Opinión Nacional

La singular dictadura de Hugo Chávez

Caracas (AIPE)- El presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, Carlos Ortega, ha tenido que asilarse en la embajada de Costa Rica. Carlos Fernández, presidente de Fedecámaras -la organización de los empresarios venezolanos- está bajo arresto domiciliario. Juan Fernández y otros seis líderes de la huelga petrolera que comenzó en diciembre pasado y duró 60 días se encuentran ahora en la clandestinidad. El gobierno de Chávez, usando argucias legales singularmente rebuscadas, acusa a todos de graves cargos que incluyen, nada menos, el de “traición a la patria”. La ofensiva del agresivo teniente coronel parece no detenerse, pues se habla de cientos de detenciones más, entre las que figurarían destacados periodistas y dueños de medios de comunicación, intelectuales y líderes políticos, sindicales y gremiales.

Mientras esto sucede, los delegados del gobierno impiden todo acuerdo de consenso en la actual Mesa de Negociación, rechazando de hecho las propuestas que hiciera Jimmy Carter, y se impone sobre la economía un control de divisas que no sólo ha comenzado a producir desabastecimiento, sino que amenaza a la vez con la quiebra de casi todas las empresas privadas del país. Este panorama, al que se agregan atentados terroristas y la acción continua de la guerrilla colombiana en nuestro territorio, hace legítimo que muchos nos hagamos ya preguntas como las siguientes: ¿Ha impuesto ya Hugo Chávez su dictadura sobre la empobrecida Venezuela? ¿Ha quebrado por fin a la amplia oposición que rechaza tanto sus métodos de gobierno como su objetivo de imponer un régimen similar al de Fidel Castro en Cuba?
Quienes defienden al gobierno señalarían que no, que los partidos y asociaciones que adversan a Chávez, agrupados en la Coordinadora Democrática, se mueven con entera libertad, que se respetan las decisiones de los tribunales y que la prensa sigue plagada de ataques y denuncias, criticando con dureza al mismo Chávez. Esto es en parte cierto, sin duda, aunque la libertad de movimientos de la oposición se vea siempre amenazada por los círculos chavistas, los medios de comunicación soporten escandalosas presiones y la independencia de los poderes públicos sea, en Venezuela, más una ficción que una realidad.

Lo que hay en Venezuela -en realidad- es una situación compleja, que no alcanza a ser una dictadura abierta pero tampoco una democracia donde se respeten las instituciones e impere el estado de derecho. Chávez es un ex golpista, un populista de izquierda que no respeta para nada las instituciones y que sólo se ha presentado a comicios cuando las circunstancias hicieron segura su victoria: quiere imponer un régimen dictatorial apoyado por los militares, no tiene el menor interés en volver a medirse en elecciones y desea implantar una economía totalmente controlada por el estado.

La amplia mayoría del pueblo venezolano rechaza de plano este proyecto y ha logrado detener en parte, luchando como puede, el intento de crear un régimen tiránico y opresor. Pero el enfrentamiento es desigual, plagado de asechanzas, y se desenvuelve en múltiples planos a la vez. Por eso se producen, a cada paso, cambios en una situación que siempre se caracteriza por su complejidad: no estamos ante un régimen de derecho ni ante una dictadura consolidada sino ante una situación fluctuante, que unos días parece cerrarse por completo y, en otras ocasiones, permite la esperanza de algún tipo de salida pacífica y electoral.

Es probable que la delicada situación económica que vivimos, tan crítica que se prevé un descenso de la economía de más de 20% para este año, acelere un proceso que, de todos modos, tendrá que definirse en el curso de este año: o se realizan las elecciones que pide la oposición -de acuerdo a lo que estipula la constitución vigente- o, en caso contrario, Chávez decide acabar con lo que queda de su ficción de legalidad y se abren las puertas a inimaginables formas de violencia. La incertidumbre sigue dominando en Venezuela al igual que en los pasados años, sin alivio para los males de una población que, entretanto, retrocede agobiada por la terrible destrucción que van sembrando el personalismo y el militarismo.

(*): Corresponsal de la agencia AIPE.
(**): Publicado por cortesía de la agencia (%=Link(«http://www.aipenet.com»,»AIPE «)%)

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