Opinión Nacional

La verdadera razón del atraso

Gracias a la amabilidad de mi primo Rafael Díaz Casanova pude leer un
artículo muy interesante de Andrés Oppenheimer, en el que habla de la
mediocridad educativa en América Latina, primera causa del atraso de
la región, y en especial, de Venezuela. «En América latina, los
gobiernos están demasiado concentrados en construir escuelas y muy
poco preocupados por la calidad de lo que se enseña dentro de ellas.

Muchos países -incluyendo la Argentina, Venezuela y Cuba-
frecuentemente se niegan a participar en exámenes internacionales
estandarizados, o lo hacen pero luego se niegan a dar a conocer sus
resultados», dice, y demuestra que ni siquiera los alumnos de los
mejores colegio privados de nuestra América pueden compararse con los
peores de los países importantes de Asia, Europa y otras regiones que
crecen día a día. Y una de las razones es la negativa, abiertamente
demagógica, a someter a los estudiantes a evaluaciones serias y a
formas de competencia. O la negativa también demagógica a que se deje
de usar la memoria y haya que utilizar el trabajo y la investigación
para escalar posiciones en el sistema educativo. En el trienio adeco
(1945-48), el Decreto 231 y la Promoción Golilla fueron claras
demostraciones de esa tendencia, que poco a poco se fue haciendo más
notable, hasta que ahora, en el gobierno fascistoide de Chávez, se
pretende dar énfasis a una doctrina política y dejar de lado las
materias difíciles.

Ya en la década de 1950 el Doctor Rafael Vegas, que había sido
Ministro de Educación y cuyas ideas fueron desplazadas por las de los
del trienio adeco, que prefirieron una especie de masificación, es
decir, aumentar la cantidad a costa de la calidad, lo sabía. Como
quiera que la dictadura 1948-1958, lejos de solucionar el problema lo
agravó, el Doctor Vegas trató de hacer algo a nivel privado y local, y
en los primeros años del Colegio Santiago de León de Caracas, fundado
por él en 1950, se daban clases adicionales, distintas a lo que
señalaba el Programa Oficial, para compensar las muchas falencias
existentes, y se exigía mucho a los alumnos. Pero el Ministerio de
Educación de la época prohibió esas prácticas y obligó al Dr. Vegas a
no seguir adelante con su plan. El Colegio tenía que convertirse en
una fábrica de salchichas mediocres o lo cerrarían. Desgraciadamente,
la Democracia del 58 al 98 no corrigió esa tendencia facilista y
mediocrizante, y en buena parte por eso vivimos la crisis que vivimos
y el país se atrasa cada día más.

Oppenheimer remata su artículo con algo que debería preocuparnos de
verdad: «El país latinoamericano que más está retrocediendo en materia
educativa es Venezuela, donde Hugo Chávez acaba de anunciar un nuevo
currículum dirigido a crear un ‘hombre nuevo’ socialista. Mientras
China y la India apuestan a las matemáticas, Venezuela va a enseñar
ideología». Solamente eso debería obligar a la sociedad a expulsar de
su seno a ese grupo que tanto daño le está haciendo al país y a su
porvenir. Un grupo que se enriquece en dinero a costa del atraso que
genera. Un grupo que no es otra cosa que un tumor maligno, y debería
ser extirpado para que se encare, de una vez por toda, la ingente
tarea de corregir el rumbo educativo, rumbo errado que es la verdadera
causa de nuestro terrible atraso.

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