Opinión Nacional

La debilidad del gobierno de Maduro

No lo digo yo, lo afirman las encuestas y las opiniones de partidarios históricos del régimen chavista. Los estudios de opinión realizados últimamente por todas las encuestadoras nos muestran a un gobierno, que utilizando una inteligente frase de Fernando Rodríguez, se tambalea… Así también lo ratifican las declaraciones de Heinz Dieterich, inspirador del Socialismo del Siglo XXI, y las de Felipe Pérez, ex ministro de Planificación. El primero, afirma terminantemente: «Si no toma medidas inteligentes y drásticas de manera inmediata en lo económico y político, tiene los meses contados”. El segundo, de manera casi clarividente, mantiene: «He conversado con militares de inteligencia, que monitorean estas cosas, tanto en el pueblo como en la Fuerza Armada, y me dicen que la cosa se cae”.

Esta delicada situación ha surgido como consecuencia de un conjunto de errores políticos y económicos cometidos por Nicolás Maduro que comprometen la estabilidad de su gobierno. El primero, organizar aquella tramoya para encargarse de la presidencia de la República, inmediatamente después de la muerte de Hugo Chávez, con el fin de promocionar su candidatura presidencial. El segundo, no aceptar el reconteo de los votos utilizando los cuadernos de votación, como lo exigió la oposición, existiendo una diferencia de votos tan pequeña. El tercero, no haber presentado al CNE la documentación que lo acreditaba como venezolano por nacimiento y no probar esta realidad al ser cuestionada su nacionalidad. Estos errores políticos han comprometido totalmente su legitimidad de origen.

Esta compleja situación que enfrenta Nicolás Maduro, se ha visto aún más comprometida por la herencia económica recibida del gobierno anterior. La verdad, la única verdad, es que el desorden administrativo impuesto por Hugo Chávez facilitó el saqueo de nuestra riqueza petrolera, el colapso de las reservas internacionales, la escasez crónica de dólares, la inflación galopante, la quiebra de las empresas nacionalizadas, la disminución de la producción nacional, las exageradas importaciones y pare usted de contar. Esta crisis económica exige para enfrentarla de un plan de ajuste tan severo como el aplicado por Mariano Rajoy en España, que después de varios años de riguroso orden fiscal empieza a mejorar la situación económica y no esas medidas inconexas que nos leyó Maduro que sólo lograrán ampliar la crisis nacional.

Las elecciones de diciembre no resolverán la falta de legitimidad de Nicolás Maduro. Al contrario, la derrota casi segura del oficialismo colocará en primer plano nacional la urgente necesidad de encontrarle una alternativa a tan delicado asunto. Algunos analistas plantean que la solución es esperar las elecciones parlamentarias, de manera tal que al ganar la oposición, la asamblea nacional solicite la renuncia a Maduro. Lamentablemente, falta mucho tiempo. De allí que considere vital para el destino de Venezuela explorar otros caminos que permitan resolver la crisis en menor tiempo. Preservar el hilo constitucional siempre es conveniente. Eso es posible, si existen factores políticos suficientemente inteligentes que logren alcanzar los acuerdos necesarios para construir una alternativa de solución a la crisis nacional.

En el siglo XX venezolano hay muy buenos ejemplos. En algunas oportunidades se ha tenido que utilizar la fuerza a través de la Institución Armada. En otras, se ha logrado la solución mediante inteligentes acuerdos de los principales factores de poder. La primera gran crisis histórica del siglo XX fue el derrocamiento de Cipriano Castro por Juan Vicente Gómez, una traición entre compadres, según la visión simplista de algunos historiadores. En realidad, fue un acuerdo nacional, entre sectores de la oposición y del gobierno, para impedir que continuara al frente de la presidencia de la República un hombre que había perdido totalmente la cordura. “Una evolución dentro de la misma causa” definió el general Gómez, con gran perspicacia, ese golpe de Estado. El Ejército andino lo apoyó plenamente. La resistencia del castrismo fue realmente simbólica.

A la muerte del general Gómez también se condujo una inteligente transición. El general Eleazar López Contreras, ministro de Guerra y Marina, se encargó del poder Ejecutivo para concluir el período presidencial con el respaldo del Ejército Nacional. Posteriormente, el parlamento, lo designó presidente de la República para el período 1936-1941. Otra transición política brillantemente conducida fue el final de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. La insurrección del 1° de enero de 1958 mostró una grave división en las Fuerzas Armadas. El general Pérez trató de maniobrar para evitar su derrocamiento, pero la coincidencia de un profundo malestar nacional con un creciente descontento militar lo impidió. Wolgfang Larrazábal cumplió cabalmente sus deberes, al conducir a Venezuela a unas elecciones. Buenos ejemplos para militares y políticos…

@FOchoaAntich

 

 

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