Opinión Nacional

Los dos Isaías

Uno es militar y el otro civil. Uno es general de División y el otro fiscal general de la República. Uno fue secretario privado del presidente y el otro también, pero con el cargo de vicepresidente ejecutivo. Uno es gendarme y el otro mujiquita. Uno se llama Raúl Isaías Baduel y el otro Isaías Rodríguez. Ambos serán responsables principalísimos de lo que pueda suceder en Venezuela.

Es curioso que tanto el abogado civil como el abogado militar del régimen de Chávez lleven el mismo nombre. Isaías, el profeta bíblico. Coincidencia onomástica, no hay duda, pero lo que no tiene nada de casual es que los dos Isaías estén tratando de salvarle la presidencia al «hermano Hugo», aún a costa de la paz política y social de los venezolanos.

El doctor Isaías Rodríguez, cuarto fiscal general en lo que va de «quinta república», ya ni siquiera se molesta en salvar las apariencias. Aquel personaje de hablar moderado que solía bajarle la mecha a la candela en la Constituyente de 1999 y en la vicepresidencia del 2000, ha devenido en el espadachín leguyérico del régimen, en escandalosa violación a sus deberes constitucionales como garante de la legalidad y administrador de la acción penal.

Su despacho se ha convertido en la gaveta mortuoria de las causas judiciales en contra de Chávez y su nomenklatura, al tiempo que rompe récords de celeridad procesal en las investigaciones y demandas que son del gusto miraflorino. Exactamente lo contrario de lo que debe ser un fiscal general. Si alguien le quedaban dudas sobre la destrucción del estado de Derecho bajo la llamada «revolución bolivariana», las actuaciones del «Isaías civil» son como un tiro al piso.

Pero el «Isaías militar» también se la trae. Desde su fortaleza en la gomera avenida de Las Delicias de Maracay, el general Baduel se ha erigido en el tutor pretoriano del «militarismo febrerista». Porque una cosa debe aclararse: menos que chavista, Baduel es febrerista, ésto es defensor de la supuesta vigencia de eso que la desbordante inteligencia de Joel Acosta Chirinos denomina «el proyecto» del 4-F. En esas aguas, por cierto, también navega Arias Cárdenas, samancero juramentado y figura política de experiencia y potencial democrático.

Baduel pica, parte y reparte en el juego militar. Mientras Lucas Rincón comienza a «saborear» las hieles de su caída ministerial, y mientras el nuevo ministro de la Defensa, general (r) Prieto Silva, a duras penas llega a la categoría decorativa, el «reencarnado» es el árbitro árbitrador de la política castrense.

Como buen febrerista, a Baduel le entusiasma el poder político y su elocuencia declarativa dá buena cuenta de ello. Más que una general de División dedicado a las funciones propias de su carrera, se define a sí mismo como un líder de la «revolución de cambios profundos», con tantos o más derechos adquiridos que el atormentado inquilino de Miraflores.

Después del reciente «miquelenazo», Chávez se va quedando corto de palos para «ahorcarse», quiero decir, sostenerse. El patriarca de la «quinta república» le ha declarado, de manera definitiva, la guerra frontal a su esmerado pupilo. A la mesa de su régimen le quedan, sin embargo, dos patas afincadas en la seudo-institucionalidad: de la Isaías Rodríguez y la de R. Isaías Baduel.

Que la salida a la insostenible crisis de gobernabilidad sea pacífica y cívica, o por el contrario sea violenta y uniformada, es una alternativa que reposa, en buena medida, en las manos de los dos Isaías. El futuro los juzgará por ello y, desde la última neurona de mi cerebro, todavía espero que no los condene.

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