Opinión Nacional

La Pasión criolla

En esta Semana Santa los venezolanos experimentamos dos pasiones: la de Cristo y la propia autóctona. La primera singularmente no la conmemoramos solo en los templos sino en los cines: la dramática película de Mel Gibson mostró a los impresionados espectadores un sangriento suplicio nunca antes visto con tal crudeza. Lagrimas, estremecimientos, angustia, es lo que se siente al presenciar tal martirio; con cada latigazo, con cada golpe, no pudimos menos que sentirnos identificados con el sufrimiento del Jesús hombre, que con su sangre pagaba el precio del pecado para alcanzar la vida eterna.

La asociación con el calvario que vivimos los venezolanos fue inmediata: el recuerdo de los golpes, torturas, asfixias, violaciones, muertes, dolor, que los ciudadanos de este país están sufriendo para liberarse de un régimen oprobioso, es la propia pasión criolla. Quienes reportamos día a día cada amargo suceso, sabemos que pronto se logrará la redención, que estamos cerca del final, de la resurrección a la nueva vida nacional. Esta experiencia no puede perderse en el vacío, ni olvidarse nunca jamás. Ojalá se aprenda bien la lección de la responsabilidad ante lo que suceda en nuestro país, la responsabilidad de haber escogido malos gobernantes o de habernos abstenido de votar por los buenos. Cargamos con la responsabilidad de no haber expulsado a tiempo a quienes devoraron las riquezas del país relegando las mayorías a la pobreza. Hay también la responsabilidad de los mejores de haber dejado la gerencia pública en manos ineptas.

Así como elegimos a este Judas cobarde e incapaz para que dirigiera el país, así tenemos que responsabilizarnos de sacarlo y escoger a quienes puedan rescatar de entre el sobrecogedor naufragio los restos de la Venezuela próspera y recomponerla con el aporte de todos. Pero esto resultará cuesta arriba si no ponemos de acuerdo a todos los remeros para que lleven el bote en la misma dirección. Episodios como el ocurrido en Caribbean Suite durante la Semana Santa demuestran que la reconciliación de los bandos en pugna será harto difícil.

El candidato a la gobernación de Carabobo por gracia del dedazo presidencial, Gral. Luis Felipe Acosta Carlez, fue a pasar sus días santos en ese resort de Tucacas, donde su amigo Samir Rahfe le prestó su town house. Pero no fue solo. Por lo menos diez guardaespaldas, a cual peor encarado y armados hasta los dientes, le seguían los pasos. Cuando el General Eructo, como le conocen mundialmente gracias a sus pésimos modales, se lanzó a nadar en la piscina, se armó el zaperoco. La gente se salía del agua, caceroleaban en cualquier metal y los más osados hacían olas hacia el general, con el grito de ¡Fuera, fuera! La escena era de una intolerancia sin límites, si a ver vamos que cualquier ser humano tiene derecho a bañarse en una piscina, pero los venezolanos ofendidos y humillados por el régimen y por emisarios como Acosta Carlez, no están dispuestos a permitir tal presencia entre ellos. Si esto es malo, la reacción del susodicho fue peor: sus matones se lanzaron a la piscina vestidos, con gorras rojas y armas en mano. Hubo empujones, disparos y finalmente un contingente de la Guardia Nacional se presentó, lanzó bombas lacrimógenas, empujó y golpeó a los turistas protestones. Un helicóptero de la Guardia Nacional sacó al General del área pero el asunto no terminó allí. A pesar de no ser grata su presencia, el flamante candidato insistió en permanecer en el complejo, así que los vacacionistas vivieron una pesadilla: cortaban la luz en las noches, lanzaban bombas lacrimógenas en los pasillos, los guardaespaldas daban descargas eléctricas con unos aparatos de mano a quienes se acercaran al alojamiento del General. Aun así, persistieron en gritar y cacerolear al considerado intruso, que a su vez se burlaba y reía de los manifestantes, bailando, eructando y haciendo gestos obscenos como bajarse los pantalones y mostrar su general trasero.

Pero esta pasión no termino allí. El Eructo cumplía años el Domingo de Resurrección y su amigo Genys Vargas le ofreció una parrillada en el Trigal Sur, nada menos que El Cafetal opositor de Valencia. Nuevamente cacerolazos, protestas y hasta incendio del monte en una plaza cercana. Y nuevamente la Guardia Nacional se apersonó para defender a su general chavista, que junto con el hambre, también les está matando la dignidad.

Dos pasiones, dos tiempos, distintos protagonistas, pero el final de la historia siempre es el mismo: los cobardes y criminales huyen o se suicidan y los que ofrendan su sufrimiento alcanzan la resurrección y la vida. No olvide nadie que siempre, siempre, más temprano que tarde, este será el fin de toda pasión.

Para concluir, hay un pensamiento que escribió José Martí hace más de un siglo y que la revista Zeta, que está cumpliendo 30 años, ha utilizado parcialmente como su lema. Léanlo completo y recarguen sus pilas de esperanza: “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado y a pensar y a hablar sin hipocresía. Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de luz, como ha de haber cierta cantidad de decoro. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tiene en si el decoro. Esos son los que se rebelan con su fuerza terrible contra los que roban a los pueblos su libertad, que es robar a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados”.

*Esta columna es publicada en el diario Notitarde el miércoles 14 de abril de 2004

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