Opinión Nacional

La lucha larga contra Chávez

En la entrega anterior (9/08/05) –después de afirmar que la lucha contra el actual régimen debe tener el carácter de una resistencia democrática – dije que ésta será larga, y ofrecí explicar por qué en una próxima oportunidad. Cumplo hoy mi promesa.

El concepto lucha larga en el escenario político deriva de uno semejante referido al escenario militar. Desde hace mucho tiempo, el concepto derivado ha sido expresado con el término “guerra prolongada”; y ya se ha hecho clásico el tratado que sobre ese tipo de guerra, en China, durante la resistencia contra la invasión japonesa, escribió el dirigente comunista Mao Zedong. El título de su obra fue “Sobre la guerra prolongada”. Y el calificativo aquí empleado sobre su valor teórico general no tiene relación alguna con mis opiniones respecto de méritos y errores del notable personaje. No son éstos el lugar y el momento para discutir sobre el asunto, aunque puedo decir de una vez que es muy fuerte mi juicio crítico. Añado, además, que otros teóricos de la cuestión militar, políticamente muy distantes de Mao, han expuesto no pocas ideas coincidentes con las de él en cuanto a la naturaleza peculiar de la guerra sobre la cual escribió.

La tesis medular de la teoría en referencia se expresa, básicamente, en las siguientes formulaciones sintéticas:

1) Quien decide emprender una guerra que, de partida, concibe como prolongada, basa su decisión en el reconocimiento de la situación inicial, estratégicamente desventajosa.

2) Estima, sin embargo –sin deslizarse a hacer predicciones – que es probable la alteración, a su favor, de la adversa correlación de fuerzas, gracias al logro progresivo de éxitos parciales y a los errores de diverso tipo que cometa el enemigo.

3) Para obtener éxitos parciales acumulativos es indispensable un plan general que abarque los distintos aspectos de la acción bélica –la preparación, la logística, la inteligencia militar y la contrainteligencia, las alianzas, la escogencia, por las distintas unidades propias, de los escenarios de combate, el crecimiento de tales unidades y la consiguiente transformación de las modalidades de la guerra- junto a todo lo cual podrían manifestarse errores del enemigo, favorables al avance imaginado.

4) Una guerra prolongada –vista desde el lado de quien decide emprenderla- amerita dibujar un rumbo de largo alcance, en cuyo seguimiento tienen que ser trazados, conforme al desenvolvimiento de los hechos, rumbos de menor alcance, coherentes con aquéllos. El primero ha sido tradicionalmente denominado estrategia. El segundo, táctica.

5) Si bien tienen naturalezas diferentes –íntimamente relacionados con el objetivo que a cada una corresponden- la estrategia y la táctica son inseparables entre sí. La adopción de la estrategia condiciona las tácticas que se vayan aprobando en el curso de la guerra; y los resultados producidos al ejecutar las últimas irán determinando el tipo de logros obtenidas por la primera, así como su estricto mantenimiento o la introducción de modificaciones.

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En tanto está íntimamente relacionada con la cuestión del poder (político, económico, etc) la lucha política prolongada es –en el sentido general de la idea- muy semejante a la guerra prolongada.

Por supuesto, la puesta en práctica de conceptos, líneas generales y planes de una lucha política larga, tiene esenciales semejanzas con las de una guerra prolongada. Pero para el aprovechamiento teórico-práctico de las semejanzas debe comprenderse, como condición sine qua non, que cada una tiene su campo específico y se materializa con modalidades específicas.
En una próxima ocasión discutiré, en términos más cercanos a lo concreto, sobre la lucha larga de resistencia democrática contra el señor Chávez y la cúpula militar-civil que él dirige.

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