Opinión Nacional

La Quinta Internaciona es la hora veinticinco

            En el momento en el cual, Constant-Virgil Ghiorghiu, escribe los párrafos finales de “La Hora Veinticinco”, los últimos estertores de la guerra, palidecen. Se acaba la noche sangrienta y vuelve a surgir la  esperanza. Comienzan los hombres el regreso a sus casas y en el nuevo silencio, la humanidad vuelve a organizarse. Pero la hora veinticinco que imagina el autor de la obra, es, para él, una hora imposible. Ya su vida quedó en el recuerdo y ni siquiera las sonrisas de los otros (“Smile, please”) pueden revivirle. La hora veinticinco, una más de la final, no tiene más días ni más noches. No existe. Es el tiempo que no es; que no fue y que no será. Decimos todo esto porque nos ha impactado, de verdad, quizás una vez más, el vocabulario de nuestro “Señor Presidente”, cuando lanza al mundo,  la amenaza de construir la Quinta Internacional Socialista, con la misma fe y la misma pasión ideológica, con la que León Trostky y  Vladimir Ilich Ulianov (Lenín) concibieron la Primera, en 1905, cuando apenas comenzaba el Siglo XX. Y se nos ocurre, por ejemplo, que en lugar de pensar en la “comunización” de Europa y de Asia, mirando la frontera de Rumania, Chávez, como Bolívar en su “delirio sobre el Chimborazo”, podría estar pensando en aplastar las defensas de Colombia y llevar el estruendo de otra guerra, hasta el valle de Ubaté, a  las puertas de Bogotá. ¿Será posible?. Nadie quiso, hace 70 años, pensar que Hitler iría más allá del “corredor polaco” y que sus SS  llenarían de sangre los suelos de Europa y amenazarían al mundo con una conflagración total. Nadie quiso creerlo y lo llamaron, simplemente, “loco”, como para verlo, con ojos cristianos, como el advenimiento de “Satanás”. Cuidado. Lo de la Quinta Internacional podría no ser una balandronada de quien no tiene escrúpulos para revelar su ignorancia. Cuidado si este afán guerrerista, mirando a un Imperio imaginario, nos lleva a todos a una hecatombe y nos mancha con el fango de una cruzada imposible de justificar. Cuidado.

             En cuanto a la Quinta, diríamos que desde la Tercera Internacional, en 1919, cuando surge la URSS y se impone un régimen absolutista, totalitario, despótico y anti-democrático en el “imperio rojo”, el socialismo comienza a pedir prestado otros apellidos –demócrata, cristiano..- para poder subsistir como luz de esperanza; como ideología que persigue la felicidad de los pueblos; como la promesa para enraizar la justicia, la igualdad, dentro de un orden de absoluta libertad para el hombre y para la humanidad y la naturaleza; para la historia. ¿Habría que pensar ahora en una Quinta, en una Sexta o en una Décima Internacional, si el fracaso de los intentos por “comunizar” al mundo nos hace, obligatoriamente, a quienes militamos, alguna vez o ahora,  en la izquierda, pasar la página y aprender el nuevo idioma de las nuevas ideas, para afrontar la realidad?. Por eso dijimos, en su oportunidad, que el Socialismo del Siglo XXI tendría que ser democrático. Porque de verdad, compatriota Chávez, amigos chavistas, un socialismo nuevamente comunista, no tiene sentido. Y mucho menos en Venezuela, donde el credo democrático se antepone a cualquier otra propuesta ideológica, porque los padres de la República lo sembraron en las bases de nuestra cultura.

            Pero también pensamos en que no sería malo que Chávez insistiera en su sueño rojo y convocara al mundo a militar en su Quinta Internacional. Como en el caso de Zelaya y Honduras; como en su llamado para dar “beligerancia” a las FARC en Colombia; como en su empeño de consagran la “grandeza” de Carlos Ilich,  el Chacal, Chávez se encontraría con una realidad que no responde a sus empeños y quizás provocaría la “hora veinticinco” para el comunismo internacional, invitando, incluso, a Fidel, a visitar la tumba de unas horas sombrías de la historia.

            Esa manía del Presidente de unos cuantos venezolanos –pero, ciertamente, no de todos—  de incrustarse a ciegas en el anecdotario del mundo, parece ser una desviación paranoica de quien no sabe,  a ciencia cierta, cuál es el terreno que está pisando. Como la fiebre en un ser humano, la opinión de los pueblos, es mutante. Y como lo que los ilumina es la luz de la esperanza, cuando esta se apaga en un frente, se enciende en otro y el termómetro sube o baja con la intensidad del cambio en la temperatura.  No hay ninguna duda de que el promotor de las misiones, el del nuevo Socialismo Bolivariano, del Siglo XXI, está destiñéndosele a las clases más humildes, porque sus promesas tardaron demasiado y no se cumplieron. No podemos precisar, porque no somos –nadie lo es—adivinos del porvenir, qué es lo que va a ocurrir, en el corto plazo, en el horizonte político venezolano. Está bien claro, para cualquier advenedizo observador,  que mientras el régimen se hunde en sus contradicciones y cae la imagen de su líder,  se desploma, la oposición se une y propicia un entendimiento nacional, el cual, si llegare a tocar a todas las puertas de los que se han venido absteniendo de participar en el debate, se constituirá en un fenómeno avasallante, con definida cualidad para vencer a quien se le opusiere. Lo que no sabemos, al respecto, es  cómo se moverá la agenda de quien hasta ahora no ha respetado lo que dice respetar y no ha practicado lo que dice practicar, refiriéndonos, específicamente, a la naturaleza del orden democrático. Su ambición de poder, su egocéntrica suposición de que el destino de la humanidad descansa en su proceder “heroico”, nos hace pensar en que hará todo lo posible e imposible, para retener, a la brava, todo el instrumental del que se ha valido para proyectarse hacia el mundo, despreciando cualquier llamado a la corrección.

            Y creemos, en definitiva, que a más de tener cuidado con el juego de la guerra, con la agresión armada contra la hermana república, sinceramente, bolivariana, de Colombia, tenemos que comenzar a mirar con detenimiento esta hipótesis de la ruptura completa del orden constitucional y prepararnos para una dura resistencia, la cual, lógicamente, dependerá de la presencia y militancia de nuestras más jóvenes generaciones, las cuales ya están, por lo pronto, bien despiertas. De ellas es el futuro. Que tomen ahora el presente y que le pidan al pasado, las útiles referencias de su experiencia. Nosotros estamos a la orden.

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