Opinión Nacional

La irreverencia oficialista no tiene límites

Las cínicas declaraciones de la viceministro de relaciones exteriores en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el pasado 22 de junio, confirman la naturaleza del régimen bolivariano y el nivel profesional y ético de sus funcionarios. Una declaración torpe e irreverente, demostrativa de la mayor incapacidad de la diplomacia revolucionaria que no deja de causar sorpresa y vergüenza en los foros internacionales.

La funcionaria expresó en la sala y confirmó descaradamente a la prensa minutos después, que “Todos los derechos son importantes, pero es mucho más importante alimentarse que poder formar parte de un partido político, tener un trabajo digno que vivir en un sistema democrático, saber leer y escribir que tener libertad de expresión».

La verdad es que la osadía y la ignorancia bolivarianas son patéticas. Los derechos humanos -y quizás deban tomar nota de ellos los dirigentes de la revolución- son inderogables. Argumentar le promoción de algunos derechos humanos, como los culturales, sociales y económicos, en perjuicio de otros, como los civiles y políticos es contrario al derecho internacional y a todo. Ninguna política, ninguna otra norma, puede justificar la inobservancia de los derechos humanos.

Las normas relativas a los derechos humanos son normas imperativas de derecho internacional o del jus cogens, tema que quizás deberían estudiar los funcionarios revolucionarios que descubren ahora el espacio y las normas internacionales para vender un proyecto político incomprensible e inaceptable.

Los diplomáticos revolucionarios quizás no hayan tenido tiempo de visitar los pueblos del país, los de Barlovento, por ejemplo, hundidos en la miseria y en la insalubridad más dolorosa, una región que se detuvo en el siglo XX. Allí, en esos aglomerados llenos de miseria integral se ignoran todos los derechos humanos. El régimen manipula y engaña en cuanto al disfrute de algunos derechos humanos, incluidos los económicos, sociales y culturales.

El derecho a la alimentación, por ejemplo, se traduce en las dádivas de Mercal, un programa para someter a los más necesitados. El derecho a la alimentación es una quimera, simplemente. La escasez de alimentos, el azúcar, entre muchos otros, muestra la improvisación, la desorganización y el fracaso de las políticas para alimentar a los venezolanos, pero sobre todo la farsa del régimen para manipular y engañar a los venezolanos y a los gobiernos extranjeros y perpetuarse en el poder. El propio bozal de arepa adentro.

El derecho a la salud tampoco está satisfecho por las acciones del régimen que pretende ignorar nuestras libertades civiles y políticas, el derecho a expresarnos libremente y de elegir, igualmente en forma libre, a nuestros gobernantes. En Barlovento las cloacas bordean las aceras de los pueblos, antes la irreverencia de los gobernantes quienes insisten en responsabilizar a los gobiernos democráticos. Desfachatez, nada más.

Otra manipulación y farsa. Según el régimen, la misión milagro ha permitido a más de 200 mil venezolanos ver. Una paradoja. Los beneficiarios del programa podrán ver, pero sólo lo que el régimen decida en su afán de “imponer la democracia participativa y protagónica”.

A cual “trabajo digno” se referirá la neodiplomática? No se puede calificar de trabajo digno, la dádiva, a la beca que ofrece interesada y selectivamente el régimen a los más desfavorecidos. La promoción del buhonerismo y del ocio pagado destruyen los valores de los venezolanos más necesitados.

La viceministro de relaciones exteriores, quien descubrió hace poco que Naciones Unidas tenía una Oficina en Ginebra y que los derechos humanos es uno de los temas más sensibles y controversiales de la Organización y preocupación mayor de la comunidad internacional, confirma la política de compra de conciencias que realiza el régimen, aprovechándose de las debilidades de los venezolanos y de los enormes recursos financieros que ingresan por el petróleo, inauditables, por ahora. Arepa para los más pobres en silencio y sumisión. Ese es el indigno mensaje que transmiten quienes promueven la democracia participativa y protagónica.

La diplomacia bolivariana promueve la esclavitud política, la misma que ahoga la Isla de la Felicidad en donde el trabajo “dignifica”. Es decir, los venezolanos podemos vivir en la dictadura más atroz, pero trabajando para las empresas del régimen que se apoderan de todos los sectores productivos del país.

Y por ultimo, para cerrar con broche de oro la declaración que ha debido causar no sólo sorpresa, sino risas y vergüenza, expresiones encontradas que provocan las actitudes bolivarianas aquí y en todas partes, dijo la neodiplomática que lo importante es saber leer y escribir, pero no que se expresen. Es decir, en pocas palabras, lean al actualizado Marx y los demás pensadores que llevaron a una parte del mundo al desastre, pero no digan nada.

La declaración de la viceministro, lejos de contribuir con su causa, favorece al movimiento que trata de recuperar la dignidad y la libertad en nuestro país. Torpe o infiltrada, poco importa.

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