Opinión Nacional

La primera década

El 2 de febrero se conmemoró el décimo aniversario del inicio del proceso de cambio liderado por el Presidente Hugo Chávez que diera sus primeros pasos convocando a la conformación de la Asamblea Constituyente de cuyo seno emanara, 10 meses después, la Constitución Nacional. El contenido de esa nueva carta magna, con nítida influencia del ideario de El Libertador, perfila la hoja de ruta de los cambios a ser emprendidos para la construcción de una sociedad igualitaria y de justicia social mediante la promoción de un sistema basado en una democracia participativa y protagónica fundamentado en la inclusión de todos los estratos sociales.

Como conocemos todos, estos diez años no han estado exentos de conflictos y convulsiones que incluso, sometieron a una dura prueba a la continuidad del hilo constitucional el cual, de hecho, fue alterado por un breve lapso. Para muchos, ello no constituyó sorpresa, salvo por la forma como quiso ser ejecutado; y, en efecto, no podía sorprender que el proceso de cambio provocara las reacciones de aquellos grupos sociales y sus aliados foráneos que al verse apartados del poder que siempre detentaron, también veían cómo comenzaban a desvanecerse las fuentes de sus eternos y desmedidos beneficios obtenidos a cuestas de la espoliación de un estado que solo respondía a sus intereses. Desde entonces se evidencian las contradicciones entre los intereses de esos grupos con los propósitos gubernamentales en procura de establecer novedosas políticas orientadas a alcanzar una mayor equidad en la distribución de los ingresos, aparejadas con la creación de inéditos canales de participación social que no se limitan exclusivamente al ámbito institucional, sino que se expanden hasta el pleno acceso a los beneficios derivados de la acción gubernamental.

Esas políticas y acciones comenzaron gradualmente a adquirir cuerpo en diversos ámbitos. Surgieron las misiones sociales para enfrentar, fundamentalmente, los problemas vinculados con la salud, la educación, la cultura y la marginalidad con miras a allanar el camino para hacer efectiva y eficaz la participación de la sociedad en el diseño, ejecución y evaluación de las políticas y proyectos públicos, así como del goce de los beneficios resultantes. En el plano económico, el estado recupera su rol como rector y actor principal en el proceso productivo de bienes y servicios surgiendo, en simultáneo, otras modalidades de propiedad y distribución dejando de lado los modos tradicionales ensayados en el pasado. Por cierto que estos cambios en los sectores social y económico han causado un impacto muy significativo sobre la evolución política nacional que oscila desde la aparición de nuevos actores y, por supuesto, la desaparición de otros, hasta la transformación de la segmentación de la sociedad venezolana. De igual manera, ese impacto también se ha extrapolado hacia el exterior, en especial, en la subregión Suramericana donde han surgido varios gobiernos que inspirados en los acontecimientos venezolanos, están transitando senderos de cambio conforme a sus propias especificidades.

La nueva realidad emergente a partir de la instrumentación de esas políticas, como era esperable, han contribuido a agudizar las contradicciones frente a los grupos sociales que siguen oponiéndose a la estructuración del modelo de país que se ha propuesto el Gobierno Nacional. Esas contradicciones seguirán agudizándose en la misma medida en que continúe profundizándose el proceso de cambios emprendido que, como todo curso histórico, seguirá desenvolviéndose entre expansiones y contracciones que generarán recurrentes crisis, de las cuales surgirán nuevos avances que contribuirán a consolidar el modelo perseguido. Al desplegarse el proceso en el marco de un sistema democrático, y ante la imposibilidad de alcanzar consensos con estamentos sociales antagónicos a los cambios, las contradicciones solamente podrán dirimirse a través de sucesivos comicios, de allí que a lo largo de la década ya nos encontremos abocados a participar en la décima cuarta elección que se realiza en ese lapso. Mientras esas contradicciones sigan latentes en nuestra sociedad, no habrá otra forma de poderlas zanjar, lo cual pone de relieve, entre otros aspectos, el carácter democrático del proceso en curso.

No obstante las dificultades enfrentadas y la permanente e implacable campaña mediática a la que ha estado -y estará- sometida la acción gubernamental, no es posible negar los avances alcanzados en los ámbitos económico y social durante estos primeros diez años de la revolución y, mucho menos, las mutaciones experimentadas en el sistema político intrínseco al propio proceso de cambio. Progresivamente, esos avances se irán consolidando hasta alcanzar un grado de irreversibilidad tal que se harán invulnerables ante eventuales embestidas de las fuerzas que antes de intentar comprender, quieren seguir ignorando que la Venezuela a la cual estuvieron habituados -y que añoran- cambió para exhibirse ante el mundo voceando la esperanza de que sí es posible que todos podemos vivir más y mejor.

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