Opinión Nacional

La obsesión electoralista

El relanzamiento de la Coordinadora Democrática dejó sentimientos ambivalentes. Por una parte, era necesario reformular su estructura y estrategia básica para sacar a Hugo Chávez del poder. Los difíciles esfuerzos realizados, si bien sirvieron para desenmascarar al régimen y movilizar al país en un esfuerzo unitario sin precedentes, resultaron insuficientes para liquidarlo. Un pesado clima de indignación, rabia e impotencia está en el ambiente sin tener contra quien o contra qué desahogarse. Pero, por otra parte, el ambiente en que se celebró la jornada de relanzamiento, la naturaleza del acto, fue más de lo mismo. El mismo “musiu”, con el mismo cachimbo. Nada diferente, más allá de algunos anuncios para darle mayor fuerza operativa a una estructura erosionada por las dobles agendas, intereses ocultos y protagonismos extemporáneos e innecesarios. La buena fe de muchas organizaciones y personalidades que la integran se diluye en maniobras de vuelo bajo y corto de quienes dependen de ellas para sobrevivir políticamente. Lamento tener que decirlo, pero callar sería complicidad inaceptable con un estilo de conducción que hemos combatido por décadas.

El país está en un punto de quiebre definitivo. La verdadera naturaleza del drama actual no es electoral, aunque algunos caminos requieran elecciones para provocar el cambio. Nada es descartable. De acuerdo a las circunstancias todas las alternativas tienen que ser exploradas simultáneamente. Si ésta fuera una verdadera democracia nadie tendría porqué plantearse la situación en términos de emergencia. No sería la primera vez que nos calamos un pésimo gobierno y esperamos el final del período en términos constitucionales. Pero este régimen no cree en la democracia representativa, alternativa y electoral. Chávez no ha engañado a nadie. Nos habla de revolución armada con tanques, cañones, barcos y aviones. De círculos terroristas nacionales y extranjeros. Ha desconocido y sigue desconociendo decisiones legislativas y judiciales, del poder ciudadano y del poder electoral cuando “entorpecen la marcha del proceso”, a pesar de estar integradas a su capricho en nombre de aquella bendita transitoriedad revolucionaria que tanto daño ha provocado. Liquidó el principio de la legalidad, base del Estado de Derecho. Tenemos los recientes ejemplos del referendo consultivo, los más de quince mil despedidos de PDVSA, la destrucción de la FAN y el atropello contra los oficiales, la calculada liquidación del aparto productivo privado, las invasiones confiscatorias de tierras y mucho más. Este régimen no puede mantenerse en democracia. Asume progresivamente la dictadura. Obsesionarse con el revocatorio, con el 19 de agosto y cerrar los ojos ante la destrucción del país y la verdadera naturaleza de este proceso, terminará costando mucha sangre y hasta la vida en libertad. Esta gente es capaz de matar, mandar a otros a que lo hagan y sentirse orgullosa de ello.

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