Opinión Nacional

La Gerencia del Deseo

El Pensamiento administrativo, desde Frederick Taylor hasta nuestros días, ha transitado el camino tumultuoso y acelerado de las transformaciones económicas, tecnológicas, políticas y culturales que han contribuido a mejorar la comprensión de los fenómenos organizacionales, así como el replanteamiento de la eficiencia como pragmático y utilitario fin exclusivo de la Gerencia.

La actualidad posmoderna, plena de indefiniciones e incertidumbres, encuentra a la teoría administrativa abrumada por la revolución tecno-científica y huérfana de la estabilidad y certeza monolíticas que caracterizaban a su cuerpo conceptual, así como al de las ciencias sociales en general. La creciente valoración de la dimensión subjetiva y humana, sobre la frialdad y objetividad del conocimiento, continúan permeando el debate en círculos académicos, políticos y sociales.

El clima nacional, desafío abierto al optimismo, encrucijada sin semáforos de sendas gandolas de extremos opuestos, es últimamente fértil sobre todo desde terrenos ministeriales, de ideas que parecen confirmar la tendencia descrita, consistente en el predominio del pensar, del poder mental y de las aspiraciones sobre la incómoda necesidad del hacer, del actual y resolver problemas, como mecanismos esenciales para gobernar.

En la tibia agua que acaba de descubrir, el ministro de Planificación, Felipe Pérez, afirmaba recientemente que “este país es difícil de gobernar” (El Nacional, 11-9-02). La dificultad o facilidad para gobernar una nación, o para dirigir una organización, está sujeta a múltiples factores como el contexto histórico, la gravedad de los indicadores económicos o sociales, de la multidisciplinariedad y capacidad del equipo de trabajo al mando, de la complejidad del problema y sobre todo, de la posibilidad real de reducir el avance del mismo.

Parece existir un consenso en torno a la tesis de que el más grave problema económico del país en este momento, es el problema político. La reciente reforma tributaria, los problemas en el flujo de caja del gobierno, la descoordinación en la información y aplicación de las políticas públicas, la escalada del dólar, que destrozan los nervios del gabinete económico, persistirán mientras la más urgente prioridad del gobierno sea la de sobrevivir hasta mañana.

Por otra parte, la coordinación no parece ser el fuerte hoy en el país, ni entre la oposición agrupada bajo su nombre, ni mucho menos en el gobierno. Pero el caso del profesor Felipe Pérez es quizá emblemático, por la ingenuidad que destilan sus declaraciones, del tipo “la probabilidad máxima que yo le otorgo (al tipo de cambio) es alrededor de 1.350 bolívares por dólar, lo que implica que el tipo de cambio bajará con respecto al cierre de hoy”, mientras la moneda estadounidense hace rato zigzaguea cómoda sobre los 1.500 bolívares.

Otra vez, el axioma filosófico se repite en la mente del Ministro Pérez. Pienso, luego el dólar baja. Pienso, luego los buhoneros se esfuman. Pienso, luego el empleo inunda las calles del país. Pienso, luego sobrevivo.

La dificultad de gobernar un país, o de gerenciar una organización, radica en la habilidad, destreza y dominio para lograr consensos, saber escuchar, olfatear las tendencias del entorno y tomar las decisiones a tiempo, en compañía de un equipo preparado y en sintonía con los problemas reales. Por eso quizá para el Presidente gobernar resulte una soberana ladilla, cuando la agenda implica una decisión sobre política macroeconómica o reactivación industrial, y no una invitación al turismo diplomático o a la cháchara revolucionaria.

En el vecino país, el Presidente Uribe en un gesto que contrasta con su fama conservadora, ha girado instrucciones para que su equipo ministerial haga un curso intensivo de yoga, a fin de contrarrestar el agotamiento físico y mental que sus atribuladas responsabilidades conllevan, y así compartir con sus asesores una práctica que él mismo realiza. En la misma onda de administración de los pensamientos positivos, suficientes para lograr resultados inmediatos, nos cuesta imaginarnos al Presidente Chávez sentado en el piso junto a José Vicente, Felipe y Tobías, enmonados y descalzos en algún rincón de Miraflores, en plena sesión de invocación al éxito macroeconómico, tratando de alcanzar la relajación absoluta física y mental y en pleno coro de hummm, después de una rigurosa y saludable cena de mondongo y arepita frita con queso guayanés.

En todo caso, mientras Bush impaciente apunta sus misiles a los sesos de Sadam y en el mundo global los países, organizaciones y actores sociales desarrollan acciones y toman decisiones para construir un camino hacia el desarrollo, la gerencia del deseo y del gobierno mental, surgen como aportes fundamentales del régimen pseudorevolucionario a la nueva teoría de la gobernabilidad, la gerencia y el crecimiento económico.

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