Opinión Nacional

La pandilla más dura del mundo

El trabajo de las bandas armadas del chavismo ha estado claramente dirigido a acallar cualquier expresión de oposición. Sus ataques, aun los documentados gráficamente, son protegidos por la impunidad que ampara a quienes están con el proceso. Por ejemplo, después de dos años, los miembros de grupos de choque que dispararon contra quienes protestaban por el resultado del Referéndum Revocatorio en la plaza Altamira, matando a una persona e hiriendo a varias, siguen sin recibir esa justicia improbable que anuncia el Ministerio Público en su campaña publicitaria. Hasta Eduardo Galeano, quien alardea de exponer las verdades que la información oficial mantiene ocultas en la Historia, encontró conveniente saltarse esas “minucias” en su exaltada crónica sobre el “triunfo inobjetable” del presidente Chávez.

Esos tres componentes, la violencia, la certeza de la impunidad y la tergiversación descarada de lo que la evidencia indica, están claramente presentes en el más reciente espectáculo público del alcalde mayor Juan Barreto. En una sala llena de sus partidarios, sobre un escenario casi exclusivamente ocupado por sus compañeros de ruta y con un guardaespaldas directamente tras de sí, Barreto insultó durante largo rato a los alcaldes de Baruta y Chacao. Amenazó con enfrentamientos en la calle y dijo que ese era el tono que iba a tener la campaña presidencial. (El único espectador que tuvo la dignidad y el valor de protestar fue Marino Alvarado, de Provea. A él, un aplauso y mis respetos.) Según los afectados, tras las cortinas, Barreto, ahora con más espalderos, los injurió, escupió a Capriles y golpeó a López.

Es extremadamente improbable que las acciones de Barreto vayan a generarle consecuencias negativas. Si había alguna duda fue despejada por las declaraciones de los miembros del Poder Moral, quienes de tener algún poder seguramente no es el moral. Un par de miembros del partido de gobierno se deslindaron sutilmente del berrinche mayor. Diosdado Cabello lo declaró algo sin importancia y otros más le dieron su respaldo irrestricto.

En la tímida entrevista que le hizo “El Nacional”, Barreto dijo que “La práctica soberbia de Capriles Radonski y López es tan soez como aquellas frases que se me atribuyen.” A pesar del video, para el Alcalde las frases sólo “se le atribuyen”, pero se justifican por la práctica soberbia de los agredidos. ¿Valdrá el mismo razonamiento para las prácticas soberbias de casi todos los funcionarios del gobierno? Barreto mismo, por ejemplo, usó un megáfono para mentarles la madre a los policías jubilados que protestaban reclamando la cancelación de las deudas. ¿Suena suficientemente soberbio? La reforma del Código Penal, aprobada cuando él era diputado, tipifica como delito insultar o intimidar a cualquier funcionario, inclusive con el ruido de un “cacerolazo”. No establece excepciones en caso de soberbia. Una lástima.

El descaro de Barreto le permite decir que “Capriles Radonski y Leopoldo López van a cargar el resto de sus vidas con el sambenito de golpistas porque se sumaron a un golpe”, a pesar de que él respaldó dos intentos de golpe en 1992 y pertenece al gobierno de un ex golpista. ¿Será que cuando fracasan no se cuentan?
Si bien creo que Barreto fue sincero al decir que su exabrupto marca el tono que van a darle a la campaña, es obvio que en medio de su discurso el Alcalde perdió el control; algo frecuente en él. En un video que circula en Internet, se puede ver como hace lo mismo ante una peligrosa periodista que lo amenazaba con preguntas que no sabía responder. Primero apeló a su autoridad como profesor de periodismo y le aconsejó que fuera a su clase a ver si aprendía algo. Luego la persiguió gritándole mientras ella pasaba entre los partidarios oficialistas que aplaudían y le decían “Fuera, fuera”.

Tengo entendido que en una oportunidad las autoridades universitarias suspendieron al tan autopromocionado profesor Barreto por seis meses. Los periodistas podrían hacerle caso e ir a la universidad pero a investigar si la suspensión realmente ocurrió y a qué se debió. Seguro que no fue porque quería que los estudiantes practicaran las cuatro operaciones básicas. También podrían investigar el tan comentado incidente del apuñalamiento por el cual Barreto fue enjuiciado y declarado inocente en 1998, para asegurarse de que no la hayan tratado indebidamente. No hay que olvidar que en esos tiempos había otro Fiscal General y la justicia era imperfecta.

El efecto del berrinche en el Teresa Carreño puede contabilizarse en votos. Por más que Barreto estuviera haciendo lo único que parece saber hacer, los que pierden el control y causan destrozos más temprano que tarde terminan por volverse una carga. Chávez, quien se jacta de tener un dominio total y absoluto sobre sus seguidores, ¿respaldará lo que hizo su Alcalde? ¿O lo aprovechará para lucir juicioso y sereno?
Justo cuando la soberbia presidencial reduce oficialmente sus aspiraciones en 40%, el comportamiento de Barreto anuncia tempestad tanto a los miembros de la “putrefacta y embrutecida” clase media como a los de la desasistida clase baja, testigo y víctima más directa de su incapacidad como burgomaestre. En medio de una campaña para cambiar la imagen de la policía, el jefe máximo de la Metropolitana se exhibe públicamente como un abusador incapaz de manejar su propio temperamento.

El Alcalde insiste en que la toma armada de la policía de Chacao es “un problema menor”. Proporcionalmente, los niños quemados en El Valle por dos metropolitanos deben parecerle un asunto insignificante. O una maniobra mediática.

¿Cuánto puede mejorar la policía estando al mando de alguien así?

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