Opinión Nacional

¿La Dictadura Perfecta?

Los sucesos acaecidos con diabólica precipitación en esta otrora “tierra de gracia”, a partir del fatídico día en que Hugo Chávez Frías ganara -esa vez sí- la Presidencia de la República en 1998, son de muy difícil asimilación. El kaleidoscopio de calamidades físicas, naturales, administrativas, económicas y de toda índole es alucinante, los politólogos más avezados, los analistas más agudos, tropiezan y se contradicen al filosofar sobre la naturaleza del “proceso”. Pese a que soy político, y alguna vez, hace ya unas cuantas décadas, me recibí en Ciencias Políticas y Administrativas, me parece que a estas alturas debates conceptuales sobre la realidad lacerante que está destruyendo al país, se parecen en su futilidad a aquellas disquisiciones bizantinas sobre el sexo de los ángeles.

Así que pidiéndoles excusas a mis profesores –que alguno quedará vivo en la querida tierra chilena-, les hablaré a ustedes con la llaneza que nos exigen las circunstancias y que además me sienta mejor. Venezuela se encamina, por la complicidad de buena parte de sus clases dirigentes, a convertirse en una “dictadura perfecta”, es decir, aquella donde todos los caprichos y excesos del autócrata estarán amparados por una mini minoría parlamentaria de políticos demasiado ingenuos o vendidos y menos ¿o vivos? representantes de la autodenominada “sociedad civil” que, al compás de alguna música interior, se rasgarán las vestiduras y mesarán los cabellos, pero pasarán quince y último por la habilitaduría de la Asamblea Nacional a retirar sus emolumentos o en caso de no interesarles “el vil metal” se sentirán Superman bajo su capa de “inmunidad parlamentaria” vaporosa e inútil.

El 15 de agosto de 2004, marca una escisión definitoria en la política venezolana. Fraude hubo y masivo, toda discusión a estas alturas es no solo inútil, sino altamente sospechosa. La indefinible e indefendible conducta de quienes dirigían la Coordinadora Democrática, en esas horas en las cuales se perdió la democracia venezolana, políticos ONG, partidos de maletín, etc. No tenía más salida que la renuncia de quienes protagonizaron esas horas de medrosa torpeza. Por muchísimo menos el Partidos Socialdemócrata Alemán SPD aceptó la renuncia de TODA LA ESTRUCTURA JERÁRQUICA de la provincia de Westfalia -37 dirigentes desde el presidente hasta los vocales- y como no les pareció suficiente, al comprobar que los sondeos de opinión nos les otorgaban sino el 30% – muy por debajo de sus rivales democristianos- el Canciller Federal pidió al parlamento un voto de confianza y solicitó, uno por uno, a los diputados de su partido que no la votaran, única manera que la Constitución alemana contempla para que el Presidente de la República convoque elecciones anticipadas. Eso es lo que hace un jefe político responsable, eso hace un partido serio.

Se me dirá que no somos alemanes, y en eso tiene razón, pero no hay determinismo geográfico, ni cultural que justifique la zanganería y autocomplacencia de nuestros dirigentes vernáculos. Ni tan calvo ni con dos pelucas.

Hay sí, que abonarles a los cuestionados en este artículo, lo confuso del panorama local, no dudo de la buena fe de alguno que se crea predestinado y piense, no obstante la creciente ola de derrotas y la inconmensurable capacidad para errar, que él y solo él está en capacidad de realizar el milagro de convertir el agua en vino y multiplicar los votos y las curules con la sola impronta de su verbo. Tristemente, si alguien así se siente, debería consultar un facultativo.

El 15 de agosto le fallamos al país, las nefastas consecuencias aún no pueden medirse, ni en su gravedad ni en su duración. De allí en adelante no se podía concurrir a ningún acto electoral sin un cambio sustancial en las condiciones o sólo se podía ir con grandes movilizaciones de calle que forzaran la atención internacional y presionaran a aquellos órganos del Estado, concretamente a las Fuerzas Armadas, a impedir la perpetuación fraudulenta de un régimen opresor y delictivo. La abstención cada vez mayor no puede sorprender a nadie. Un pueblo que se siente abandonado por sus dirigentes, manipulado por oscuros intereses foráneos y algún magnate local, ignorado por la “Comunidad Internacional”, hizo lo único que pudo, no votó. Es cierto -y así lo advertí en la organización política en que milito- que la abstención pasiva es tan inútil como la votación pasiva, cuando se trata de enfrentar a un régimen que desprecia la verdad, las leyes, a los ciudadanos y a la opinión pública.

Una gran mayoría acéfala, será siempre pasto de una minoría sin limitaciones morales, armada y dispuesta a derramar la sangre del pueblo. Solo hay dos caminos, la salida violenta, cruenta y rápida para aquellos que sepan y puedan practicarla, y la reconstrucción de los partidos políticos, de los sindicatos, de todas las formas de organización social que se puedan oponer al despotismo, para quienes estamos indeleblemente troquelados por los valores de la democracia y la civilidad, a ello vamos con fe y decisión inquebrantables, es nuestro compromiso de vida.

(*): Politólogo, Abogado, MS y Ph..D. en Administración Pública

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