Opinión Nacional

La estadística posmoderna contra el Sí

Me cuento entre quienes le otorgan a las encuestas políticas una gran confiabilidad por la racionalidad de los axiomas estadísticos (criterio que no tiene que ver con manipulaciones de encuestas, como la que observáramos en el Zulia el año pasado: se daba perdedor al gobernador Arias Cárdenas por 17% y triunfó por 12%).

Propongo acercarnos a un campo particular de la Estadística, el de la Teoría de las Probabilidades, para analizar la interpretación que realizan los principales voceros del «No» de los resultados aprobatorios de la nueva Constitución en el referéndum del pasado 15 de diciembre. En dichas elecciones sabemos no votó 55% de los electores y del 45% que lo hizo, 72% votó «Sí» y 28% «No».

Supongamos que de 1.000 electores que pueden votar a favor o en contra de un determinado asunto participen en el proceso electoral 450 (45%), y que de estos 315 (70%) voten a favor y 135 (30%) en contra. ¿Qué inferencia -según la Estadística convencional- podemos hacer sobre el comportamiento de un elector de los 550 que no votaron si decidiera votar? Que la probabilidad de que vote a favor es 0,7 y de que vote en contra es 0,3. Inferencia que aplicada al referéndum quiere decir que, si 55% de los que no votaron lo hubiese hecho, lo más probable es que 70% de ellos hubiera votado «Sí» y 30% «No». Sería realmente un argumento alucinante negar que la mayoría de los venezolanos respalda la nueva Constitución, porque de haber votado el 55% que no lo hizo, todos lo habrían hecho por el «No» y ninguno por el «Sí».

Pero, por descabellado que parezca este argumento, es el que los cuatro constituyentes voceros del «No» esgrimen: «sólo de 3 de cada 10 venezolanos aprobó la Constitución» (Fermín); «70% le dio la espalda al presidente Chávez» (Brewer Carías); «la sumatoria de los votos negativos y la abstención configuran un cuadro adverso a la legitimidad sustantiva de esta Constitución» (Franceschi) y, «el referendo es sustancialmente inválido porque no votó la mitad más uno de los electores» (Olavarría). En la misma onda, el alcalde Ledezma agrega que «los cinco millones y medio de venezolanos que se abstuvieron de opinar, sumados a los que emitieron sin miedo su voto negativo ayer, le restan legitimidad a la Constitución recién aprobada». Semejante interpretación implica, ni más ni menos, que cambiar la regla democrática de la mayoría simple, porque en el escenario de que hubiese votado 70% de los electores y el «Sí» hubiera obtenido 70% de los votos ¡todavía sería minoría! Aún en esta hipotética situación una minoría, 49% del total de electores, habría aprobado la Constitución.

¿De dónde habrán sacado estos señores tan absurda interpretación? No me cabe duda de que ésta proviene de las ideas posmodernas del autodidacta David Copperfield, el padre del ilusionismo estadístico. Simplemente, fueron encandilados con la demostración que éste hiciese -que más parece un acto de magia- de la existencia de las probabilidades negativas, contraria al axioma de que los valores de las probabilidades oscilan entre cero y uno. Además, asumieron por mera conveniencia el ilógico postulado de que «la minoría es mayoría porque menos por menos da más». Y también aceptaron sus prejuicios disfrazados de conocimiento en el sentido de que la ciencia estadística está moribunda, por lo que habría que olvidarse entre otras, de aproximaciones científicas tales como la distribución normal del astrónomo y matemático alemán Carlos Federico Gauss, la ley de los grandes números del matemático suizo Jacques Bernoulli y de las benditas probabilidades de los matemáticos franceses Pascal y De Fermant.

Aunque por estos últimos planteamientos Copperfield fue execrado de forma unánime de los círculos universitarios, su inmensa popularidad no ha sufrido mella en las personas que sólo ven el lado negativo de las cosas, como es el caso de los compatriotas arriba citados. Es de suponer que el futuro negro que a éstos se les avecina en las próximas elecciones de Presidente, gobernadores y alcaldes exacerbará aún más su negativismo.

Finalizo aclarando que no ha sido por razones académicas que me he dado por aludido e intentado mostrar la falsedad de la interpretación que los líderes del «No» hacen de los resultados del referéndum. Me ha motivado, en realidad, denunciar la intencionalidad oculta tras ella, que no es otra que sembrar la duda en los venezolanos sobre su voluntad de cambio, al afirmar que quienes queremos este cambio somos minoría. Como si la aspiración de un cambio radical no fuese, como en efecto lo es, un anhelo de la gran mayoría de nuestro pueblo corroborado democráticamente en las ultimas cuatro elecciones realizadas en nuestro país.

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