Opinión Nacional

La quimera del militarismo perpetuo

El militarismo perpetuo en Venezuela, que va por su XXVI edición, ha sido siempre la quimera, la idea falsa, el desvarío, la errada imaginación del pueblo acerca de la política. Cualquier ideología le ha servido, sobremanera desde la aparición del rentismo, que es un modo fácil de gestión. La gente armada, aun como institución, siempre ha sido cabecilla de la conspiración y las facciones y el pueblo llano le han dado el apoyo para denominar la aventura como revolución. La gente educada se ha prestado de muleta para diseñar la nueva sociedad a su semejanza.

Siento fatiga que no acepten que la fuerza de las cosas tienda sin cesar a crear complejidad desigual y que se apele a la fuerza de la revolución para imponer la simpleza de la igualdad. En esta simpleza, el militarismo cuenta con la intelectualidad. La vida esta lejos de ese atractor de equilibrio. No soportan la vida tal como es y necesitan de la dictadura perpetua para mantenernos en las cercanías de la tabula rasa de la igualdad donde ellos puedan gobernar.

El caudillo es el alucinado de un poder absoluto conformado por pequeños poderes. Puede hacer por medio de otros; lo que esos otros no pueden hacer por si mismos. Enfermo de ambición, de orgullo, de cobardía y de miedo. Encerrado en si mismo necesita aislar el país en el bastión de su propia persona. Inalcanzable amo que exige docilidad a cambio de estomago lleno, limitado a lo que hay y cabeza vacía dispuesta a asentir. Lo mejor de todo es que nadie le escucha la idea falsa del discurso oficial que el militarismo dirige hacia la multitud. El poder del tribunal que atiende las quejas termina por sentenciar a favor del abuso de poder, de los derechos innominados de la multitud oficial y cercenar la libertad, el trabajo y la propiedad de la disidencia que tiene nombres y personalidad jurídica, como en RCTV.

El grupo se transforma en multitud cuando se vuelve súbitamente sensible a la sugestión y no al razonamiento, a la imagen y no a la idea, a la afirmación y no a la prueba, a la repetición y no a la argumentación, al prestigio y no a la competencia. En el seno de la multitud, la creencia se extiende por contagio y no por persuasión. Los intelectuales son parte de la multitud y la moda. Cuando la crítica a la moda suena alto es porque su caída ya ha sonado. Desenlace de todo ascenso y triunfo. En Latinoamérica, ha habido un intelectualismo perpetuo que promueve el totalitarismo y la sociedad cerrada. Constituyen las voces de la doma del hombre y de la producción del hombre nuevo que debe tararear “el pájaro guarandol”. Es la visión de arriba hacia abajo de la sociedad de los que adoran la igualdad hasta la servidumbre. Terminan siendo el poder cultural a la mano del militarismo perpetuo. Hoy los ves en TVes. No les desagrada transmutar la libertad de expresión por el poder de oprimir y de uniformar. En el socialismo s. XXI de nuevo esos intelectuales latinoamericanos desean explotar, en segundo plano de los militares, a obreros y trabajadores. Por eso citan a Gramsci quien propiciaba el totalitarismo del intelectual. Imaginaba que esa pretensión había terminado. Ellos mismos así lo habían confesado. ¡Pues no! En la Venezuela del militarismo perpetuo goza de buena salud. Por eso reitero que los intelectuales no tienen nada que decir. Solo el científico y el tecnólogo pueden en la sociedad abierta iluminar la sociedad de conocimiento.

El autócrata actual ha cerrado un importante espacio de libertad. Ha quedado al desnudo ante la democracia internacional la vocación cuartelaría y la responsabilidad intuito persona del delito supremo de vejar la sociedad abierta al arremeter contra el pluralismo y la expresión disidente. Comenzó a correr el tiempo donde un juez Garzón le ponga la mano larga de la justicia internacional. Los que hacen posible su supremo abuso del poder serán sus acompañantes en esos señalamientos. Desde ya a todos los libres nos corresponde resistir sin miedo la versión actual de la idea falsa.

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