La necesidad de insurgir
La insurrección a la que nos referimos, es el levantamiento de la nación frente a las autoridades. Se trata de una rebeldía general para desconocer un régimen contrario a los valores fundamentales de la nacionalidad, atentatorio al interés general de los ciudadanos y peligroso, tanto para el mantenimiento de la soberanía como para defender la integridad territorial de la república y la seguridad de las personas y los bienes. Se trata de algo más profundo que oponerse a un gobierno malo frente al que existen alternativas para sustituirlo en el tiempo y circunstancias pactados constitucionalmente. No es el caso venezolano. Este régimen liquidó el principio de la legalidad, reduce a la nada el estado de derecho y, a pesar de su infinita torpeza y de la mediocridad importantizada de los dirigentes, avanza en la imposición a sangre y fuego de una revolución destructora y primitiva que sentimos la obligación de combatir en todos los terrenos y con todas las armas a nuestro alcance.
No se trata de incitar a un frío golpe de estado, a un simple cuartelazo imposible de concretar en las circunstancias actuales, sino de un llamado a la sociedad democrática en su conjunto, civiles y militares, a declararse en desobediencia legítima, activa y definitiva, frente a un gobierno encabezado por un apátrida que traiciona la república entre otras cosas, facilitando la revancha del castrismo contra el país. Las fuerzas armadas de Cuba, milicianas y revolucionarias, son las únicas que desde la independencia invadieron territorio venezolano en nombre de la misma revolución de ahora. Fueron derrotados junto a sus aliados internos. La Cuba fidelista fue expulsada de la OEA y aislada continentalmente. Quedó marcada para siempre ante el mundo libre por iniciativa del gobierno venezolano. Ahora invade de nuevo desde varios frentes, incluidos los grupos terroristas narcoguerrilleros de Colombia y con el apoyo del régimen chavista y núcleos perfectamente identificables de la fuerza armada nacional. Es la revancha de Fidel contra la Venezuela democrática y libre que derrotándolo, construyeron Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera, entre otros, con sus partidos y sucesores en identidad plena de propósitos.
Las responsabilidades históricas provocan heridas difíciles de borrar. Presenciamos la sustitución de la FAN profesional por milicias mercenarias, incluyendo civiles y “reservistas” llamados a filas, que asumen el monopolio de las armas. Nadie tiene garantías de paz y convivencia. Están amenazados como nunca antes, la vida, la seguridad de nuestras familias y el pluralismo. Si las masacres anteriores no fueron suficientes para algunos, el “petarazo”, el cinismo criminal y obsceno del régimen frente a la violencia y el salvajismo de los círculos terroristas, emplazan definitivamente al liderazgo opositor. Están a prueba sus cabezas, sus corazones y su coraje. Quien falle en cualquiera de estas exigencias, por favor que se aparte.