Opinión Nacional

La noche en vela

Esta mañana le di a mi hijo unos recortes de prensa donde reseñan el evento que organizamos la semana pasada en Valencia, conjuntamente entre la Asociación de Ganaderos de Carabobo y FEDEAGRO. Nos reunimos con otras cuatro organizaciones – Venezuela Segura, FEDECAMARAS, Asoportuguesa y el Grupo GAES de la Guardia Nacional – para intercambiar criterios en torno al problema de inseguridad en el centro del país. El tema exige mucha voluntad para aceptar la situación tal cual es, sin condimentos ideológicos que pudieran distorsionar el análisis de los hechos y las acciones a tomar. El componente político es decisivo, por supuesto, pero el diálogo entre el sector privado y el público debe intentarse, una y otra vez, así obtengamos respuestas que sólo pueden ser calificadas de silencio cómplice. Por ejemplo, a pesar de haber sido invitados, el Vice-Ministro de Seguridad Ciudadana no se dignó presentarse y el Gobernador de Carabobo, en su mejor estilo, se copió la mala idea. Pero la Guardia Nacional sí asistió y su intervención fue polémica, pero audaz, franca, sincera. Al menos eso percibimos. Se han transformado en una importante fuerza de apoyo para los productores. Marcos Tarre Briceño aprovechó el encuentro para demostrar, cifras del CICPC de por medio, cómo la creciente inseguridad ha ido encerrando a la gente en sus espacios, creando ciudades guettos donde prolifera el miedo y nadie en su sano juicio se atreve a salir a caminar o hacer ejercicio, por miedo al hurto o al secuestro.

Un testimonio. Yo salía con mi esposa por las tardes a trotar por la vía que va de Montalbán a Aguirre, una pequeña carretera de asfalto, bordeada por grandes árboles y plantaciones de naranja, llena de sombra, hermosa y poco transitada. De unos meses para acá, empezaron a atracar transeúntes, personas de mediana edad acostumbradas a terminar el día con una caminata larga. Después, a partir de noviembre del año pasado, ocurrieron los primeros secuestros en Nirgua y se fueron acercando. La subversión y la delincuencia comenzaron a identificar posibles víctimas en Bejuma, luego iniciaron la ejecución de sus planes. Me dijeron que tuviera cuidado. Al parecer había una lista y yo estaba en ella, así que dejé de trotar, me puse gordo, ansioso, retomé el gusto por fumar tabacos. Por esos días mi tío Alfredo me regaló una caja de puros Trinidad y otra de H. Uppman, ambas ediciones especiales. Ni con un Orbitreck dentro de mi habitación hubiera dejado de fumarlos.

Pero la realidad nos supera. La noche antes del evento en Valencia, diez hombres armados tomaron por asalto una empacadora de naranjas y se llevaron cinco vehículos. Las hipótesis son muchas. Una de ella sostiene que como varios de los miembros de la familia se quedaban trabajando hasta tarde, preparando pedidos, vinieron a secuestrarlos y como no encontraron a nadie, decidieron llevarse los camiones, luego de desarmar y amarrar al vigilante. Otra hipótesis sostiene que vinieron sólo por los vehículos, aunque no se entiende la razón de tantas armas. Una tercera explicación menciona la tesis de venganza, aunque no sea capaz de aceptar esa versión. Estaríamos hablando de la rabia incontrolable de un cliente descontento por haberse tomado un jugo ácido o en mal estado. El efecto fue horrible. Ahora nadie quiere quedarse trabajando horas extras. Allá los yuppíes en su felicidad newyorkina que pueden laborar hasta tarde, sin ninguna otra amenaza que el posible uso de estimulantes, el stress o la locura. Mi hijo, a pesar de su voluntad para ayudarme, para entender lo que pasa, no está preparado para esta realidad. Nadie lo está. Esta noche duermo con los ojos abiertos.

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