Opinión Nacional

La patria mancillada

Hasta hace muy poco, cuando Venezuela era de todos nosotros, no de unos pocos y de otros extraños, la integridad era un valor sembrado en la conciencia ciudadana y no mera consigna vocinglera.

Tanto es así que Cipriano Castro, tirano de abyectos procederes e inenarrables perversiones, asumió la defensa de nuestra integridad territorial sin medir consecuencias, como no mensuró sus desplantes de malandrín al momento de negarse a cancelar compromisos financieros, contraídos con potencias europeas.

La célebre y denostada proclama: “la planta insolente del extranjero ha hoyado el sagrado suelo de la patria”, salvada la ripiosa rimbombancia, junto con el fuego vomitado por la enmohecida artillería emplazada en los fuertes aledaños a los puertos, salvó la dignidad venezolana y frustró la ocupación de nuestros espacios; claro esta, con la oportuna mediación de USA que, sin la brutalidad de las armas convencionales, cobraría con creces el favor solicitado.

Todos los gobiernos han honrado el bando del Libertador, luego del triunfo de Carabobo, según el cual “en Colombia sólo las tropas británicas podrán desfilar con armamento, a tambor batiente y con armas desplegadas”. Pero eso ocurría, como queda dicho, cuando Venezuela era de todos nosotros. Hoy su pertenencia corresponde a una secta fundamentalista del totalitarismo castro-comunista, afanado en reescribir la historia. De allí que prohijara el ignominioso desfile de tropas extranjeras portando armamento, alguna vez utilizado para agredirnos. Vale recordar la incursión cubana por Machurucuto.

El ayatola fundamentalista del deturpado credo bolivariano, vista la triunfante intervención en Bolivia, Ecuador y Argentina, decidió cometer una gran tropelía que, cubriendo de oprobio a la nación, tuviera alcance planetario. Con la retaguardia cubierta, tocaba avanzar hacia el Norte consolidando posiciones en el istmo centroamericano.

Honduras, se dijo, y descubrió a un consumado oportunista. Lo estimuló para forzar la barra constitucional. Las transferencias hacen prodigios mientras no son confrontadas por la moral; ese componente que garantiza la independencia de poderes y la democracia. El juego chavista estaba descubierto. La Corte Suprema de Justicia ordenó a las Fuerzas Armadas el apresamiento del hoy ex Presidente Manuel Zelaya, por violación de la Constitución y desacato. Obedecieron y pararon en seco el avance “por la libre” de la baratija del Socialismo del Siglo XXI que predican el bellaco teniente-coronel venezolano y su mentor en jefe Fidel Castro.

Mientras compra adhesiones o siembra el temor a los insultos y calumnias que es capaz de proferir el sociópata, a pesar de la ligereza en las decisiones de la OEA y de otros organismos internacionales, el castro-comunismo, inhabilitado para la actividad democrática, se encuentra en serios aprietos. También la honorabilidad venezolana está maltrecha, gracias la actuación de un ignaro que se cree predestinado para fundar la Unión de Repúblicas Socialistas Bolivarianas, con hombre nuevo por delante.

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