Opinión Nacional

Las invasiones de boinacolorá

Las invasiones son connaturales a la depredación roja, pero no sólo las inmobiliarias sino las políticas, económicas, sociales y comunicacionales. Y es que el apoderamiento atropellado y avasallante de lo ajeno es un signo característico de la satrapía que impera en Venezuela.
 
     Pero no se limita, ni mucho menos, a la invasión de fincas productivas o de inmuebles urbanos. No. Se explaya a lo largo y ancho del proceder fáctico del proyecto de dominación, o la neo-dictadura que Chávez y su nomenklatura cubano-venezolana han venido impulsando en nuestro país.
 
     El primer gran espacio en el que se ha entrado a la fuerza, aunque con la coartada de la legitimidad electoral derivada de comicios controlados a partir del 2000, es el conjunto del Estado venezolano. Ya férreamente sojuzgado por la parcialidad bolivarista en cabeza suprema, desde luego, del mandón miraflorino. Lo institucional del Estado ha sido sustituido por una partisanía sectaria que va desde las listas tasconeras hasta las órdenes presidenciales y televisadas a los «demás» poderes públicos.
 
     El empeño por invadir la memoria colectiva y sobre todo la conciencia histórica ha sido, debe reconocerse, tan intenso como falseador. Apenas ayer, el señor Chávez vociferaba que la «última dictadura» había caído cuando él llegó al poder en 1999… Una «dictadura», por cierto, sin presos políticos, sin exiliados políticos, sin perseguidos políticos y sin medios acosados por el poder gubernativo.
 
     Pero nada les importa a la hora de invadir y manipular la historia con los delirios más interesados; típico síntoma de la aspiración totalitaria que prevalece en el oficialismo, junto a su otra cara de la moneda: el culto al líder o la obsecuencia descarada y tribal de la montonera. Acaso no haya un empecinamiento de invasión más regresivo que ése a la cultura democrática de la sociedad venezolana.
 
     Y ni hablar del asalto armado y reiterado en contra de la actividad productiva, que no otra cosa son la abrumadora mayoría de las «expropiaciones» que se vienen ejecutando, y cuyas consecuencias destructivas son tan pero tan inocultables, que hasta José Vicente Rangel se queja, por ejemplo, que no hay cemento ni cabilla…. cortesía, desde luego, de las «invasiones gaceteadas» a las industrias nacionales del ramo.
 
      Y mención especial merece la más indigna de las invasiones: la perpetrada por el régimen de los hermanos Castro Ruz en contra de la soberanía venezolana y criminalmente alentada por quienes tienen el deber constitucional de defenderla. ¿O acaso el control cubano sobre una parte sustantiva y operativa de la gestión gubernamental en Venezuela, no es la versión siglo XXI de las invasiones coloniales?
 
       Invasiones de todo tipo acontecen a diario en nuestra muy deteriorada realidad nacional. Como si el patrimonio público y privado fuera un botín de conquista para una camarilla sediciosa. Y casi todo ello en nombre de una reivindicación popular que no resiste el examen objetivo de los hechos, porque el primer invadido en sus derechos y esperanzas ha sido y es el pueblo venezolano.
 

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