Opinión Nacional

La Nueva Alianza DC

Son variados los motivos e implicaciones de la crisis experimentada por la democracia cristiana venezolana, cuya expresión más visible y duradera es Copei. Su suerte está ligada a lo que sea capaz de hacer una militancia de comprobada consecuencia con un ideario, superado el evidente inmovilismo político que caracteriza a la organización.

Militancia que contrasta con la deserción de aquellos que, incluso, dicen ofrecer una versión distinta del chavismo, acaso más amable, para frecuentar sus patios burocráticos no sin ensayar el discurso de las viejas dificultades –reales e imaginarias- confrontadas. Reniegan de la estancia pasada en un gesto confortablemente parecido a los otros que la añoran, devueltos a sus casas con la resignación y –más de las veces- cobardía que dice aliviar la adversidad: no demandamos un absurdo heroísmo, sí dignidad.

Podrá decirse que escaseaban los retos históricos en el marco de uno de los modelos del bipartidismo que se negó a morir, auspiciando el franquiciado y la maquilación de la membresía, datos fieles de un populismo que se hizo estructural. La más leve sacudida, en condiciones francamente desacostumbradas, obliga a un profundo ejercicio de sinceridad para recuperar –paradójicamente- la naturaleza de partido político como escuela de intuiciones y vivencias, ideas y experiencias, ofreciendo un inequívoco y eficaz testimonio ético al que se le pueda confiar el poder en una democracia de ojos abiertos.

La dirigencia conocida no puede fundar una distinta trayectoria gracias a ciertos eufemismos, reclamándose «militantes de base» o proclamando una supuesta y excepcional «renovación de autoridades». Al menos, la fecha aniversaria del partido constituye la mejor ocasión para reflexionarlo, sin ceder terreno a aquellos hábitos que lo sepultaron electoralmente.

1986 constituye un hito importante en el socialcristianismo de los últimos años, aún reacios a todo determinismo generacional. En la convencida protesta del refinanciamiento de la deuda externa, ferozmente reprimida, y el llamado encuentro ideológico de su juventud organizada, escenario de una activa polémica, encontramos las claves de relanzamiento de un proyecto afortunadamente inconcluso: una entidad opositora de clarísima vocación democrática que, a nuestro modo de ver, contribuya a la edificación de una sociedad de derechos humanos y calidad de vida.

Y por ello, los libres comicios internos están muy pendientes para recuperar la credibilidad, no sólo en atención a su radical transparencia, honestidad y sentido de reanimación, sino por la firmeza de una travesía que permita el reencuentro de la familia socialcristiana en una tradición de futuro. Surge así, al interior de COPEI, la Nueva Alianza Demócrata Cristiana que pretende la reconciliación partidista bajo los referidos supuestos, posibilitando –por una parte- el diálogo intenso con otras (e innegables) expresiones afines, probable mesa de coordinación de iniciativas de una progresiva institucionalización, y –por otra- la construcción de una alternativa opositora abierta y democrática, pulverizada cualquier tentación reaccionaria.

Nos hemos permitido suscribir un documento preliminar (%=Link(«http: // www. analitica. com /va / politica /opinion/ 7510739. asp»,»Venezuela Analítica»)%), orientado por tales propósitos. Lo más importante es el debate, garantizándole las condiciones y escenarios para que efectivamente se abra, en la más urgente reivindicación que -antes- pudo parecer obvia en las organizaciones políticas, especializadas en el destino común, también catalizadoras de la imaginación cívica.

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