Opinión Nacional

La revolución sectaria

1. Un proceso excluyente

La «revolución democrática bolivariana» está haciendo lo mismo que los viejos partidos AD y Copei, sólo que con una dosis de sectarismo que no alcanzaron esas organizaciones ni en sus mejores momentos. Una de las causas del apoyo popular al proyecto de Hugo Chávez reside en que muchos compatriotas se sienten reivindicados de los atropellos que en el pasado cometieron AD y COPEI, contra quienes no se plegaban de forma incondicional a los caprichos de sus cúpulas. Pero ocurre que la «revolución democrática bolivariana» está haciendo lo mismo que aquellos partidos, sólo que con una dosis de sectarismo que no alcanzaron esas organizaciones ni en sus mejores momentos.Los cambios se intentan hacer bajo la inspiración de una supuesta superioridad moral de los «bolivarianos» sobre el resto de los mortales. Por esa razón no consultan a los expertos, ni se toman la molestia de llamar a los profesionales y especialistas en las diferentes materias que tratan. Por ejemplo, la declaratoria de emergencia del Poder Judicial y la reforma de esta rama del poder público, no se llevan adelante con el apoyo de los mejores recursos que existen dentro de ese órgano, ni con el auxilio de los centenares de abogados que durante años han estudiado a fondo esos problemas, y que han elaborado propuestas coherentes respecto a cuáles son las soluciones más convenientes. Lo mismo ocurre en áreas como educación, salud, política económica y social.

En materia de reforma de la Administración Pública central aprobaron una proposición que contraviene las recomendaciones de los especialistas en el tema: fundieron en un solo despacho Agricultura con Industria y Comercio, cuando todos los estudios y la experiencia internacional demuestran que son sectores diferentes, cada uno de los cuales exige su propio espacio institucional. Sin embargo, crean el ministerio de Ciencia y Tecnología, área que podría mantenerse como un consejo nacional o como una unidad dentro del Ministerio de Educación. Al SENIAT lo piensan desintegrar, a pesar de que los expertos recomiendan mantenerlo como un servicio integrado para aumentar la eficiencia de la recaudación por concepto de tributos y aranceles aduaneros.

Podríamos seguir con más ejemplos, porque abundan. Pero paremos aquí. Ya lo decía Aristóbulo Istúriz: «la historia la escriben los ganadores». Esta fue la doctrina aplicada por AD durante El Trienio. Los resultados no pudieron ser peores: diez años de dictadura perezjimenista. El Pacto de Punto Fijo tuvo la virtud, ignorada por Chávez, de reducir la arrogancia propia de los ganadores. Permitió consolidar la democracia y lograr la coexistencia en un clima rodeado de acechanzas. El Pacto se desvirtúa y corrompe precisamente luego de que el sectarismo se impone. Después que AD y COPEI dejan de comprender la importancia de abrir los canales de participación a esos centenares de miles de profesionales y técnicos que se habían formado en nuestros centros de enseñanza. Cuando el gobierno deja de ser de los mejores, para transformarse en el gobierno de la clientela, de los incondicionales.

El gobierno del comandante Hugo Chávez está incurriendo en el mismo error, sólo que con una dosis de retórica patriotera que adorna todos los desaguisados que están cometiéndose. La exclusión sigue siendo la misma. Los profesionales y técnicos están siendo ignorados, tal como ocurría en el pasado reciente. La sobreideologización del proceso está llevando a ignorar a profesionales, expertos y especialistas que podrían hacer importantes aportes. Éste no es el gobierno de los mejores, sino el de los que más vociferan a favor de la «revolución» o se pliegan de manera incondicional al credo chavista. Por eso es que en todos estos meses de gobierno, no se ve la luz al final del túnel en ninguno de los grandes problemas que confronta la nación. Al contrario, la atmósfera es oscura y pesada. En medio de tanto sectarismo no puede ser de otro modo.

2. Los verdaderos protagonistas

El presidente Hugo Chávez siempre insiste en que los protagonistas de los cambios que están produciéndose es la gente. Que él es sólo una brizna en ese inmenso torbellino desatado por las fuerzas de la historia, en cuyo centro se encuentra el PUEBLO. Apartando la grandilocuencia que tanto le gusta al Presidente, ¿ha sido éste un gobierno que promueve el protagonismo del pueblo?
La verdad es que lo que hemos tenido en lo que va del año es el uso indebido de la voluntad del pueblo, en cuyo nombre se actúa para justificar un régimen incapaz y excluyente. Tal como ha ocurrido mil veces en la historia continental y planetaria, una vanguardia se está arrogando la representación popular, y convirtiendo sus caprichos en expresión de la voluntad soberana. La pretendida participación y protagonismo del pueblo, sólo ha servido para crear en la mente de los más incautos, la ilusión de una importancia que hasta los momentos sólo el jefe del Estado y los constituyentes del Polo Patriótico han tenido.

 Salvo las pintorescas conductas de Cipriano Castro y los excesos del primer mandato de Carlos Andrés Pérez, a lo largo del siglo XX nunca como ahora había gobernado un Presidente que copara tanto la escena política y asumiera la conducción del país como la permanente puesta en escena de su figura.

La «Gran Venezuela» fue la excusa utilizada por CAP para proyectar su imagen de estadista en Venezuela y en el exterior. El presidente Chávez ha construido un sucedáneo: La «Revolución Democrática Bolivariana». La megalomanía de Hugo Chávez y su afán de figuración lo está llevando a sobredimensionar su propia figura. Sólo su desmesura puede explicar su viaje, con toda la numerosa comitiva que lo acompaña, por el Lejano Oriente y parte de Europa. Como todos los demás presidentes que se consideran asi mismos el centro del universo, Chávez ha salido a explicarle al mundo entero los alcances de la revolución pacífica que se lleva adelante en Venezuela. Pero, ¿estarán muy interesados los chinos, los coreanos y los japoneses, especialmente los empresarios de esas naciones, en conocer lo que está ocurriendo en Venezuela en materia de cambios institucionales y políticos? Sinceramente lo dudo. Si a ver vamos, ni siquiera los intelectuales venezolanos nos preocupamos mucho por lo que ocurre en países tan cercanos como Ecuador y Perú, para citar dos ejemplos. ¿Cuál es la razón para que, digamos, los chinos se interesen por nuestros asuntos domésticos? ¿Nuestra situación los afecta en algo? Sin embargo, Chávez jura que el pueblo asiático no puede dormir preocupado por nuestro destino histórico.

El único protagonista que existe en Venezuela es el jefe del Estado y el grupo político que lo rodea. El pueblo está ausente o sirve sólo de relleno; para vociferar y amenazar. En lo que va del año más de 100.000 obreros han perdido su trabajo, la informalidad ha crecido, los gerentes profesionales han sido desplazados de la Administración Pública por militares impuestos desde Miraflores, los técnicos no consiguen empleo, las amas de casa continúan viviendo, con mayor ansiedad, el acoso de la inflación, los mejores cerebros del país continúan su exodo hacia el exterior tras la búsqueda de nuevos horizontes, los pequeños y medianos empresarios se mantienen con sus unidades paralizadas, los campesinos siguen sin ver luz, y los profesores y estudiantes esperan que la educación se corresponda con la nueva era que vivimos. La nación está aletargada. En términos de Gramsci, lo único que se mueve es la sociedad política, el Estado, con el Presidente a la cabeza.

Todo lo demás está aplastado por el peso que le impone el oficialismo: Hasta la nueva Constitución será producto casi exclusivo del chavismo. El Polo Patriótico no ha mostrado ningún interés en elaborar una Carta que sea producto del consenso y la participación de la mayoría de los venezolanos. Apoyados en la inmensa mayoría que conforman los integrantes del PP, la directiva de la Asamblea Constituyente intenta silenciar hasta la tímidas voces de protesta que se atreven a criticar el autoritarismo con el que se maneja la Constituyente.

En toda esta comedia que se ha montado el pueblo está ausente. En el mejor de los casos es un espectador pasivo, a la espera de que el guión cambie. Que la economía se dinamice, el empleo aumente, se apoye y fortalezca la actividad científica y tecnológica, mejore la enseñanza. Es decir, tengamos una nación. La mayoría de la gente quiere ser protagonista, pero no para desempeñar ese papel ruidoso que los miembros de la nueva clase política le quieren asignar, sino para poder trabajar, producir y vivir con bienestar. El común de la gente prefiere ser un actor silencioso, como son los ciudadanos en todas partes del mundo, donde, por cierto, los mandatarios no se sienten predestinados ni elegidos, sino simplemente obligados a ser eficientes administradores de los recursos públicos, y eficaces facilitadores para que se conecten las redes que permiten que la sociedad se mueva hacia adelante.

Politólogo.

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