Opinión Nacional

La Secta

“En circunstancias como éstas viene con espontaneidad a la mente el siguiente pasaje del libro del Apocalipsis: “Y hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se hagan una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre, pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666”… La intención de citar este texto aquí es simplemente llamar la atención sobre la maldad de un proceso actualmente en marcha, que divide radicalmente, en línea maniquea, a los venezolanos en dos bandos: “buenos y malos”, “patriotas y golpistas”. ¿Será preciso llevar “la marca” (oficialista) para poder comprar y vender, trabajar y viajar, comer y vestir, educarse y descansar; en una palabra, vivir, en este país?” Monseñor Ovidio Pérez Morales, Obispo de Los Teques.

El show televisivo de Chávez aceptando el proceso revocatorio, cuidadosamente montado y técnicamente impecable, es una pieza maestra de la conducta presidencial. Como en cada oportunidad que tiene el agua al cuello, Chávez hizo la primera toma amparado en la imagen de Jesucristo, “Mi Comandante”. El aprovechamiento de la fe y la usurpación de las palabras divinas, así como la inaceptable equiparación de su conducta con la de Jesús, no sólo es preocupación para la Iglesia Católica, que ha denunciado en innumerables oportunidades el perjurio sobre imágenes sagradas, sino también para nosotros, laicos y legos que presenciamos esto con la misma angustia de quien ve a Lucifer sobando al Nazareno de San Pablo.

Religiosamente, los venezolanos tenemos la misma mescolanza hispana, negra e india que caracteriza toda nuestra cultura. La creencia en Dios no impide el culto a María Lionza, José Gregorio Hernández no discute con la pepa e’ zamuro, y la Virgen de la Caridad también es una deidad del Yemayá. Chávez confesó cuando era candidato que él no era católico, pero como Presidente ha abusado de las invocaciones divinas a su conveniencia:“Perdónalos Señor, que no saben lo que hacen” “Lo juro por Dios y la Virgen”, “Yo cargo mi cruz, que es pesada como la de Jesucristo”, “Y así los echaré yo, como Jesús los echó del Templo”, “Si Jesucristo viviera sería chavista”. Todod esto enarbolando la cruz o alguna imagen religiosa como un arma contra sus enemigos.

En la avenida Bolívar, su primer mitin de la llamada “Batalla de Santa Inés”, invocó a Dios para acabar con sus enemigos. Ese mismo día la estatua de María Lionza se partió en dos, señal de disgusto que tiene horrorizados a los seguidores de la reina. Sin ser especialmente creyentes de este tipo de fenómenos, no podemos menos que destacar algunos sucesos aislados, que originados o no por algún poder divino, definitivamente nos ponen a pensar que este régimen se encuentra detrás del espejo, en el lado oscuro de Venezuela. Como en las comiquitas de Superman, Chávez y sus revolucionarios emulan una secta bizarra, de la cual hasta sus mismos seguidores comienzan a desconfiar.

Los creyentes se echaron a temblar cuando escucharon al soberbio mandatario insultar al fallecido Cardenal Velazco, ofender al obispado venezolano (“Tienen al diablo bajo la sotana”, “aliados del golpismo apátrida”). A Monseñor Baltasar Porras, en un furioso arranque le traspasó su condición: lo llamó “el diablo”. Chávez desoyó el consejo de no meterse con los curas, porque eso es pavoso.

Cuando la “Bicha” fue aprobada en un referendo al cual no acudió el 60% de los electores, el cielo lloró y Vargas se hundió. El Samán de Güere, bajo cuyas frondosas ramas Bolívar juró, se secó definitivamente después que el de Sabaneta imitara al Libertador con su chimbo juramento “bolivariano”. Epidemias de cólera, de dengue, resurgimiento del paludismo y el sarampión, se cuentan entre las calamidades sufridas por los venezolanos. La “mabita”, como llaman los orientales a la pava, se extiende a los estados y municipios gobernados por los rojos, ya que el pueblo le atribuye a eso y no a la inmensa incapacidad que caracteriza a los funcionarios del régimen, el que nada les salga bien. Las construcciones se derrumban, las carreteras se agrietan, los puentes se caen. Las plagas del hambre, del desempleo, de la pobreza extrema han arreciado sobre Venezuela. Especialmente la plaga de la incultura y la falta de educación e instrucción ha convivido alegremente con el chavismo, que con un lenguaje escatológico trata de sacarle el bruto al país a punta de planes alimentados con petrodólares que se quedan a mitad de camino en los bolsillos de unos cuantos robolucionarios.

En noches pasadas escuchaba a un sacerdote católico en el programa de Isa Dobles y él decía que a estas plagas había que combatirlas con la oración, que eran los ejércitos del mal desencadenados sobre Venezuela, que la cohorte demoníaca que rodea al diablo mayor (estas palabras son mías) son almas capturadas para el reino de la oscuridad. Me dije, esto es una secta y los chavistas, sectarios (“secuaz, fanático, intransigente, seguidor de un partido o una idea”, según el Diccionario de la Real Academia). En verdad es así, si no qué explicación tiene ese cambio satánico que experimentan hombres y mujeres normales que en lo que les dan un carguito y les ponen la boina roja empiezan a escupir insultos y a hacer maldades. Fíjense en José Vicente Rangel. ¿Qué pasó con aquel periodista amante de la justicia y denunciador de atropellos? Aristóbulo no sabemos si se fumó una lumpia o le achicharraron las ideas en el infierno. Y Roger Capella ¿donde dejó a aquel médico bondadoso?

Hay otros que ya tenían el diablo en el cuerpo, como el golpista Jesse Chacón quien se fotografió muy tranquilo junto al cadáver de un pobre trabajador del Canal 8, el 27-N. O a Diosdado, de cuyos ojos gatunos y talante maquiavélico hay que desconfiar. Bernal, que tiene unos cuantos cristianos en su lista de “debe”. Florencio Porras, el gobernador de Mérida, cuya primera acción de gobierno fue ordenar quitar todas las imágenes religiosas de los colegios públicos. La secta chavista tiene prominentes miembros: ex guerrilleros, explosivistas, lo más granado de la delincuencia urbana, los desadaptados sociales, el lumpen del Hades venezolano.

Chávez vestido de rojo, con voz tronante y rodeado de su aullante secta, amenazaba en su mitin con emboscar en “la Batalla de Santa Inés”, recitaba “Florentino y el Diablo” (¿quién de los dos es él?) e invocaba a Zamora, otro demonio que azotó a Venezuela y cuyo lema era “quema primero y averigua después”. Mientras, yo sacaba cuentas: domingo 6, en el mes 6, en su sexto año de gobierno. ¡Bingo!:666 es el número del bicho. Yo no creo en brujas, pero por si acaso, me acojo al consejo de la oración.

* Esta columna es publicada en el diario Notitarde el miércoles 09 de junio de 2004

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