

 
Claude Lefort no niega la parte de ilusión que pueda haber intervenido en el origen del totalitarismo comunista, pero cree más pertinente, aunque pueda escandalizar a algunos, que el éxito del que gozó ese modelo totalitario – que todavía impera en Cuba y tiene todos los visos de  implantarse en Venezuela – se debió a que  abría la posibilidad de la formación de un partido-Estado y con él, el surgimiento de una nueva elite. Este nuevo modelo fue lo que  ejerció una atracción formidable que repercutió en el mundo entero, y no la idea de una sociedad libre de la explotación de clases en la que todos gozaran de los mismo derechos.

Concluye Lefort apuntando que el régimen totalitario comunista, no sólo por la oposición al régimen democrático, sino por su propósito de destruir las fundamentos de la sociedad política “no deja lugar a la neutralidad”, por lo que constituye un reto al pensamiento al ponernos frente a la complicación de la historia.

 
Cualquier parecido con la Venezuela de hoy no es mera coincidencia.

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