Opinión Nacional

La esperanza: El nuevo flagelo regional

Como fenómeno colectivo, la esperanza ha demostrado ser paralizadora. El ejemplo venezolano, en especial desde la aparición del “Oro negro”, es ostensible. La esperanza sobre el reparto de la renta ha sido fluctuante, de acuerdo a los dividendos que se suponga puede proporcionar la materia prima, y ha influido de manera decisiva en el mantenimiento o sacrificio de gobiernos, independientemente de las capacidades o incapacidades demostradas.

Chávez lo ha comprendido bien y ha sabido combinar magistralmente su copioso discurso de inclusión de los olvidados (independientemente de la exclusión practicada), con el manejo a su antojo del chorro petrolero. Ha dado muchísimo menos de lo que promete; pero alimenta día a día la esperanza. Las misiones cumplen un papel estelar.

Pero lo verdaderamente novedoso es la dimensión internacional que la esperanza ha alcanzado con el magnate venezolano. Tan sólo en su último recorrido sureño ofreció desembolsar más de 13.000 millones de dólares para proyectos en el sector energético y firmó acuerdos para respaldar la aseveración de que puede suministrar petróleo para todo el siglo. No otra cosa hizo en la reunión de Petrocaribe, en la que además de anunciar la construcción de refinerías, gasoductos e inversiones, aseguró que nuestro petróleo- que él cree suyo- está a disposición y alcanzará para todos.

Al decir de comentaristas y analistas, muy poco de lo ofrecido ha sido concretado; nadie tiene claro cuánto hay de fantasía y cuánto de realidad en estas promesas, cuántos de estos delirios podrán cumplirse. Pero de forma similar a desempleados o damnificados, jefes de Estado del Continente, para no perder la oportunidad de beneficiarse de las gangas, han aprendido a combinar la obediencia con la autonomía para emprender alianzas económicas indeseadas por el dueño de la chequera; a vacilarse la intromisión en sus asuntos internos y a simular que creen todas las propuestas.

La mayoría de las expectativas son económicas, pero no están ausentes otras esperanzas, como las limítrofes, según se desprende de las declaraciones del canciller guyanés, en las que se despojó de la habitual discreción diplomática, al renegar de los anteriores gobiernos venezolanos y acudir a las coincidencias socialistas, en espera de un acuerdo favorecedor sobre el Esequibo.

Gracias a los recursos de los venezolanos que arbitraria e inescrupulosamente maneja Chávez, la esperanza se ha convertido en principio rector de las relaciones interamericanas en el S.XXI, que amenaza con desplazar los esfuerzos a favor de la democracia que culminaron con la aprobación de la Carta Democrática. Si se trata de un presidente autócrata, aprueba la reelección indefinida, le da un golpe a la Constitución, cierra medios de comunicación, ha pasado nuevamente a considerarse como “problemas internos de los venezolanos” que no competen ni a la OEA ni a otros organismos multilaterales. De acuerdo a la perspectiva del Secretario General del organismo y de sus integrantes, la democracia parece haber pasado de moda y la no ingerencia adquiere ribetes de alcahuetería
¿Será así de oscura la suerte de a los acuerdos contra la corrupción? Por ahora el escándalo de la maleta con los dólares venezolanos ingresados ilegalmente a Argentina está por resolverse. Si como declararan el ministro Ramírez, jefe de la energía nacional y el canciller Maduro, intentando minimizar el problema, ésta no es la primera ni la última maleta que ingresa por aeropuertos, no habrá que hacerse muchas ilusiones en el interés oficial de los esperanzados en develar entuertos.

El panorama no es halagador para los sectores democráticos venezolanos. Pero no todo está perdido si la dirigencia opositora decide ponerse las pilas a tiempo para enfrentar los motores y batallones socialistas. A falta de OEA, habrá que contar con parlamentarios y ONG’s del continente y el mundo que han dado muestra de vocación democrática.

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