Opinión Nacional

Lo que debe tener de liberal una verdadera democracia

El feminismo, la tolerancia sexual. La resolución de tensiones raciales. La causa ecológica. Los debates sobre la pobreza. Todos los males que se le endosan al capitalismo han conocido su tratamiento y diagnóstico en sociedades dispuestas a examinar sus miserias. En espacios donde se puede discutir.

Los escasos dolientes del socialismo científico que quedan en el mundo han encontrado un tardío y poco informado puñado de militantes acá en Venezuela.

Aquellos, como éstos, cometen, al pensar en las sociedades imaginadas por el hombre, la misma simplificación: le atribuyen al capitalismo formas de organización social que hace rato le pertenecen de forma natural a toda la humanidad.

Me explico: los sistemas de propiedad, la existencia del plusvalor, el desarrollo científico, la expansión comunicacional y tecnológica, el control cambiario y de tasas de interés. Ese es el hemisferio económico del diagnóstico.

Es decir, de una de las dos esferas en torno a la cual se pretende organizar el mundo. Puede, en este ámbito, el interesado fijar posiciones y tomar o dejar lo que le parezca.

Centremos, por esta entrega, el análisis el segundo aspecto. ¿Qué hay de la política? Para quien esto escribe las libertades públicas de carácter burgués que ha ido consolidando la humanidad en estas décadas tienen un carácter absoluto, integral y patrimonial como conquistas de la vida en civilización.

Sin menoscabo a que existan nuevas agendas: en la posibilidad infinita de avanzar es que se fundamenta la idea del progresismo.

Las libertades públicas, el pluralismo, la autonomía de los sindicatos, la alternabilidad política, la democracia directa, el parlamento contralor. El fuero ciudadano como sujeto político y fiscal último del funcionamiento del estado.

No se trata, de elementos de la vida en capitalismo: forman parte del aspecto político de la democracia liberal. El que vale la pena rescatar.

Es sobre su existencia que el feminismo se hizo una poderosa causa en la sociedad estadounidense de principios de los setenta (y, por añadidura, en Venezuela); y gana espacio la tolerancia a otras conductas sexuales o se dirimen, con todas sus taras, las tensiones interraciales.

La izquierda europea hoy devenida en socialdemocracia comprendió esta circunstancia e hizo a este respecto un pacto imprescriptible con sus electores.

A causa de ello, es hoy una realidad y pudo salvarse.

Caído el muro, en contrapartida, la sociedad alemana vino a descubrir que, por encima de los discursos igualitarios oficiales, en su costado oeste sus ciudadanos eran casi o más racistas que cualquier activista de la derecha federal gracias a que en aquella sociedad estaba proscrita la discusión.

Podemos decir lo mismo del conservacionismo: no hubo sociedades más desprolijas, contaminantes e irresponsables que las del socialismo clásico que todavía hoy llora Hugo Chávez. Chernobyl, los Cárpatos, el Mar de Aral, el Mar Negro, constituyen tragedias ambientales espantosas en países donde no había personas que las denunciaran Las corrientes que siguen al presidente Chávez dieron algunas señales de haberlo comprendido al promover la Constitución Bolivariana. Eso las hizo objeto de la atención de muchos teóricos e intelectuales ingenuos de todo el orbe.

Comienza a quedar claro que aquello se trataba de una estafa política para obtener adherencias: hace rato que sus voceros se hacen eco de la misma monserga normativa y ridícula de las sociedades que llevan consigo el signo del fracaso.

Las que no han comprendido la máxima del espíritu libertario: que todo lo que no está prohibido, tiene que estar permitido.

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