Opinión Nacional

Los biconceptuales

Existe una leyenda según la cual existe un «centro» ideológico, es decir, en grupo mayoritario de electores que comparten unas mismas opiniones al «centro» de la izquierda y de la derecha políticas. En Venezuela son los famosos «nini»: ni chavistas ni opositores. De acuerdo a este mito, los políticos deben acercarse al «centro» para atraer a los «centristas», que forman la mayoría con la que se ganan elecciones.

En principio, parece una conclusión razonable; aunque existe un importante problema de método, un problema que los psicólogos llevan años considerando: existe una diferencia entre las etiquetas que una persona se atribuye a sí misma y el conocimiento real que esa persona tiene de sí misma. Ser ni-ni significa ser razonable, imparcial, sensato y equilibrado, connotaciones positivas que explican por qué la gente elige esta etiqueta antes que otra. Pero se debe analizar cuidadosamente la cosmovisión de los electores y no ceñirse a las etiquetas con las que se autocalifican. Algo que, salvo contadas excepciones, no suelen hacer las encuestadoras.

El llamado centro está formado por «biconceptuales», es decir, por personas que son conservadoras en algunos aspectos de la vida y progresistas en otros. En términos venezolanos, apoyan algunas políticas del gobierno de Chávez pero no están de acuerdo con otras y por eso se autodefinen como nini. El reto, entonces, es doble: tenemos que movilizar a nuestros simpatizantes sin renunciar a atraer a los electores indecisos; y tenemos que hacerlo sin mentir, distorsionar, engañar ni pretender ser lo que no somos. La tentación de aparentar lo que no somos nace de los innumerables mitos de electores del «centro». En tal caso, convenzámonos: el centro ideológico-político no existe, lo que existen son muchos biconceptuales.

De alguna manera, todos somos biconceptuales: es habitual ser conservador, por ejemplo, en cuestiones fiscales o económicas y ser progresista en cuestiones sociales y de libertades civiles. Las visiones del mundo de los progresistas y de los conservadores se excluyen mutuamente. Pero en el cerebro humano ambas visiones pueden coexistir, cada una inhibiendo a la otra y estructurando ámbitos distintos de la experiencia. En realidad son personas que utilizan un sistema moral en un ámbito y otro sistema en otro. Ello explica por qué los electores chavistas no siempre acompañan a Chávez en sus decisiones, ya que pueden estar de acuerdo en algunas políticas «revolucionarias» pero son conservadores en otras: la familia, la educación, la religión, etc.

La tarea de la oposición democrática es la de ser auténticos: resaltar nuestras convicciones morales más arraigadas y nuestros principios políticos auténticos. Los golpes de efecto ingeniosos y eslóganes llamativos son inútiles si no están enmarcados en los valores y principios más profundos. Es el caso de la democracia y sus implicaciones: elecciones libres y justas; separación de poderes; imperio de la ley y respeto a las libertades públicas, etc.

Entonces, ¡biconceptuales del mundo, uníos!

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