La última carta
Indiscutiblemente, no queda otra alternativa que jugarse el resto. Ya que con el pueblo en contra, las elecciones que se avecinan perdidas de antemano y la aplanadora judicial americana e internacional en marcha, el gobierno bolivariano padece de asfixia aguda y de estertores como esos que anteceden a la defunción; o para decirlo literariamente: sufriendo de una verdadera “crónica de una muerte anunciada”.
El magnicidio (tremenda pretensión) o la invasión, y el golpe interno o los contubernios pitiyankis son sólo gritos de ahogado para justificar la verdadera intención de perpetuarse en el poder. O, simplemente, pretende “legitimar” una posibilidad de autogolpe de estado que les dé tiempo, a los bolivarianos, de preparar una huida final obviamente necesaria.
Tarde llega ahora esta solución. Ya que la misma no ha disfrutado de las purgas “a la cubana”, donde de antemano limpiaron a la mayoría de los contestatarios de aquellas aciagas circunstancias. De paso, ya es demasiado tarde para empezar a fusilar. Y en el peor de los casos, si eso comenzara a suceder en la Venezuela de hoy, la reacción no se haría esperar: el pueblo, enfurecido, gritaría aunado: fuera con la boliburguesía traidora, fuera con la ineficiencia, fuera con la mediocridad, fuera con la injusticia, fuera con la mentira y el engaño, fuera con esa locura mental que hasta los más humildes venezolanos han logrado vislumbrar.
La razón de la unión con los diablos fundamentalistas islámicos, de los sacrilegios políticos internos, de las actitudes políticas extremas y los lances rimbombantes a nivel internacional sólo demuestran la extrema debilidad de “poder” que sustenta la burguesía actual.
El castillo de naipes está a punto de caer y, con él, la utopía de una justicia “sobrenatural”, inventada sólo para alimentar el ego insaciable de aquellos que, resarcidos en su congénita frustración, nunca lograron alcanzar las bondades del diálogo institucional.
Los dados están echados: de aquí a pocos días sabremos si la maldad y la ignominia han de vencer a la sinceridad de querer hacer una Venezuela más feliz para todos, una Venezuela que, con todas sus dificultades, enfoque su norte hacia el urgente fortalecimiento de una necesaria identidad nacional integral.
