Opinión Nacional

La venganza de los pericos

Creo que buena parte de ustedes, mis pacientes lectores, tuvieron la
oportunidad de disfrutar la alocución de Etanislao El Cínico (¡uf!, me
cuesta horrores escribir ese nombre sin la «s»; me suena a recuerdos de mi
infancia de los pregoneros en plena Plaza Baralt anunciando «aquí etá La
Efera»). Sin embargo, necesito para mi tranquilidad emocional, preguntarles
si ustedes sufrieron el mismo ataque de risa nervioso que yo, cuando en tv
el hombre, en tono altisonante, insistió en que su gestión había sido
diligente y responsable, «en el espíritu de alcanzar los altos fines de la
República que nos fueron encomendados….». ¿Una escena del teatro de la
farsa, o una edición especialísima de Radio Rochela? ¿Altos fines de la
República, o bajas y pérfidas intenciones emeverracas? Madre querida, hasta
dónde puede llagar el caradurismo.

Mientras usted lee esta nota, una turba de cabilleros coronados con boinas
carmesí, se encuentra apostada frente al CNE. Esta horda de «espontáneos»
chillan (vaya sí chillan, como diría Esteban de Jesús): «¡Somos hombres
bravos, somos machos…!», y agregan, «… ¡Los cerros bajarán si no
hacemos justicia social…. !». Agreden periodistas y escupen a cuanto
personaje no chavista aparece en puertas. ¿Qué hacen allí? ¿Elevan
protestas, o abonan el terreno para poder tomar acciones para «estabilizar
la situación y devolver la calma al país»? Y adentro de las oficinas,
Yadira La Secre se pasea con el sello de «recibido» arreglando entuertos, y
acomodando archivos. ¿Y no habrá por ahí un fiscalito que le quite el sello
a la señora?

Un amigo que me escribe desde la península ibérica, me dice que en cafés y
bares de la Madre Patria se habla de lo ocurrido en la Pequeña Venecia con
no poco desdén, con cierto dejo de comprensión hacia nosotros, y la frase
«surrealismo sudaca» es de uso público. Es decir, no sólo somos el
hazmerreír del mundo, sino que hemos logrado algo tanto más importante:
despertar patéticos sentimientos piadosos. Pero yo, en este fecha en la que
se cumplen quién sabe cuántos años de la publicación de la novela Cien años
de Soledad (los de la novela, no lo míos), les voy a dar una muestra más de
cuánta razón puede haber en tan sugestivo comentario. Ayer me soplaron que
no debemos angustiarnos por el destino de Etanislao El Cínico y Semtei El
Jaquetón, que sus mesas no se habrán de quedar sin el pan nuestro de cada
día, pues al parecer pasarán a prestar servicios en el Seniat. Vaya, pues.

Los españoles tienen razón, excelso surrealismo sudaca. Es decir, una gente
que metió la pata hasta el fondo, y cuya gestión puede ser objeto de varias
investigaciones por violaciones a las leyes vinculadas a salvaguarda del
patrimonio nacional, va a sentarse a formar parte del organismo que nos
despluma todos los años, y que desangra nuestros presupuestos de
supervivencia cada vez que hacemos una compra. Zamuro cuidando carne, o
como Doña Elena (la de los ojos azules) elegantemente dice – porque ella le
tiene repeluz a los zamuros – «perico cuidando alpiste». Tengo sólo dos
comentarios ante este tubazo con el que mis soplones me dejaron sentada en
estado catatónico. Más vale que nos preparemos, pues ahora sí que todos los
que hemos osado monitorear y comentar el desempeño de tan justos, augustos
y eficientes servidores públicos, veremos nuestros impuestos revisados
hasta llegar al carozo. Prepárense Mingo, Marta, Plomovisión, César Miguel,
Blyde, Iruña, Ruth y los «Ojeadores», Liliana y todo Cofavic, Elías y
Queremos Elegir, Rodolfo y la Freilich, el Emeterio, Unión Radio,
Olavarría, Quirós, García Mora, la Párraga y Unai (por partida triple,
porque ella está panzoneando), Olga (y no propiamente La Tamalera), Macky,
Nitu, Lichi, Cira, Pérez el Cayena, Teodoro, el Santodomingo, la Jaimes,
etc. etc. etc., incluyendo a esta maracuchita, cuyo pellejo ha estado
expuesto como nunca antes en su historial de quejas y reclamos. Estemos
bien mosca, por lo que nos viene es candanga con burundanga, y no será la
Venganza de Moctezuma, sino la Venganza de los Pericos (para complacer a
Dona Elena y no llamarlos zamuros). Mi otro comentario gira en torno a que
dado que el daño pecuniario hecho a cada uno de nosotros los criollos es
grande, creo que nuestros impuestos deben ser pagados por «Eta» y
«Eduardito». Un mínimo de justicia simple y sencillita de parte de este
régimen no caería nada mal.

Ah, país de comiquitas, en el que la mayoría sufrimos de un percance, el
percance de ser buenagente. Mañana en mi casa ondeará la bandera nacional,
las luces de mi carro serán encendidas, y en la noche sonará la olla más
grande que tengo. Y aunque Jaua diga lo que diga este asunto es de
nosostros, el soberano, y no de ellos. El CNE nuevo no debe ser escogido a
dedo, y la fecha de los comicios no debe ser impuesta desde las alturas
para satisfacer ambiciones autoritarias. Y si Luis El Don sigue sin saber
qué es la sociedad civil, si aún no sabe con qué se come, yo le digo que se
come con decencia, con honestidad, con capacidad, y con verdadero
patriotismo, que no barato patrioterismo. Y que mañana, una vez más,
intentaremos que aprenda, aunque Doña Elena insista en recordarme que «loro
viejo no aprende a hablar» y que «lo que natura non da, Salamanca non
presta».

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