Opinión Nacional

La verdad incómoda de la omisión culpable

La madrugada tiene sus urgencias reveladoras. Quizás sea porque la luz se aproxima y las ideas se aclaran ante su cercanía. Los sueños se recuerdan porque a esa hora, la linterna interior alumbra al inconsciente, aquél al que le quitamos la vigilia pero no su habilidad para hablarnos en imágenes, aparentemente sin coherencia, pero que revelan toda la luz que conscientemente solemos quitarle a los hechos cuando nuestros sentidos se encuentran alertas a la realidad pero dormidos a su entendimiento.

        La cita era en el viejo café Santa Rosa. Santa Rosa es una santa especial, porque su nombre acostumbra estar cerca de algún seminario o de lo que en una época fue tal. Además es una santa hermosa, porque escribe, es poetisa y en sus ojos se traduce la belleza que explora las letras que se refieren  en decires en medio de las cuitas de los contertulios.  Todos hemos  seguido tomando café  en el lugar que lleva su nombre, estando o no en él, porque de alguna manera invocamos su claridad para que nos muestre la pureza de lo mundano. Y sospecho que así va a seguir siendo en algún lugar de “second life” donde nuestros avatares seguirán compartiendo las llamaradas del mundo mientras toman el té del contrasueño, aquél que permite entonar la idea que se dispara de una garganta en medio de cierta atmósfera de solemnidad.

        Allí me encontré al viejo amigo del café, con quien conversaba los domingos el tema de la semana. En esta oportunidad buscaba una aclaratoria luego de haber disertado con él la historia universal  de lo cotidiano. “Ya se a que vienes, estimado amigo, a ver al Oráculo de Delfos para que te explique el.espacio de incertidumbre de la ecuación social que me vienes a plantear. Te preguntas de donde puede provenir el respaldo de un líder con un lenguaje atrabalario, pendenciero, que  contraviene lo que debería ser, que  regala el dinero a otras naciones y que maneja el patrimonio nacional como si fuera el suyo en particular. Te preguntas como la gente humilde le acepta la discrecionalidad, la arbitrariedad y el azote a los derechos humanos. Y lo que te parece más insólito ¿De donde puede provenir el respaldo de alguien que destruye pero que no construye?

       Bien, te lo voy a poner sencillo. De la omisión de los demás. Porque donde nadie construye, el que destruye hace obra, porque al caer lo que yace erguido, el humilde lo aplaude si lo identifica con la causa de su opresión. No piensa ahora que solo tendrá ruinas entre las manos después, que para el futuro, tampoco a él le servirá. Mas que pensar, ejercicio que no quiere hacer, siente que en el presente, su resentimiento se satisface cuando se le quita a alguien, con razón legal o sin ella, lo que él no ha compartido. ¿Y por qué lo percibe así? Porque esa es la misma enseñanza de los que han tenido y no le dieron nada. Porque en ningún momento vieron tampoco las obras de su bondad. Porque mientras las cifras rojas permanecían ocultas en las morgues y no era realidad en los medios, los mismos abusos que se denuncian hoy eran los  que el sufría en un antaño sin publicidad. Lo que cobra el humilde es que los que tenían tengan menos y aprendan un poco de su condición. Perdió la brújula de la redención, porque los que la piden con más vehemencia quieren tambien  como él que se la den, sin hacer esfuerzo alguno por lograrla”.No estuve de acuerdo con él, pero me dejó pensando.

 

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