Opinión Nacional

La crisis de la prensa política (impresa)

Harto sospechosa la crisis de los medios convencionales dedicados a la política, en los tiempos de una supuesta revolución. Tratándose aún de una presunción, las defensas y los ataques que padece suelen desarticularse con prontitud, como si fuese insostenible por definición otro proyecto político de confirmación o de reemplazo.

Una somera revisión de las viejas hemerotecas, da cuenta de numerosas publicaciones impresas que tuvieron por especialidad el tema político. Diarios y revistas que los ventilaban con cierta credibilidad, coherencia y profundidad, pueden sorprender por la muy reducida oferta actual.

Diaria, semanal o quincenalmente, el público lector acudía a la interpretación de la noticia que le fuese más fiable. Bimensual o semestralmente, encontraba ya versiones mejor sintonizadas con una determinada perspectiva ideológica, más de las veces difícil de introducir en el enfoque cotidiano de los eventos.

Movimientos y partidos políticos, incluso, brillaron por sus manifestaciones impresas. No se entiende el proceso independentista sin la Gazeta de Caracas o El Correo del Orinoco, y tampoco lo que – después – representaron El Venezolano de Antonio Leocadio Guzmán y Tomás Lander, El Martillo o Tribuna Popular del PCV, El País de AD, El Gráfico o Al Cierre de COPEI, por citar algunos ejemplos.

Notamos largas etapas en las que los semanarios, incluso, humorísticos, daban un distinto acento al debate. Independientemente de las tendencias de pensamiento representadas, cualquier persona de mediana edad puede recordar los nombres de aquellas revistas que intentaban ahondar un poco más sobre los acontecimientos, con el aporte de profesionales de otras disciplinas.

Además, también hubo un auge de los medios dedicados al espectáculo principalmente televisivo, entiendo que ahora extremadamente reducidos. Claro está, hay razones valederas para el agotamiento de los impresos, resumido en la existencia de la infopista que permite a todos, aún no siendo periodistas, consignar los más diversos pareceres.

Internet, por si fuese poco, sobrevive a cualquier intento de censura o de auto-censura, exhibiendo las promesas plausibles de la hipertextualidad. Pocas fotografías o videos, en medio del imperio iconográfico, tardan en llegar al internauta interesado, aunque – ocurre frecuentemente – el éxito de una publicación virtual tienta a crear y cobrar las suscripciones.

Plena de dificultades se ofrece hoy la pretensión de servirse de una imprenta, constante y sonante, para trepar todas las calles del público interesado en los asuntos políticos. A la propia impresión de los materiales, se suma la complejidad de la distribución y el hallazgo de suficientes avisos publicitarios que puedan sostener tan aventurada empresa.

Dependiendo de la conformación de específicas organizaciones sociales y políticas, su membresía por lo general consulta la www. Sin embargo, cifras más o menos recientes, consagran un amplio y extendido analfabetismo digital que sólo lo compensan los comentarios personales y la lectura veloz de alguna folletería.

Los impresos políticos sólo es viable para los partidarios del gobierno, quienes más de las veces ensayan toda suerte de formatos, sociedades e influencias para la captura del aviso oficial que los ayude a mantener algunos números, mientras esperan por otro favor que los obliga a refundar el medio. La oposición tiene en la práctica vedada toda posibilidad de una publicación de gran calado y alcance, pues los anunciantes temen por la cacería tributaria u otra que siempre tiene abierta el poder establecido.

La intolerancia obra en todo poro político descubierto y poco fácil será reeditar experiencias como Deslinde, publicación de inspiración marxista de finales de los sesenta que citamos a modo de ilustración. En la Hemeroteca Nacional pueden verse los números iniciales, en papel “glasé”, seguramente auspiciado y sostenido por personas ligadas a la Universidad Central, después convertido en un periódico del PCV y del MAS, antecesor de Punto. Sin embargo, sobrando los ejemplos, en la actualidad, la mayor sospecha obra no sólo en la eficiencia de los medios digitales, sino en la desconfianza y rechazo que la materia política e ideológica encuentra en los adversarios o partidarios del gobierno.

En efecto, habitantes de una revolución, poco interesa la política y su conflictividad desde el ángulo de las ideas, haciendo sospechosa a la propia revolución. Quizá una suscripción privada puede resolver el problema del dirigente, empresario, sindicalista o gremialista interesado en la presentación y discusión del proyecto de presupuesto nacional, por lo que no tendrá que esperar a la autorizada opinión de un Mauricio García Araujo que la probaba en la extinta revista “Resumen”, a la mano de cualquier ciudadano.

Modesta convicción, los websites de los partidos lucen solitarios y escasas publicaciones – como Venezuela Analítica – atraen el interés de los internautas. Prefieren defender o atacar al chavezato y al chavismo desde los escabrosos caminos del estereotipo, el estigma o la ridiculización, sin avistar algo más de fondo en el problema que ha suscitado, pero ocurre que esos caminos son ciegos y obligan a la devolución.

Reivindicar la prensa política convencional o digital, constituye otro desafío en un mercado que conquista toda su profundidad en lo superficial. Y, ojalá, la transición democrática en un futuro recupere tan preciosos espacios de imaginación ciudadana.

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