Opinión Nacional

Lo leí en Internet

Así responden muchas personas cuando su interlocutor cuestiona la veracidad de lo que cuentan. “Lo leí en Internet” parece “avalar” la veracidad de algunos mensajes. En ese enorme saco de Internet entran Power Points, correos electrónicos masivos, noticias, información de blogs, actualizaciones de Facebook, Twitter y publicidad.

Las nuevas tecnologías eliminan tiempos y distancias para que miles de destinatarios reciban información con sólo un click. Esto sirve para mantenerse al día, pero también abre camino a la propagación de mentiras y de información que carece de rigor.

En cuestión de segundos, miles de personas pueden recibir mensajes de correo electrónico como uno que circulaba hace poco entre usuarios mexicanos, con el siguiente título: “FW: ESCUCHA ESTE MENSAJE RADIAL DE AYER EN VENEZUELA, ESTO ES GRAVISIISSIISMO. Por favor re-envia A TODO EL MUNDO Y PIDELES QUE LO CIRCULEN, CIRCULEN, CIRCULEN!!!”

Al abrir el archivo, una voz alarmaba a la sociedad por un proyecto de ley que despojaría a los padres de millones de familias venezolanas de la custodia de sus hijos para dársela al Estado. El locutor no se identifica en ningún momento, ni dice para qué medio de comunicación trabaja, ni desde donde emite, ni en qué fecha.

Así han viajado durante años correos que intentan conmover al lector con historias de gente enferma o con problemas serios. “Reenvía este mensaje. Por cada persona a la que se envíe, se donará tal cantidad de dinero al afectado”. La utilización de nombres reales permitió desenmascarar la falsedad de muchos de estos mensajes. En México, el padre de un niño “enfermo” creó un foro para alertar a los usuarios de Internet de la falsedad de su caso, que descubrió gracias a la misma red. En Internet encontramos el veneno y el antídoto. Todo es cuestión del uso que se le dé, como sucede con el alcohol, las drogas, la comida con grasas y todo lo que la sociedad demoniza al confundir causas con síntomas.

También resulta habitual recibir los mismos correos de distintas personas. Al cabo del tiempo, vuelven las diapositivas traducidas a otro idioma, con distintas imágenes y músicas, pero con las mismas imprecisiones o falsedades.

La falsa religión de paz. Este Power Point ha circulado por medio mundo. La “información” de las diapositivas contiene mentiras, imprecisiones históricas y generalizaciones que sostienen la premisa mayor del mensaje: el Islam es una religión violenta. Se podrían aplicar generalizaciones similares para demonizar el resto de religiones monoteístas. La urgencia del emisor de que circule el email prima muchas veces por encima de la responsabilidad de contrastar la información. Encabezados como “reenvía, es importante” bastan para que muchos usuarios lo hagan circular a todos sus contactos. Esta propagación de mentiras e imprecisiones contribuye a la intoxicación informativa que padecemos por los medios de comunicación de “masas”.

En lugar de ir en “copia oculta”, con frecuencia aparecen visibles las direcciones de todas las demás personas que reciben ese mensaje. Esto ha facilitado la apropiación indebida de esas direcciones para incluirlas en sus “listados”. Así se explica la cantidad de correos electrónicos que recibimos de gente a la que jamás le hemos facilitado nuestro contacto. La Ley española de Protección de Datos, aprobada hace unos años, castiga con fuertes multas este tipo de utilización de datos personales.

Toda esta intoxicación informativa por medio del correo electrónico genera un clima en el que resulta más difícil distinguir información de rumor y entretenimiento. En ese sentido, cada usuario tiene la responsabilidad de hacer un buen uso de Internet. Ahí entraría evitar la circulación de mensajes reiterativos, la saturación de mensajes con “consejos” de salud que un día dicen que el pescado azul es bueno y al día siguiente que es mejor el blanco. Con tal de evitar tal saturación, llega un momento en que descartamos correos valiosos.

Aunque resulte imposible contrastar todo lo que llega a nuestros buzones, hay informaciones que requieren al menos una reflexión crítica porque afectan a la convivencia entre los países y los pueblos. Los ciudadanos no nos podemos convertir en correas de transmisión de mentiras y exageraciones que sólo sirven para crear estados de alerta y justificar recortes de nuestras libertades.

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