Opinión Nacional

La Semana Trágica

-”Estoy pensando en exilarme,/en marcharme lejos de aquí…”

-¿Tú, Pedro Juan? -le preguntó Elpidio Durán a González, el siempre anfitrión de los “edecanes” en sus reuniones, mientras ocupaba su silla de baqueta, igual que sus amigos, este sábado 20 de abril de 2002.

-No, hombre, Elpidio. Sólo rememoraba una poesía de Leoncio Martínez escrita en la prisión de La Rotunda durante la dictadura del general Gómez. Pero después de lo ocurrido el 11 de abril y sus secuelas, serán muchos los jóvenes que estarán pensando eso.

Las madres de los caídos

-Es cierto. -replicó Ernesto Michelangelli-. No sé ustedes, pero yo que me he vuelto un experto en la Internet, he observado fotos de los sucesos que me han dado escalofríos y me han llenado los ojos de lágrimas. Que pueda haber gente tan desalmada que asesine a mansalva a jóvenes desarmados está más allá de mi comprensión. Cuando veo las fotos de los jóvenes asesinados no puedo sino pensar en sus madres, en el cariño depositado en ellos, en los esfuerzos por darles una educación, en los inmensos sacrificios de esas familias y que todo haya sido reducido a la nada por un plomazo de fusil. Siento una rabia ciega por la misma impotencia.

-Es que hay dos maneras irremediablemente opuestas de ver el futuro del país. -expresó Francisco Hernández, el único contertuliano que hasta entonces había permanecido callado-. Ya Santiago Ochoa Antich nos lo había dicho en uno de sus artículos en este mismo diario. Aquí venía un choque frontal de trenes. Y ocurrió. Porque ese veinte o treinta por ciento que todavía se halla empleado, ve el futuro del país a través de la óptica de la IV República. Pero ese modo fracasó. Sólo fue posible mientras el ingreso petrolero permitió repartir lo suficiente entre una nación de dimensiones reducidas, donde una gran porción pedía únicamente lo necesario para vivir. Lo grave es que hoy día la gente quiere mucho más.

Pedro Juan los miraba, pero no pronunciaba palabra.

-Pero los chavistas están aún más equivocados. -repuso Michelangelli-. Porque su visión fue superada con la caída del muro de Berlín. Aquí la única solución que se impone es la de un capitalismo que genere riqueza.

-Es verdad. -dijo Durán-. Pero los dos experimentos que se han realizado en Venezuela han terminado en chascos. El primero fue el de Isaías Medina, que terminó con el golpe de Estado del 18 de Octubre, fruto de la confluencia de los sectores más acaudalados, de unos militares cortoplacistas y un partido populista, como fue Acción Democrática. El segundo experimento fue el de Carlos Andrés y fracasó víctima de los mismos intereses. Rafael Caldera, por el contrario, defendió esos intereses y terminó sus dos períodos. Son los mismos que impusieron a Juan Vicente Gómez.

Bochinche

-Esos intereses se hicieron presentes en la Carmonada y eran tan difíciles de tragar por el resto de la población joven, incluida la militar, que duró sólo 28 horas. -señaló Hernández-. Lo escrito por Patricia Poleo es sólo parte de la realidad. Quizás Espinoza se acerca más a la verdad, aunque a veces veo en Carmona un sucesor de Miranda, una víctima más del eterno bochinche venezolano. Un pariente mío apunta irónicamente que el golpe han debido llevarlo a cabo el día de los Santos Inocentes.

-Lo cierto es que lo dicho por el padre Sosa pone el dedo en la llaga. -apuntó Michelangelli-. Hay que llegar a un programa mínimo que acepten ambos bandos. Los defensores de la IV República tienen que aceptar que fracasaron; que el país es hoy más pobre que en 1970; que tuvieron su oportunidad y nos llevaron a la ruina; que la pobreza alcanza hoy niveles alarmantes. Pero los de la V República deben entender que no tienen el sartén por el mango; que han dividido a la sociedad en dos sectores irreconciliables y que, por ese camino, vamos a la guerra civil. Además de que Estados Unidos, y eso quedó demostrado, no tolera a Hugo Chávez y su programa y que, cuando de su seguridad se trata, les importa un bledo la Carta Democrática o los tratados firmados con la antigua Unión Soviética. Un ejemplo es el escudo antimisiles. Además de que por ese camino condenamos a nuestros jóvenes a emigrar y mientras más talentos lo hagan, esta sociedad se empobrecerá más. Yo no soy optimista. Pienso que transitamos el camino de Bolivia, rica hasta principios de este siglo en plata y estaño y hoy paupérrima..

La Fundación 11 de Abril

Pedro Juan alzó la mano, como un representante en la Asamblea Nacional. Sus amigos lo miraron.

-Lo que a mí me preocupa es una solución práctica que ayude a las familias de quienes murieron o fueron heridos gravemente esta semana trágica. -dijo-. A las madres de los muertos, el Estado debe indemnizarlas. Pero, además, los nombres de esas víctimas deben quedar grabados en alguna parte, para que no se olviden. Ellos sí eran inocentes. Ellos no sabían de conspiración alguna, ni tampoco del golpe que se fraguaba. Fueron allí, como carne de cañón. Y eso no debe ser. También me han dicho que son numerosos los heridos. Muchos, he sabido, quedarán parapléjicos el resto de sus vidas, si viven. Otros, con sus facultades muy disminuidas. Todo por un momento de insensatez de alguien que debe pagar y pagará.

-Bueno, ¿Y qué podemos hacer? -le respondió Durán-. ¿Cómo podemos ayudar?

-Cada uno de nosotros tiene amigos de holgada posición económica o influyentes. -respondió González-. Yo, por mi parte, contactaré al doctor Tomás Ibarra y al Arzobispado. Se trataría de crear una Fundación para ayudar a los heridos y a las familias de los muertos. Habría que hacer una colecta pública donde todos los venezolanos aportemos algo, porque los muertos fueron de ambos bandos en conflicto. Todos merecen el mismo trato. Quienes más tienen, deben aportar más. Podría contactarse a los canales de televisión y hacer un programa como el de la Fundación del Cáncer. Pero algo toca hacer, porque no podemos permitir que ese sacrificio caiga en el saco del olvido.

El desarme general

-Eso está muy bien, Pedro Juan. -repuso Durán-. Todos aquí tenemos contactos importantes en la empresa privada. Algo podrá hacerse. Sin embargo, hay algo más que tenemos que plantearnos. Quienes conozcan oficiales de la Fuerza Armada deben decírselo. Me refiero al problema de las armas de guerra en manos de grupos de civiles. Eso tiene que terminar. A como dé lugar.

-Me contaba mi padre que así comenzó el fascismo en Italia. -dijo Michelangelli-. Los comunistas no dejaban que las derechas se reunieran; les caían a palos cada vez que tenían un mitin. Pues las derechas comenzaron a llevar, primero, garrotes y, después, pistolas y fusiles. Así ocurrió también en Alemania. Y mucho me temo que por ese camino vamos, si a esto no se le pone un parao.

-Si algún beneficio nos dejó la larga dictadura de Juan Vicente Gómez fue la creación del llamado entonces Ejército Nacional, me ha dicho el doctor Ibarra. -apuntó González-. Monopolizó la violencia del Estado. Eso acabó con los caudillos y las guerras civiles y permitió que los venezolanos viviéramos en sana paz durante setenta años, con la sola interrupción de las guerrillas izquierdistas de los 60 que fueron derrotadas por ese mismo Ejército rápidamente. Eso no podemos perderlo. Es la herencia más preciada de nuestros padres. Y eso es responsabilidad exclusiva del Alto Mando. En fin de cuentas, si las circunstancias se repiten como en Colombia, son los militares los primeros que van a sentirlo. Voy a hablar de esto con mis antiguos jefes. Algunos retirados y otros activos vienen por aquí de vez en cuando. No en balde es éste un altar de la Patria.

Santiago Ochoa Antich es diplomático de carrera y periodista. Fue Embajador de Venezuela en Austria, Canadá, Jamaica, Paraguay, San Vicente y las Granadinas, El Salvador y Barbados.

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