Opinión Nacional

Lo pequeño es odioso

No se trata en estas líneas de atacar a la comunidad de personas enanas. Tampoco sugiere el título precedente algún improperio disimulado contra la tremendura infantil, exacerbada posiblemente en pleno receso escolar e hiperactividad vacacional. No. Se trata más bien de comentar cierta tendencia muy venezolana, arraigada sobre todo en la estructura mental de quienes se encargan de gerenciar el Estado desde la Administración Pública, sin negar su presencia en predios privados o particulares, caracterizada por un amor a la grandilocuencia, a los megaproyectos, al diseño y promesa de grandes obras, mientras las cosas más elementales, las necesidades más sencillas, los problemas más cotidianos, siguen y permanecen sin resolución alguna.

Se ufana la actual (indi)gestión “revolucionaria” de la presencia en las alturas de un satélite, el Simón Bolívar, mientras en buena parte del país no puede garantizar un servicio más o menos regular de energía eléctrica. Critica el Presidente Chávez, en la soledad de su empecinamiento por arrimarse a malas juntas, la situación en Libia y lo que le está ocurriendo a su pana Gadaffi, a las muertes en Libia, pero ni una letra sale de su boca para referirse a las decenas de muertes que, a cada hora, enlutan hogares venezolanos víctimas de la inseguridad. En algún momento de inflamación del ego, se refirió el jefe de Estado a la posibilidad de desarrollar la energía nuclear en el país, mientras millones de compatriotas padecen la ausencia de servicios públicos básicos como agua o un sistema de cloacas en barrios y zonas populares urbanas.

Además de la lamentable falta de continuidad administrativa que la desinstitucionalización progresiva del Estado venezolano ocasiona, trastocando la permanencia  de políticas o iniciativas loables entre cambios de gobiernos, amén de la mezquindad e inmadurez política que se expresa en el no reconocimiento por parte de un político que asume un cargo de lo positivo en la gestión de quién lo está entregando, lo que priva en muchos burócratas investidos de algún grado de poder, es un interés por “parecer” y no por “ser”, es decir, aparentar que se está trabajando o resolviendo un problema, y darle encima publicidad al asunto, antes que preocuparse por lograr, calladamente, su resolución.

El pantallerismo citado, puede Ud. apreciarlo en el número de vallas gigantes que están desperdigadas a lo largo y ancho de la geografía nacional, en muchos casos con la presencia obligatoria del perfil presidencial junto al rostro o imagen del gobernador(a) o alcalde(sa) de la entidad regional o municipal, al lado de cualquier obra, construcción, remodelación o terreno que exhibe justamente un vacío, una nada, una promesa inconclusa, una mentira fresca de la “revolución”.

Gerenciar supone toma de decisiones, distribución y asignación de recursos, resolución de problemas, consideración de los objetivos trazados, del tiempo disponible y de los plazos para cumplirlos, seguridad en el conocimiento y experticia que se tiene, pero también (y quizás más importante en ocasiones) humildad para reconocer la ignorancia o incapacidad sobre un tema, y para delegar en quien sí conoce o puede abordarlo de mejor manera.

El problema es que el actual gobierno “revolucionario” que tanto critica y se queja de los gobiernos anteriores, ya se ha convertido en “un gobierno anterior”, en  trece años de fracasos, promesas incumplidas y, tristemente, en recursos mil millonarios dilapidados y desperdiciados en caprichos intrascendentes, delirios ideológicos y una insaciable corrupción en algunas élites gobernantes, incapaces hoy de ofrecer alguna obra permanente, y lo que es peor, la solución de los problemas más sencillos y sentidos de los venezolanos: que no los maten al salir a la calle, una economía saludable, una vivienda digna, un sistema de salud eficiente.

            Si pudiéramos asumir como país, acaso tres o cuatro grandes problemas o necesidades, y diseñar un plan a cumplir a capa y espada producto de consensos mínimos y la participación de todos, por muy utópico que ello parezca, tendríamos al menos la certeza de concentrar los esfuerzos y recursos en temas que verdaderamente nos permitirían tener una mejor calidad de vida, una mejor economía, educación, salud o vivienda.

            Sobre todo porque este gobierno “socialista” en lugar de asumir el espíritu del celebre libro de E. F. Schumacher “Lo pequeño es hermoso”, prefiere en su lugar, y enrumbando a su total ocaso y decadencia aferrarse a la frase “Lo pequeño es odioso.”

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